Pedazo de corazón

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Había un aroma diferente cuando despertó temprano aquella mañana.

Había un aroma y eso por si solo ya era algo nuevo, escucho también un tarareo acompañado por las voces de su familia.

Aquel tarareo que sonaba animado y calmado, esa voz que podría reconocer en cualquier lado y así fue. Era ella.

Al acercarse a la cocina vio su figura, estaba ella rodeada por su tía que parecía estar ayudándola a cocinar y su padre del otro lado que contento cantaba alguna canción

También estaban sus hermanos sentados a la mesa y felices por tenerla ahí.

Morinaga entro a la cocina por detrás de Souichi y le extendió a la mujer algo que ella le había pedido con anterioridad.

Entonces Souichi pudo verla, primero su perfil hasta que ella giro completamente. Era ella.

Tenía el cabello corto como la última vez que la vio pero estaba recogido por una pequeña y graciosa coleta, tenía también unos broces para que su cabello no le estorbará pero aun así un mechón de su cabello castaño caía en medio de su frente.

Llevaba un vestido amarrillo largo con un poco de blanco sin mangas, Souichi recordaba aquel vestido de una vieja foto de antes de que él naciera, siempre había sido su favorito pero se había desgastado.

Lucía joven, como cuando se fue, cuando se fue ella era joven pero debido a la enfermedad nadie podía prestar atención a ello cuando se miraba tan mal. Ahora se veía joven pero llena de vida, sus mejillas estaban coloradas como si hubiera llegado recién en un fuerte calor y su piel tenía color, un color que Souichi solo recordaba por fotografías, era un poco morena, menos blanca que su hijo y su marido.

Estaba ahí de pie, como no la recordaba, ahí sonriente y joven lo que la hacía destacar entre su padre y tía que se notaban mayores que ella.

Sus ojos cafés se posaron delicadamente en su persona, sus pestañas largas y una sonrisa se dibujó en su rostro, al principio parecía tan sorprendida como Souichi pero poco a poco su expresión cambio.

—Hola querido, viaje difícil. Traje bocadillos— comento como si nada

— ¿Qué haces aquí?— dijo Souichi sin pensar mientras se acercaba más y Morinaga tomaba el control de la comida de la mujer

—Oh cielo, ¿No me digas que olvidaste mi visita? Tan feliz estoy de verte

La mujer tenía un paquete en su mano, los bocadillos que había mencionado, abrazo a Souichi con una mano pero con mucha fuerza, al principio ella no parecía entender muy bien que hacer pero en cuanto sintió a su hijo el abrazo se hizo más cariñoso.

Era ella su querida madre, Hana Tatsumi tan joven como cuando se fue pero aún más llena de vida.

Ese día fue otra comida familiar pero esta vez con la familia completa, todos actuaban como si Hana solo hubiera estado en un largo viaje y como si ya estuvieran esperando su regreso, le preguntaban mil cosas sobre su viaje y Hana contestaba a cada pregunta atentamente, todos querían estar cerca de ella, su esposo le tomaba la mano, su hermana le preguntaba cada tanto si necesitaba algo y sus hijos la abrazaban y no dejaban de mirarla.

También era como si Morinaga y ella ya se conocieran, se trataban todos con naturalidad pero felices por su regreso, aquellos que se supone nunca la conocieron le hablaban como si la conocieran de toda la vida.

Para Souichi era ver un fantasma.

"Ella no puede estar aquí, está muerta"

Era este su pensamiento más recurrente que le impedía disfrutar de la felicidad de todos los demás.

Lo pensó y Hana lo miro como si hubiera escuchado aquel pensamiento en lo alto, Souichi se sintió descubierto y fingió comer pero la mirada de su madre era fija y penetrante.

Después siguió charlando muy feliz.

Souichi no habla mucho porque la presencia de su madre le parece un misterio que no lo deja tranquilo, aquel abrazo que le dio lo sintió tan real que le hizo cuestionarse todo lo demás.

Mínima concienciaKde žijí příběhy. Začni objevovat