Capítulo 4 - Emily

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―Bienvenidos, suban con cuidado ―repito a cada grupo de personas que se acerca al ferry.

Hoy hace un día excelente, por lo que no es de extrañar que la mayor parte de los visitantes vengan con el traje de baño puesto bajo la ropa.

―Emily, ¿puedes limpiar arriba? Hay un par de asientos algo sucios ―pide Sam, uno de los oficiales al mando.

Me dirijo donde me manda sin rechistar en lo que Lucy se queda recibiendo a la gente.

No sé quién trabajó ayer, pero lo de limpiar como que no lo ha hecho. El suelo y el asiento en cuestión están llenos de una especie de batido. ¡Me llevará varios minutos quitar esto! Con todo reseco es más costoso de lo que esperaba, aunque nada demasiado agotador. Para cuando termino, ya hay gente subiendo en busca de un sitio de su gusto.

―Tengan cuidado ahí ―aviso señalando el lugar donde acabo de fregar―, está mojado, pero se secará enseguida.

Tras avisar a los ocupantes de la parte de arriba, me dispongo a bajar las escaleras, o, al menos, a intentarlo. ¿A quién se le ocurre bajar mirando hacia atrás? El culpable ha sido un niño pequeño sacándome la lengua. Lo siento, son mi debilidad.

Aún mirando al condenado niño, me salto un escalón y vuelo durante unos segundos hasta que unas manos atrapan mi cintura y evitan la caída del siglo. Lucy se habría burlado de por vida.

―Gracias, cada día soy más patosa ―digo mientras me aferro a sus brazos mirando el condenado escalón, ese que está perfectamente fijado, como si tuviera vida propia y se hubiera movido sólo por fastidiarme.

―Ni tropezando se te borra la sonrisa, siempre me ha encantado eso de ti.

Diría que giro mi cabeza hacia el sonido de esa voz tan conocida, pero no hago eso. En su lugar, me quedo mirando las escaleras como si fueran lo más interesante del mundo.

Lentamente, voy apartando las manos de Luke de mi cuerpo. Lo que en un inicio era un contacto inocente ha pasado a quemarme.

Cuando me atrevo a mirarlo a los ojos, noto que han cambiado bastante. Ya no tienen ese brillo que me fascinaba. Siguen siendo bonitos, sí, pero están apagados.

―¿Qué haces aquí? ―pregunto desviando mi mirada.

―Tenía ganas de verte ―responde.

Suelto una risa irónica y vuelvo a girarme hacia él.

―¿Te has cansado de tu vida de estrella y tus amigos americanos y quieres volver a casa? ¿O, tal vez, necesitas algo? Sí, me decanto más por lo segundo, eres demasiado egoísta como para pensar en los demás ―suelto con más rabia de la que pretendía.

―Las cosas no son como tú crees, Ems, yo...

―¡Emily! ―interrumpe Ashton saliendo de la nada y apretándome todo lo que puede contra su pecho―. Mi bebé, mi chiquitina, cómo te echaba de menos ―me avergüenza poniendo voz de abuela sólo para fastidiarme.

―Idiota ―lo empujo riéndome―. Echaba de menos ese cabezón tuyo.

―¿A que estoy guapo?

―Siempre, egocéntrico. Anda, vete a acomodarte, que no podemos estar obstaculizando las escaleras.

―¿Dónde se está mejor? ―pregunta mi amigo.

―Con el día que hace, os recomiendo arriba. Creo que se disfruta más.

―¿Podemos hablar? ―pregunta Luke, recordándome que sigue a mi lado.

―Estoy trabajando, Luke. Espero que disfrutéis ―digo sonriendo falsamente y continúo mi camino.

Mírame A Los OjosWhere stories live. Discover now