Todo en su lugar

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Cuando todo se volvió perfecto, tan perfecto como no existe.

Estalla en tu mente la idea de "Este momento, este precioso momento es perfecto"

Es mentira, no existe la perfección incluso en aquello que te hace sentir tan feliz pero eso también es parte de su encanto.

Si existiera un solo momento en tu vida que fuera plenamente perfecto pasarías el resto de tu vida preguntándote porque el resto de ella no es igual de perfecta.

En el espacio donde Souichi se encontraba todo rayaba en la perfección y como humanos que somos y desconociendo tanto ese término todo era demasiado extraño.

Los inconvenientes habían dejado de existir.

Todavía conserva este amor a su espacio así que cuando lo quiere simplemente se encuentra solo cómodamente sentado con aquel libro que nunca pudo comprar porque sencillamente nunca lo encontró.

Cuando siente que extraña a su tía aparece en su casa y esta lo consiente como si volviera a ser un niño, le cuenta un montón de historias que parecen nunca terminar, historias que le gustaban de niño, anécdotas de su infancia. Ven televisión juntos y se divierte mientras ella le cocina. Ella no permite que se acerque pues quiere mimarlo y se muestra tan feliz.

¿Qué estaría haciendo ella en realidad? Llorando sin parar en cuanto se encontraba sola y cocinando para que el resto tuviera algo que comer aunque ellos no tenían mucho apetito, lo que hacía era convencerlos de descansar, de comer, de cuidarse, mantenía esa dulzura porque sabían la necesitaban.

Lo que ella hacía era hablar mucho con su cuñado y limpiar las lágrimas de todos aunque con él único que podía llorar era con Souijin su dolor se asemejaba bastante.

Y pedía, rogaba con toda sus fuerzas que su querido niño despertará. También le pedía perdón a su hermana por no cuidarlo adecuadamente.

Souichi quería ver a su padre y de inmediato estaban en la sala, su padre le hablaba de sus hallazgos y de todo lo que había visto, Souichi le contaba también de sus trabajos, Sus temas de conversación eran diferentes pero ambos se miraban emocionados al hablar de aquello que les apasionaba. Souichi se sentía como cuando de niño su padre llegaba de trabajar y le contaba su día y él le contaba de la escuela, su padre siempre parecía muy interesados en las cosas simples de aquel niño.

Su padre que pasaba días y días en aquel hospital hasta que sus ojos se rendían de cansancio, que bajo sus ojos empezaban a aparecer ojeras mucho más presentes por su blanca piel. Su padre fingía estar bien en cuanto estaban los demás y permanecía esperando y al verlo te parecía que esperaría para siempre si eso pudiera ayudar. Y tenía la sensación de que si lo hacía.

Souichi quería ver a sus hermanos y de la nada aparecía con ellos jugando juegos de mesa y riendo de cualquier tontería de la televisión. Ahí era perfectamente posible. Comía feliz con ellos aunque la comida ya no le sabía a nada y era aún mejor que los viejos tiempos porque siempre tuvo que cuidarlos incluso antes de que su madre se fuera sintió esa responsabilidad de hermano mayor. Pero aquí se sentía como si pudiera ser niño con ellos sin importar nada más y podía disfrutar de ello sin preocuparse por cuidarlos porque todo era tan alegre. Había un poco de comida chatarra tirada en el suelo que habían tirado al jugar pero no les importaba.

Sus hermanos que ahora no se esforzaban ni en disimular su dolor, Tomoe era sostenido por Kurokawa, Kanako rechazaba todos los brazos aunque le era fácil llorar en un instante no quería ser abrazada. Los dos lucían cansados y desalineados de no ser por su tía ni se bañarían o comerían.

Pasaban mucho tiempo juntos apoyando su cabeza en el hombro del otro sintiendo que faltaba él. Que siempre había estado ahí regañándolos y cuidándolos.

Cuidaban de su padre al verlo mal. Habían sido tres, todos sus recuerdos más viejos y valiosos estaban impregnados de los tres juntos y ahora solo había dos.

Kanako extrañaba ser una niña y la figura de su hermano mayor ayudándola a encontrar el camino.

Tomoe extrañaba aquella fuerza que este desprendía, la postura de lo correcto y lo invencible.

Los dos extrañaban las bromas y las riñas con Souichi. Se sentían tan perdidos sin él que solo entonces se dieron cuento de lo indispensable que les resultaba en su vida. Nunca se plantearon perderlo pero ahora parecía posible.

Los dos sea aferraban a cuando recientemente Tomoe le pregunto si estaba bien y este aún dormido calmo su ceño. Les pareció que seguía ahí, invencible y que solo debían esperar pero eso también es doloroso.

Cuando Souichi quiere estar con Morinaga, el hombre que le había robado sus sentidos y la razón, aquel con quien perdía el piso, Morinaga aparecía a su lado abrazándole y siendo tan amable como solo él sabía serlo.

Morinaga era también su adoración se había enamorado de ese hombre maravilloso incluso antes de lo que podría decir, antes de entenderlo ya le había entregado todo.

Lo amaba como nunca antes había amado antes, le admiraba y le parecía la persona más increíble aun cuando este se comportaba como un niño haciendo rabietas. Adoraba su cabello negro, su cuerpo fuerte, su piel suave, sus manos fuertes, su corazón bueno y la paciencia que le demostraba. Lo amaba como nunca sería capaz de amar a nadie más, lo amaba y lo adoraba lo suficiente como para lidiar con el largo y pesado camino de cambiar aquellas cosas tan atroces de su personalidad para hacerlo feliz con cosas tan pequeñitas.

Lo amaba y cuando quería tenerlo ahora lo tenía, recostado en sus piernas, acariciando su cabello, besando su boca y su piel.

Mientras el corazón de aquel hombre amable se rompía solo de ver a su querido tendido en esa cama poniéndose cada vez más pálido, veía como la vida se le iba y no podía hacer nada al respecto solo observar. Estaba siendo torturado, estaba sintiendo un dolor que nunca se creyó capaz de sentir.

Y ya que no era nadie ahí nadie podía acercarse de la forma adecuada. Se bañaba cada día y ahora le hablaba a su amado, le contaba de lo que había visto y de lo que no también, le decía que cuidaría de su familia, que lo amaba y en su desesperación al verlo tan mal también le dijo

—Puedes marcharte si estás sufriendo Senpai, estaremos bien— Lo dijo y se odio por sugerirlo, todo ese día estuvo el doble de ansioso pensando que aquello pudo ser escuchado y que Souichi tomaría la sugerencia y dejaría de luchar, a cada instante sentía que había muerto y cuando finalmente paso el día se dio cuenta que no podía dejarlo ir pero también se dio cuenta que Souichi no lo estaba escuchando.

No le dijo a nadie, no quería romper las esperanzas del resto.

Acariciaba la mano tan delgada de Souichi, asustado por notar cada vez más sus huesos, no estaba siendo suficiente.

Cuando Souichi los quería a todos juntos así los tenía, una comida familiar donde también incluía a Kurokawa e Isogai, donde todo era tan ruidoso como el pudiera soportar y todos lucían tan felices como él quería que lo fueran, un lugar donde podía besar a Morinaga sin importarle ser observado, un lugar donde todos se reunían como si eso fuera lo más usual en sus vidas.

Souichi estaba en un escenario donde todo era perfecto para él y para los que amaba.

Mínima concienciaWhere stories live. Discover now