Tomé una piedra pequeña del suelo y se la lancé a la cabeza.

—¡Eres un estúpido! —le grité. Ni la pedrada le hizo callarse, fue Aaron quien puso algo de orden.

—Dejen de gritar. El carroñero pude escucharnos. Se supone que eres nuestra guía aquí, llévanos a las cuevas —me pidió.

Tomé la delantera, al pasar empujé a Liam. Las cuevas estaban por la zona rocosa, apartadas del camino. Había que adentrarse en la montaña.

Pasar por ahí con los zapatos del colegio no fue buena idea, me andaba torciendo los tobillos y los iba a dejar muy maltratados.

Llegamos a la primera cueva, la más cercana al lugar donde habíamos encontrado al animal muerto el día anterior. No era muy profunda y debía tener como un metro y medio de altura.

Aaron se puso delante de mí y me ordenó mantenerme ahí. Prendió una linterna y agachándose bastante entró con su hermano. Lo seguí con cautela, abrazando mi bolsa de sal. Ambos chicos se pusieron de cuclillas y apuntaron hacia lo que parecía un grupo de huesos.

—Estos ya están secos y no hay presas frescas. Si estuvo por aquí fue hace tiempo —explicó Aaron.

No sabía si aquello debía tranquilizarme. Esa cosa no estaba ahí, podría estar en cualquier lado.

Pasamos dos horas buscando, destrozándome los pies entre las piedras y revisando otras cuevas. Vacías todas. Cuando por fin le presté atención a mi teléfono, encontré montones de mensajes de Tiago y Steve, preguntándome dónde estaba.

Respondí antes que a alguno se le ocurriera llamar. Como el sol ya se iba a ocultar, decidimos bajar.

—Si no lo encontramos ¿creen que pase algo? —le pregunté a los chicos.

—Puede que solo se quede en la montaña, comiendo animales muertos. Como puede que baje hacia el pueblo si no halla mucha comida aquí.

—Y si baja y mata a alguien, ¿qué haremos?

—Inventar una excusa —intervino Liam—. Como hacemos siempre.

—¡¿Cómo puedes tomarlo con calma?! No quiero que lastime a nadie. Yo soy responsable de esa cosa, debo encontrarlo —dije. No podía evitar pensar si en todos los años que tenía de vida, alguna criatura que yo había traído había lastimado a alguien.

—¿Por qué crees que eres la responsable? —me preguntó Aaron.

—Porque ya lo dijiste, aparte de ustedes, yo soy la única portal aquí. ¿O fueron ustedes quienes lo invocaron, trajeron o lo que sea?

—Maya, hay varias formas de abrir portales. No necesariamente fuiste tú. De haber invocado a un carroñero, te habría atacado. Otros entes como los parásitos e incluso los humanoides buscan dónde esconderse ni bien pasan el portal. Los carroñeros no. Atacan lo primero que ven y no es tan sencillo traerlos en sueños.

Con la explicación de Aaron me sentí más tranquila. Al menos ya tenía la certeza de jamás haber invocado algo tan peligroso.

—No sabía eso, tiene sentido. Necesito tu infografía sobre los entes, para saber de estas cosas, y cómo se abren los portales también.

—Te pasaré documentación en el otro lado.

Genial... En el universo T51, ya había acabado el colegio y pensaba nunca tener que volver a estudiar. Suficiente tenía con el universo T52, y ahora me tocaba aprender sobre criaturas interdimensionales y portales.

—Debo irme a casa — Les avisé al llegar de nuevo al sendero hacia el pueblo—. Por cierto, Liam. No sé si Grecia ya te lo dijo, pero no quiere una relación con nadie, así que por favor, déjala tranquila. —Antes que se fuera aproveché de soltarle sin tacto, él era un fastidio, no me importaba herir sus sentimientos.

TransalternaNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ