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Está oscureciendo, y aún no tengo todas las cosas. Por suerte, pude convencer a Alex de que se fuera con Lili, pero no se lo dije echando la de la habitación, solo se le dije que estaría bien aquí, que leería un poco y que luego me iría a dormir —sí, dormir bajo las estrellas en el precipicio—

Tengo la manta, el abrigo (por si acaso), un almohadón, Doritos y dos gaseosas. Me falta los alimentos y ya estoy, espero que salga como lo planeé. Metí todo en mi mochila, si alguien me pilla, le diré que me estaba yendo de la habitación de una "amiga". Listo, soy un genio, tengo todo planeado a la perfección, ahora solo falta actuar.

De puntillas, salgo de la habitación y cierro con dos vueltas. Otra vez con puntillas, camino por todo el pasillo desolado. Aferró la tira de mi mochila a mi hombro, respiro profundo y salgo del edificio. Tomaré la misma ruta que habíamos hecho con Lili, esa se me hizo muy rápida.

Las ramas de los árboles se mueven, formando un baile muy entretenido de ver, las hojas crujen bajo mis pies, haciendo que todo mi cuerpo se estremezca. Me detengo a respirar el aire puro y sigo mi caminata hasta llegar a precipicio.

Me costó llegar, pero lo hice. Acomode todo, pongo la manta al costado de la gran roca, coloco los paquetes de malvaviscos arriba de esta, también los dos refrescos. Dentro de mi mochila, hay una pequeña bolsa con tres sándwiches de queso.

Con mis manos a mis costados, veo como acomode todo, la manta con todo arriba, los bocadillos se ven deliciosos. Me quito mis zapatillas viejas y me acuesto en la manta para ver la luna y las estrellas.

Dejo caer mis manos detrás de mi cabeza, subiendo mi pie arriba de mi muslo. Qué pena que olvidé mi teléfono, hubiera sacado unas fotos magníficas.

Abro el paquete de malvaviscos, los voy comiendo uno por uno «¡Deliciosos!». Olvidé el chocolate, pero está bien, la próxima lo traeré. Abro el otro paquete y los devoro hasta la mitad, no voy a comer todo ahora, debo dejar para unas horas más.

Un crujido se escucha a mi espalda, volteó, pero no veo a nadie. ¿Pero qué mierda?

Volteo, un poco de nervios recorre mi estómago. Agarro la lata de Coca-Cola, la abro, escuchando el sonido que hace cuando es abierta, y bebo un sorbo dejándola a mi lado. Un pequeño eructo deja mis labios acompañados de un hipo, me tapo la boca pero sigo hipando.

—No debiste beber rápido. —Una ronca voz, conocida, habla. Blanqueo los ojos y volteo.

—No te interesa, largo de aquí, no eres bienvenido.

—Primero que nada, este siempre fue mi lugar y segundo, por favor, ¿sigues enojada? —Se acerca a mí y toma asiento a mi lado.

—¿Enojada? —exagero, colocando mi mano en mi pecho de una forma dramática—. ¿Por qué lo estaría?

—Déjame adivinar, los tres nos complotamos para echarte de la habitación y porque tu querido hermano, volvió todo golpeado.

—Estás errado en lo que dijiste.

—Pero, ¿sí estás enojada? —eleva una de sus cejas.

—Sí.

—¿Por qué?

—¿No lo recuerdas? El liderazgo, los grupos, suerte con lo de ser líder y bla-bla-bla.

Besos Robados [#1]Where stories live. Discover now