Capítulo 25 - Amistad

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Mientras hacían los ejercicios, Milagros se detuvo un momento para tomar aire, Cecilia hizo lo mismo, fue ahí que Kendall les dijo a ambas:

—No se tomen demasiado tiempo para respirar, recuerde que cada segundo entrenando contará al momento de las misiones.

—Si, pero ya sobrevivimos por cuatro semanas en la ciudad más infectada del mundo, esto será más de lo mismo, no veo la razón de estos entrenamientos —decía Milagros mientras respiraba agitadamente.

—Estoy de acuerdo con mi hermana, ya sabemos sobrevivir, no necesitamos estos entrenamientos.

—Estos entrenamientos son porque esta vez no solo están en juego sus vidas, sino también las de otras personas —dijo Kendall a ambas.

—Bueno eso es verdad, ya no solo se trata de nosotras, esta vez será más que solo salvar nuestras vidas —dijo Milagros mientras se ponía de pie.

—Y ya que tocaron el tema, ¿cómo lograron sobrevivir en esa ciudad?

—Bueno, la verdad es que de no ser por Sebas y José ya estaríamos muertas, ya que ellos nos salvaron una vez de una horda de infectados; pasó el día que nos conocimos, y desde entonces decidimos sobrevivir los cuatro juntos —dijo Milagros a su entrenadora.

—Y ese tal Sebas siempre es así de fastidioso —dijo Kendall bromeando.

—No lo es —dijo Cecilia, mientras tomaba agua de una botella y agregó—: Solo te falta conocerlo mejor.

—Mi hermana tiene razón, él transformo su departamento en un refugio y nos dejó vivir ahí; junto a José, siempre nos protegieron a Cecilia y a mí a lo largo de estos días; más que amigos, los vemos como hermanos mayores.

—Somos una familia y siempre cuidaremos los unos a los otros, fue por eso que quisimos participar de las misiones de rescate, ya que no vimos justo que solo ellos arriesgaran sus vidas, así que decidimos ir con ellos —dijo Cecilia.

Kendall entonces se quedó pensando en silencio por unos segundos, luego reaccionó y dijo a las hermanas:

—Luego tendremos oportunidad de hablar de ello, por ahora sigan con su entrenamiento.

Milagros y Cecilia comenzaron de nuevo a hacer los trotes, mientras que Kendall pensó por unos segundos, diciendo en voz baja:

—Al menos a ellas sus amigos no las abandonaron.

Finalmente, el reloj marcó las seis de la tarde, concluyendo así con el largo y cansado día de los supervivientes.

Todos fueron a darse una ducha y luego se dirigieron al comedor para cenar. Ya estando ahí, los supervivientes hablaban de lo difícil que fue para ellos este día.

—Va ser muy complicado hacer esto por dos semanas —dijo José.

—Y piensen que se pondrá mejor con el pasar de los días —comentó Marcell bromeando.

—Gracias por animarnos bro.

—De nada bro.

—No creo poder con todo esto. ¿Alguien sabe cuánto cobra un taxi a DeepOcean? Creo que estaré mejor en mi tienda de armas. —dijo Alex bromeando.

—Tranquilo, ya te adecuarás a levantarte a las seis de la mañana y hacer ejercicio cinco días por dos semanas —le dijo José.

—En lo que conversaban, a la mesa llegó Kendall y dijo:

—¿Y de qué tanto hablan?

—De nada interesante, seguro te aburrirás así que mejor te recomiendo no acompañarnos —dijo Sebas mostrando una sonrisa falsa.

—Pues fíjate que no, me quedaré.

—Entonces yo me voy, me iré durmiendo.

—Sí, mejor, no es necesario que te quedes.

—¿Saben qué? Mejor me quedo.

Todos comenzaron a incomodarse por la situación, que para su mala suerte no parecía acabarse pronto.

—A propósito, ya veo que les fue bien en su entrenamiento; tal parece que estarán a la altura, o bueno casi todos —dijo Kendall refiriéndose a Sebas.

—Así es, nos fue bien a todos, realizar los rescates será pan comido —contestó Sebas tratando de no darle importancia a las bromas.

—Eso ya lo veremos. Podrás alardear una vez que hayas completado las misiones.

—Como dije, será pan comido, y lo será aún más si no hay ciertas personas acompañándonos —mencionó Sebas.

—No te preocupes, es obvio que te refieres a mí, pero desde ya les digo que no soy de ir en grupos.

—Por qué será...

—Será por alguna razón que no te incumbe.

—Probablemente sea porque nadie te soporta y por eso tienes que ir sola a hacer tus misiones —dijo Sebas desafiante.

Kendall comenzaría a fastidiarse, esto lo haría evidente con la expresión su rostro mientras contestaba.

—Ya dije que eso no te incumbe.

—Es algo obvio, no tienes porqué negarlo.

—¿Oye bro te parece si lo dejamos ahí? —dijo Marcell tratando de parar la discusión que de a poco se tornaba más seria.

—Solo quiero que acepte que es fastidiosa y que por eso nadie quiere hacer misiones con ella.

—Ya que eres demasiado curioso, entérate que hago mis misiones sola porque así lo quiero, ya que trabajo mejor cuando no tengo compañeros.

—Sí, claro, para la próxima inventa una mejor excusa.

—Estoy diciendo la verdad cabeza de alcornoque, trabajo sola porque no se puede confiar ni en tus propios compañeros.

—Pues en eso sí que estás equivocada. ¿Por qué no confiar en un compañero? ¿Crees acaso que te traicionará o algo por el estilo? Es imposible que justo ahora que nuestra especie está en peligro haya personas con malas intenciones, solo piénsalo, es ridículo.

—El ridículo eres tú. ¿Qué pensabas? ¿Qué porque estamos en el apocalipsis las personas automáticamente se volverán seres de luz y bondad?

—No tendría sentido nada de eso, yo pienso que las personas ahora más que nunca están uniéndose para poder vencer esta catástrofe mundial.

—Piensa mejor entonces, las personas son lo verdaderamente peligroso aquí, se aprovechan de la locura y del caos, cometen atrocidades contra los demás, y ahora que la ley y el orden han dejado de existir, todos sacarán a relucir sus más bajos instintos.

—¿Y estás tan segura de eso? —preguntó Sebas con cara burlona

—Yo fui víctima de eso, del verdadero rostro del ser humano.

—Pues no porque solo tú hayas tenido la mala suerte de toparte con un tipo de esos tienes el derecho de meter a todos en el mismo saco.

Apenas Sebas dijo eso, Kendall se levantó de su asiento, estando totalmente disgustada, se dio la vuelta y dijo antes de irse:

—Supongo que tuve muy mala suerte entonces, de encontrar a un tipo malo entre tantas personas buenas.

Seguido de decir eso se fue de la cafetería. Luego de ver eso, José se dirigió a Sebas y le dijo:

—Creo que ahora sí te pasaste con eso último que dijiste.

—¿Tú crees? La verdad creo que sí me pase —dijo Sebas.

—Bueno, solo te quedará disculparte. 

Death in Deep: Muerte en lo ProfundoWhere stories live. Discover now