D I E C I S E I S

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Lunes 28 de mayo 2020

7:31am

TEMPEST

—Por favor, si sucede cualquier percance no dude en contactarme.

—Señora tranquila, la está dejando en buenas manos.

—Pero..

—Se le hará tarde, no sea boba. —Antes de poder refutar otra petición, Maria, —la encargada de la guardería—, me arrebató a Hoffnung de los brazos que yacía entre dormida sobre mi pecho con una sonrisa divertida, y se adentró en el interior del local llevándose con ella mi corazón en sus manos. Al parecer las madres con apego emocional eran su pan de cada día, así que debía de estar acostumbrada tras no mostrarse con una actitud recia ante la media hora que la mantuve planteada frente a la puerta proporcionándole hasta el número de mi nuevo lugar de trabajo.

A regañadientes me hice camino hacia la dirección planteada en la tarjeta proporcionada por mi jefe hace una semana después de subirme al auto, no había logrado descansar lo suficiente este domingo, así que la cara de mierda que llevaba que a pesar de que cubrí las ojeras con un poco de maquillaje, no se me quitaba.

Poseía la fortuna de haber conseguido una guardería a tan solo dos esquinas del trabajo, así que no habían pasado dos minutos cuando ya estaba terminándome de estacionar en el parqueo subterráneo que poseía la empresa después de enseñarle al portero mi credencial.

La distribuidora no era ni la quinta parte de la magnitud que poseía la central, un edifico de treinta pisos de paredes de cristal con estacionamiento subterráneo de dos niveles, así como en la parte trasera para los empleados. No pude evitar impresionarme, así como agobiarme, los lugares de gran tamaño no eran lo mío. Me había convertido en una persona minimalista.

Tras repasar el labial en mis labios y alborotar las ondas de mi cabello después de darme un vistazo por el retrovisor, baje del carro con paso conciso y caminé hacía el ascensor teniendo la fortuna de encontrarlo vacío y dirigirme al primer piso para después pedir información mientras con firmeza sostenía mi maletín contra mi pecho. Lo primero en recibirme fue el iluminado blanco marmoleado tanto de las paredes como de los inmuebles e uniformes del personal que hacia deslucir en gran medida el rojo vino de mi vestido al estilo vintage que segundos antes modelaba con orgullo y que ahora aborrecía.

Las ganas de pulsar otro botón en el ascensor ascendieron tras acaparar la atención al dar un paso fuera del cubículo y caminar hacia la recepción tratando de mantener una mirada neutra y tranquila, los nervios no me iban a derrumbar.

Y mi pánico escénico tampoco.

—Buenos días, ¿En que puedo ayudarle? —Exhortó la recepcionista al levantar su mirada del monitor que yacía enfrente al percatarse de mi presencia.

—Buenos días, me podría facilitar por favor en que piso yace el área de contabilidad. —Logre articular al poner el nerviosismo de mi voz a raya.

—Por supuesto, ¿Me permite su credencial?

—Claro.

Y después de vente minutos de llenar un formulario para mi nuevo pase de ingresó y una que otra palabrería, ya estaba rumbo a mi nueva oficina, la cual yacía en el décimo piso para mi desafortunada suerte de pacotilla.

Mi miedo a las alturas gritaba en mi interior; "¡Hurra!".

Así como el primer piso, el décimo estaba repleto de blanco exceptuando uno que otro cuadro pintoresco de colores opacos, el silencio que habitaba al rededor al contrario de la recepción era alarmante, me hacía odiar el chirriante sonido que provocaban mis tacones de tacón bajo en cada pisada, y creo que las miradas repudiables que me obsequiaba cada persona de lo que supongo que eran parte del personal del área que me encontraba que con pasos cuidadosos pasaban a mi costado, me dejaba saber perfectamente a consciencia que no era la única.

TEMPESTWhere stories live. Discover now