Cada día que pasaba, Minho se sentía peor. La escuela se había convertido en un infierno y cualquiera que se le cruzara le decía que su Hannie estaba mejor en el cielo, algo que solo lo destrozaba más. Sus padres le recalcaban constantemente lo mal hijo que era debido a que sus calificaciones en el programa escolar habían bajado y recibía constantes avisos de expulsión por faltar a clases casi todos los días. Sus amigos intentaban que saliera para poder animarlo un poco, pero siempre terminaba llorando, porque todo le recordaba a Han Jisung. Ya ni siquiera podía fingir sonreír como lo había estado haciendo durante meses, porque todo se volvía demasiado difícil para él.

El único lugar donde sentía que estaba medianamente seguro, era la casa de la madre de Han. El aroma del hogar era una mezcla de especias y velas perfumadas, y la mujer siempre lo recibía con una sonrisa cálida. Cada vez que se sentía mal, iba al dormitorio del menor, llevaba su preciada manta azul y la abrazaba, sintiendo el olor de su difunto novio, pero con el tiempo, aquel aroma se fue desvaneciendo. Hablaba con la madre de su Hannie, pero el hecho de que se parecieran tanto solo lo destruía más.

Finalmente, sus clases acabaron, indicando que ya podía irse a casa o a la residencia, pero no fue a ninguno de los dos lugares, sus amigos no se lo permitieron. Querían animarlo un poco con las cosas que a él le gustaba, y las que dejó de hacer después de la muerte de su novio.

Primero lo llevaron a un karaoke, donde las luces de neón parpadeaban y el sonido de la música retumbaba en su pecho. No fue buena idea ir, ya que Minho escogía canciones tristes que lo hacían llorar. Pero sus amigos, Changbin y Christopher, tenían la esperanza de poder subir su ánimo con otras cosas.

¿Parque? Los árboles de cerezo estaban en plena floración, y los pétalos rosados le recordaban a las mejillas de Han cuando se sonrojaba.

¿Playa? Para Minho, cada grano de arena que pisaba le recordaba a los momentos felices que había pasado con su novio. Habían planeado su futuro juntos en ese lugar, soñando con tener una casita y pasar los veranos allí.

¿Cine? La pantalla brillante y las risas de los demás espectadores lo distraían por un momento. Pero la película de romance que sus amigos habían elegido solo lo hacía pensar en cómo nunca más tendría la oportunidad de abrazar a Jisung y decirle cuánto lo amaba.

Sentían como si no conocieran a su amigo. En realidad, nunca lo hicieron por completo. Jamás supieron por qué odiaba tanto a sus padres, por qué le daba miedo mostrar sus talentos ocultos, o por qué le gustaba ir a la biblioteca (nunca fue para leer, sino para ver al chico que le gustaba). Ni siquiera sabían su color favorito y el porqué de que le gustara tanto.

Minho siempre escuchaba y veía a los demás, sabía de sus preferencias, las cosas que odiaban, las cosas que hacían mejor, e incluso sabía de cosas tan simples como sus cumpleaños.

Porque sí, él cumplía 18 años, y nadie parecía recordarlo.

Siempre había imaginado una gran fiesta donde todos los estudiantes de su escuela fueran invitados, él bailando con su novio, bebiendo hasta emborracharse y luego haciendo locuras. Queriendo probar cosas nuevas y comprando su propio apartamento para finalmente ser independiente, sin necesidad de estar con sus molestos padres. Pero nada de eso estaba sucediendo, y sentía que jamás podría lograrlo.

El sonido de su teléfono empezó a sonar, era la madre de Jisung, interrumpiendo su conversación con sus amigos. Un suspiro cansado escapó de sus labios antes de alejarse un poco para responder la llamada.

—¿Hola? —La voz de Minho sonó apagada y sin ánimos.

—Encontré algo en el armario de Jisung, ¿puedes venir ahora?

Minho miró a sus amigos, sintiendo la incomodidad crecer en su pecho.

—Sí, sí puedo. Estaré allí en unos 20 minutos.

Hablaron un poco más y luego colgó la llamada, avisándole rápidamente a los chicos. Ellos se negaron a que fuera solo, así que lo acompañaron hasta el hogar de la mujer. El camino fue silencioso y tenso, y la ansiedad crecía en Minho a medida que se acercaban a la casa.

Al llegar, tocaron la puerta y esta fue abierta en menos de cinco segundos, dejando ver a la madre del menor, quien llevaba un gorrito de cumpleaños y un regalo en sus manos. Ella abrazó a Minho fuertemente y acarició su espalda, felicitándolo por cumplir 18 años. Oh, las caras de sorpresa de Christopher y Changbin solo hacían que Lee quisiera reír. Definitivamente no lo habían recordado.

—Hijo, venga, le horneé un pastel. 18 años no se cumplen todos los días.

Cuando escuchó esas palabras, sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. Ella lo veía como un hijo y lo trataba realmente bien, le brindaba el amor que sus verdaderos padres nunca le dieron, y eso lo hacía querer llorar.

El resto de la tarde consistió en una bonita celebración, aunque sus amigos habían olvidado su cumpleaños, él aceptó sus disculpas. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía realmente feliz y querido. Apenas abrió el regalo, no pudo contener las lágrimas. Su Hannie lo había preparado hace mucho tiempo, era una caja llena de cartas y dibujos hechos por él, además de un pequeño peluche.

Ya llegada la noche, era hora de ir a casa. Sus amigos lo acompañaron hasta su hogar, y cuando llegó, su ánimo bajó considerablemente, tanto que empezó a llorar. No podía soportarlo, no podía soportar estar sin su novio a su lado.

Era como una bomba de tiempo a punto de explotar, y todos a su alrededor lo sabían.

Excepto sus padres.

Excepto sus padres

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Inefable › MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora