Capítulo 10: La pirotecnia de Londres

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Draco estaba sentado en el suelo con cuerdas amarradas alrededor de sus piernas y tobillos, mirando al Animago con la mano humeante. Solo podía jadear para respirar y esperar a que Black lo asesinara, justo como Severus le advirtió que lo haría. Pero Black no dijo nada.

Se dio cuenta una vez que Black puso su mano marcada frente al rostro de Draco que era una  pregunta, una que Black no podía hacer con la lengua embrujada. Langlock aún persistía, pero Black podía hacer magia no verbal, al menos de la clase poco compleja bajo estrés. A pesar de eso, Black no podía revertir Langlock, no es que pareciera preocupado sobre eso. En su lugar, agitó su mano de nuevo, la cual lucía muy parecida a la de su madre después de la visita a Ollivanders. Excepto que estaba más oscura, más cercano a un rojizo oscuro después del momento del impacto.

Cuando Draco no le dio una explicación, Black sacó su varita de vuelta, dejando la varita de nogal en el suelo y arrastrando mágicamente a Draco hacia el corredor. Al menos no tuvo que deslizarse muy lejos en ese despiadado suelo antes de que llegaran a la sala, en donde Black lo amarró a uno de los sillones menos deteriorados.

Draco habría protestado que estaba ensuciando su túnica verde de seda y su suéter de casimir verde menta, al tocar el tapizado rojo deslavado de terciopelo, pero por el estado en que ya se encontraban, tan manchados, mojados y quemados que cualquier color verde en el que alguna vez estuvo, ahora era irreconocible. Ahí iban sus segundas mejores túnicas de Navidad, y el suéter que su madre acababa de darle esa mañana. Su madre tendría suerte si tenía un hijo que regresara a ella con ese suéter.

Black ató las cuerdas al sillón en nudos que lucían impresionantes antes de encarar a Draco de nuevo. Levantó su palma, después enterró su varita justo debajo de la barbilla de Draco. Black parecía haber tenido suerte, justo como su madre, de al menos haber tomando la varita de nogal con su mano no dominante. Su mirada y el gesto fueron lo suficientemente elocuentes, demandando ser sanado.

"No sé cómo revertirlo," dijo Draco, y esas fueron las primeras palabras que le dirigió a su primo segundo. "Lo he intentado antes y no funcionó. La varita tiene voluntad propia"

Black frunció el ceño, claramente como cualquier otro que no le creería bajo esas circunstancias. Retiró su mano, con dolor visiblemente recorriendo por su cuerpo. Después señaló hacia su boca, como si al no poder reparar al su mano, al menos quisiera poder gritarle a Draco. De eso, si que se podía encargar. Y su inclinación natural era llevar la contraria, pero no en contra de un lunático asesino. "Eso puedo arreglarlo con un contra hechizo, pero tiene que ser hecho por mí. Y no puedo hacerlo sin una varita". Draco intentó lucir inocente y débil. "Nunca he sido bueno en magia sin varita"

Black entrecerró los ojos con ese rostro lleno de arrugas, pareciendo ver por primera vez a su prisionero, y después agitó su varita en el aire en un impresionante hechizo Flagrate no verbal. Por supuesto que no. Niño. Draco asintió vigorosamente coincidiendo, aunque usualmente hubiera protestado el argumento. Su cuerpo de trece años sin duda había llevado a Black a subestimarlo, y tal vez lo haría más compasivo. Te devuelvo tu varita, lo deshaces, y la regresas, Black escribió en letras llameantes, y Draco asintió de nuevo.

Black llevó de vuelta la varita de nogal con inquietud, haciéndola flotar frente a él y dejándola caer en el regazo de Draco, en donde pareció sorprendido de ver que no lo quemó. Enterró su varita justo en la frente de Draco antes de aflojar el amarre en la muñeca derecha de Draco, y lentamente, con cuidado, para mostrar que no pretendía desobedecer, Draco tomó la varita, y conjuró "Finite incantatem". Black levantó su mano para tocar su lengua, maravillándose, y su varita se elevó lo suficiente para que Draco tomara su oportunidad y gritara, "¡Sectumsempra!"

Draco Malfoy y la Casa Black (#3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora