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Pov Toni¤

Salimos del local y nos montamos en lo que parecía un ferrari color negro mate con una raya roja en medio.

El chino se subió en el asiento del piloto mientras que Carlo se subió en el de su lado, yo me quedé de brazos cruzados fuera.

—Hostiaaaaa, jajajajaja —rió Carlo mirándome, yo le saqué el dedo de en medio.

—Pato conduce tú, yo me siento en el del copiloto —dijo el xino saliendo del coche, yo retrocedí mientras un escalofrío recorría mi espalda temiendo lo que estaba tramando ese mafioso.

Carlo encantado salió y se montó en el asinto del piloto.

—Fiuuuuuu, como suena esto ¿eh?

—Poni, siéntate —dijo señalando sus piernas, yo retrocedí más.

—Ni de puta coña, estáis locos si pensáis que me voy a sentar ahí, antes prefiero tirarme a Salinas —reproché negándome rotúndamente.

—Venga Toni que tampoco puede pasar nada malo, te prometo que iré lento —dijo Carlo con una sonrisa pícara, yo rodé los ojos y volví a negar.

Me alejé de ellos y me acerqué a un coche aparcado, le pegué un codazo al cristal del conductor haciendo que edte se partiera, metí mi mano por el agujero con cuidado de no cortarme y abrí la puerta desde dentro. Me subí y como aprendí en las calles de Italia, puentée el vehículo. Con el motor preparado, pisé el acelerador y paré junto a ellos, toqué el claxon varias veces hasta que arrancaron.

Después de un trayecto de unos veinte minutos llegamos hasta la ubicación, me bajé del coche con naturalidad y caminé hasta ellos.

—Toni eres un perro tío —comentó mi hermano mirándome mal por haber aguado su broma.

—Seré rubio pero no gilipollas —contesté de mala gana, a veces sus bromas no tenían ni una pizca de gracia y mucho menos si me comprometían.

—A "vel" "anolmales" "dejal" de "peleal" y "seguilme" que no tengo todo el puto día.

El chino empezó a caminar y nosotros le seguimos hasta llegar a un puesto donde había un hombre alquilando yates. Hai pidió uno y al momento le dieron las llaves, bajamos y nos subimos.

Condujo hasta lo que parecía ser el barco donde estaba nuestro contacto, por el camino Carlo a veces bromeaba pero yo le ignoraba porque aún seguía resentido por su intento de broma. Llegamos a nuestro destino y bajamos del yate para subir a una embarcación que parecía casi un crucero.

Yo observaba a mi alrededor memorizando el camino para la próxima vez ir nosotros solos, finalmente llegamos hasta una sala con piano donde había un hombre de alta estatura con barba y vestido de camarero, aparentaba tener unos treinta y ocho años.

—Buenas señor Hai, ¿necesita algo? —preguntó mirando al chino.

—Si, venía a "pol" unas "pilulas" "pala" estos chicos.

—Perfecto, son tres mil quinientos la caja —informó el sujeto, yo me centraba en laa pirulas pero podía notar varias veces como me miraba.

Carlo sacó de su bolsillo el dinero negro del badulake pero Hai le impidió dárselo.

—Esta vez pago yo —ofreció mientras sacaba su billetera, yo me sorprendí.

—Tranquilo no pasa nada, si el rubio me concede una cena se lo dejo a mil quinientos la caja —me guiñó un ojo descaradamente, yo me entremecí un poco mientras Carlo reía por lo bajo.

—¿Cuántas pirulas son por caja? —preguntó Carlo aguantándose la risa.

—Veinte.

Carlo me lanzó una mirada significativa, diciendo "acepta, acepta". No me consideraba una persona fácil de comprar pero, ¿qué podría pasar por cenar con ese hombre? En caso de que intentara hacerme algo no titubearía a la hora de sacar la navaja italiana y destriparle.

—Está bien, Carlo dale el dine...

—Pato no le va a "dal" nada "polque" lo voy a "pagal" yo —interrumpió Hai con mal tono.

—¿Pero entonces se mantiene la oferta o...? —intentó sugerir el barbudo.

—No, aquí nadie va a "salil" a "cenal" con nadie, lo "pagalé" yo y al "plecio" inicial —el chino le entregó un fajo de billetes, ¿acaso Carlo tendría razón.

El hombre resentido aceptó el fajo y le dió siete cajas de pirulas. Mientras salíamos del sitio, mi hermano se acercó a mí.

—¿Has visto como se ha puesto celoso y lo ha pagado él? —inquirió dándome un codazo, yo me limité a permanecer callado y a bajar la mirada avergonzado, ¿de verdad le gustaba?

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—Bueno chino nos vamos, gracias por las pirulas y eso —agradeció Carlo subiéndose al BMW.

—Si "clalo" —yo me iba a subir pero algo me detuvo—. Poni, tú no tengo que "hablal" algo contigo.

Yo me estremecí y miré a Carlo que se aguantaba la risa, yo le hice un puchero pero el joputa cerró la puerta con pestillo antes de que pudiera entrar para "escapar" de esa situación tan incómoda.

—¡Bueno yo os dejo con vuestras cosas, nos vemos mañana! —gritó sacando la cabeza por la ventanilla para luego irse cagando hostias.

—¿Y bien?, ¿pasa algo? —me giré hacia él de brazos cruzados, al ser más alto que yo tuve que alzar la cabeza un poco.

—¿Conque me odias y me "quieles" "muelto" eh? —dijo alejándose de mi para ponerse a dar vueltas, yo me mantuve impasible—. Si Poni, lo escuché todo.

—... —tragué saliva pensando en mis palabras— Pues si, lo decía enserio, ¿algún problema que deba saber?

—No solo que... —en un movimiento rápido me acorraló contra el capó del coche apoyando sus manos en los laterales sin dejarme escapatoria— "Pol" mi si te "mulielas" "ablilía" una botella de champán y "blindalía" por "habelnos" "liblado" del "estolbo" que "eles" "pol" que a mi "palecel" tu "helmano" es el único competente.

Dicho eso se separó de mí dejándome aún apoyado en el capó. ¿De qué cojones iba este tío? ¿Amenazándome? ¿A mí?

Saqué mi estilete italiano del cinturón y me deslicé por su espalda, antes de que pudiera darse cuenta yo ya lo había empujado contra una pared y tenía la fina y delicada hoja de mi arma contra su cuello, me sostuvo la mirada mientras el metal rozaba su garganta.

—Escúchame muy bien chino de mierda porque no hay nada que odie más en esta vida que el hecho de que me tomen por un ritardato mentale, me da exactamente igual quién seas o qué digas porque a mí no me amenaza nadie, ¿e'inteso? —mi rostro estaba muy cercano al suyo pero no me importaba, si algo aprendí en Italia era no dejarte humillar ni intimidar por absolutamente nadie. Después de unos segundos me separé y le apunté con mi arma— Y ni se te ocurra tocarle ni un pelo a mi hermano, porque como lo hagas no seré tan generoso la próxima vez que la hoja de mi cuchillo roce tu garganta.

Guardé con agilidad mi estilete en su sitio y me marché a paso altivo. Era consciente de que siendo un mafioso Hai tenía una pistola guardada en el interior de su chaqueta, exacto, "tenía", pues ahora cuando la busque se dará cuenta de que se la acabo de robar sin que se haya dado cuenta. 

¿Solo un Sugar daddy? ||| HANI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora