𝟐𝟓

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Al abrir mis ojos, sentí una especie de déjà vu.

La suavidad de la cama, la palidez de la luz, el frío del aire acondicionado, las paredes que ahora conocía muy bien. Regresaba al primer día. No al primer día en que conocí a Jennie, eso seria estúpido porque nunca podía de imaginarme la clase de persona retorcida que era.

Regresaba al primer día en que me trajo aquí. Me sentía triste y miserable a la vez. No quería admitirlo pero todo era mi culpa, tuve una oportunidad y simplemente la desperdicie.

Quise moverme pero me encontré con mis muñecas esposadas a la cabecera de la cama.

Tragué en seco.

Lo había arruinado todo, otra vez. ¿Ahora como podría tener de nuevo su confianza?.

En el segundo intento de incorporarme, un dolor punzante atravesó mi cabeza y brazo derecho. Al instante recordé lo que paso, Jennie me había golpeado y me hizo perder la conciencia. Me pregunto que tan profundo había sido el golpe para que continuara doliéndome de esa manera.

Por otro lado, mi brazo tenia un vendaje, no era muy extenso pero si lo suficiente para cubrir la herida que yo misma me ocasione al arrojarme del coche.

Tal vez lo mejor hubiera sido que muriera en ese momento. Quizás si hubiera tenido más velocidad...

—Por fin despiertas.

Giré mi cabeza cuando reconocí su voz provenir desde el rincón más oscuro de la habitación.

—Buenos días—dijo con voz ronca.

Estaba sentada con sus piernas cruzadas, en una de sus manos un cigarrillo humeante. Dejó salir el humo lentamente por su boca mientras su mirada no se despegaba de la mía.

Me removí incomoda, buscando la manera de liberarme.

—¿P-por qué me esposaste? —titubee al verla levantarse de la silla.

—¿Por qué? —se sentó al borde de la cama y tiro el cigarrillo al suelo con algo de fuerza—Creo que es muy obvia la respuesta.

La escanee lentamente; parecía que al contrario que a mi, el golpe no la había afectado en lo más mínimo. Ni siquiera tenía una venda. ¿Entonces toda esa sangre que vi, no significo nada?. ¿Acaso no sentía dolor?.

—Me molestan—miré las esposas que apresaban mis muñecas y las moví con fuerza—Quítamelas.

Su respuesta fue el silencio. Seguía mirándome con sus oscuros ojos café, casi como queriéndome atravesar con la mirada.

—Jennie...—fruncí mis labios—Perdóname.

Sabia que era inútil, sabia que ya nada volvería a ser como antes, aun así, no podía hacer más que eso.

—Por favor.

Suspiró.

—¿Recuerdas las reglas que te dije hace tiempo?, claro que las recuerdas—soltó una leve risa sin gracia—Te has encargado de romperlas una por una. ¿Qué ha significado esto para ti?. ¿Solo has estado jugando conmigo?.

—No es así, yo...

Ella se arrastro por la cama y se acerco a mi, tomo las esposas y las deslizo a otro punto, uno más alto, no sabia que podía hacer eso. Entonces me incorporé hasta quedar sentada y con su rostro a centímetros del mío.

El miedo me paralizaba, mi corazón estaba agitado sobre mi pecho. Jennie llevo con cuidado un mechón de mi cabello tras mi oreja y susurró:

—Bonita.

𝐄𝐍𝐅𝐄𝐑𝐌𝐀 𝐎𝐁𝐒𝐄𝐒𝐈𝐎́𝐍 ❬ 𝐉𝐄𝐍𝐋𝐈𝐒𝐀 ❭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora