Por nosotros

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No había nada más que decir, ese beso lo decía todo.

No quería apartar sus labios de los de ella, pero se estaba quedando sin aire.

Se separaron y el la abrazo.

-Perdoname por no atender a tu llamado todo el día de hoy, quise alejarme de ti, por tu propio bien, pero no puedo, es imposible alejarme de ti, temo que este enamorado de ti.-

Era una declaración abierta de amor.

Ella estaba tan feliz, tan dichosa tan plena, ella también estaba enamorada de él.

-No tienes porqué alejarte de mi, sea lo que seas yo te acepto tal cual, pero no me mientas, tenme confianza siempre.-

Meliodas sonrió aliviado. Acaricio su mejilla levemente y le dió un fugaz beso.

Le dió el casco y subió con ella a la moto, ella se aferró feliz a su cintura de él y salieron de aquel estacionamiento.


Mientras salían Merlín los observó de lejos. Era una mala combinación.

Elizabeth era pura, noble e ingenua, le daría muchos problemas a Meliodas, sabía que el la defendería de quien sea. Y hoy justo todo quedó claro con lo que pasó con Esteban.

Meliodas daria su vida por ella.

Algo tenía que hacer para que ellos dos se separaran

Subió al auto junto a Escanor y Arthur quienes habían notado esa gran molestia e incomodidad en Merlín

Sin embargo ella era una mujer muy callada y cautelosa.

Los días pasaban.

Aquella parejita de tortolos se les veía juntos y felices, siempre sonreían y tomados de la mano.

La furia de Liz era demasiada.

No podía creer que Meliodas la haya cambiado por una mujer tan ingenua y sin chiste como Elizabeth.

Fue con su padre a explicarle los motivos de su enojo. Pero el no sabía cómo podía ayudar a su hija.

Meliodas era un tipo peligroso, capaz de enfrentarse contra quién sea.
Había entrenado bastante en muchos años. Y su cuerpo había desarrollado unos músculos y fuerza impresionante

Elizabeth se recuperó de aquella enfermedad, tanto que el doctor le permitió volver a clases.

No había usado aquel uniforme desde hacía ya casi un año.

Estudiaría los últimos 6 meses de su bachillerato como una adolescente común


Nuevamente su mamá la había dejado sola y Meliodas llegó a hacerle compañía.

Esa noche en especial ambos se estaban dando más caricias que de costumbre. Meliodas acariciaba sus piernas, y ella se estremecía por completo.

Se detuvo por unos segundos y la miró directamente a los ojos.

-¿Puedo hacerte el amor?-

Pregunto con mucha ternura el rubio de ojos esmeralda.

Elizabeth asintió sonrojada

-Porfavor, hazme tuya Meliodas-

Contestó casi en modo de súplica.

El la besó nuevamente y continuo con las caricias

~ Ladrón de noche ~Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum