—Tío Toya, hay una llave debajo de la maceta.

—Hasta que se te prende el foco, mocoso. Pásamela, no puedo agacharme con tu hermano — un Yuki adormilado obedeció, movió la maceta y tomó la llave mientras que con su otra mano rascaba su ojito con sueño.

Al abrir la puerta un enorme estruendo se dejó escuchar en la planta alta, quiso ir corriendo a ver lo que pasaba, pero tampoco podía dejar a sus sobrinos solos. Llevó a los niños hasta la oficina de su hermano, le dijo a Yuki y a Rei que podían dormir por ahí mientras, él iría a ver dónde estaba Shoto. Los pequeños solo asintieron adormilados. Por precaución le puso seguro a la puerta.

Subió lo más rápido y silencioso que pudo. Los gritos se intensificaron.

—¡Te dije que no te queria ver aquí, lárgate maldito imbécil!

—¡Está también es mi puta casa y puedo venir las veces que quiera, y se me hinche el huevo!

—¡¿Ahora si lo es?! ¡Mejor ve y lárgate a acostar con tu secretaria!

—¡Solo fue una vez!

—¡Y esa vez basta para darme cuenta de que eres un bastardo mentiroso, un hijo de puta que no cumple sus promesas! ¡Me dolió Bakugo, joder, esa puta noche lloré por ti hasta que ya no pude más, ¿mientras tú qué hacías?! ¡No llegaste a la casa, seguro te la cogiste después de que me fuera de tu oficina, ¿o me lo vas a negar?!

Bakugo no respondió, solo evito la mirada llorosa y llena de dolor de Shoto.

—Eso creí. A-ahora lárgate, mi abogado te llamará después para la firma del divorcio.

—¡¿Qué?! No, no, no. Fresita, mi amor...

—¡No me llames así, carajo! ¡Si te importara y me amaras no te hubieras revolcado con ella! Doce años de relación y te importo una mierda saber cómo me sentía, sabiendo cuánto me dolía y me duele que hicieras eso, y como un cobarde te escondiste. Evitaste a tus hijos, a tu madre llamándote para saber dónde putas estabas y nada, hasta que el señor se dignó a parecer casi dos semanas después de su gran escena.

Toya estaba que hervía de furia, apretaba los puños con fuerza, incluso sus nudillos tomaron un color blanco por la fuerza que ejercía. ¿Cómo ese malnacido pudo hacerle eso a Shoto? Él le juró a ellos, a toda su familia que protegería y amaría a su hermanito a toda costa. Le juro a Shoto mirándolo a los ojos en aquel altar que nunca le sería infiel, que cuidaría tanto de él como de su hijo.

—¡Eres un hijo de puta! — una tercera voz se había hecho presenta en la discusión de la pareja. Shoto no pudo detener a su hermano, esté se había lanzado con ira golpeando el rostro de Katsuki—. ¡¿Cómo le pudiste hacer algo a él, a Shoto?! ¡Siempre te lo dije, mi hermano es mucho para ti, él no merece una mierda como tú! ¡Desde que te vi entrar con esa mirada arrogante supe que no eras el indicado para él!

—¡Toya basta, lo puedes matar!

—¡Me importa una jodida mierda, él te lastimó! ¡Él te hizo llorar, cuando juró que nunca iba a hacerlo! — cada golpe iba más certero al rostro del rubio casi inconsciente, ni a Bakugo le había dado tiempo de reaccionar cuando aquella bestia que tenía por cuñado ya se le había lanzado a golpearlo.

Shoto como pudo quitó a su hermano de encima de Katsuki. ¿Dónde estaban sus malditos guardaespaldas? Y como si los hubiera invocado estos llegaron enseguida.

—Señor Bakugo, ¿qué...?

—¡No hay tiempo, Toshiba! Llama a una maldita ambulancia, ahora.

Diez minutos después los paramédicos llevaban al rubio cenizo, ahora inconsciente, al hospital. Shoto llamó a Mitsuki para avisarle que su hijo estaba en el hospital, también le dijo que más tarde iría con ella.

𝖥𝗋𝖾𝗌𝖺𝗌 𝖾𝗑𝗉𝗅𝗈𝗌𝗂𝗏𝖺𝗌 / [𝗕𝗮𝗸𝘂𝘁𝗼𝗱𝗼]Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα