Tres

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Mis vecinas se alarmaron por mi grito, pero una vez vieron que todo estaba bien su atención se centro en el extraño con el bebe en brazos. Ninguna entró en la casa. Me dejaron las cosas y se retiraron murmurando, salvo por una que iba a visitarme a diario por un tema de salud. No me hizo preguntás, pero la sonrisa y pícara mirada que me daba, a momentos, lo decía todo. En cuanto a Daishinkan, no pareció causarle alguna impresión o molestia que esas personas se hubieran asomado por la ventana. Ni que esa mujer se quedará para ayudarme a ponerme un medicamento.

-Mañana es la última dosis- me dijo la vecina sacando la aguja de mi brazo- Cualquier cosa que necesites, puedes ir a mi casa- agregó antes de retirarse.

-Gracias-le dije y cerré la puerta tras ella.

Daishinkan se había sentado en el sofá con el niño en sus brazos. Saludo a la mujer y se despidió de ella, aparentemente, sin darle ninguna relevancia.

-¿Esta, usted, enferma?-me preguntó el Gran Sacerdote apenas quedamos solos y me miró con mucho interés.

-Sí y no es algo que se cure-le contesté con calma y mirando las cosas que me llevaron.

-Eso puede ser un problema-
comentó el Gran Sacerdote.

Yo me le quede viendo mientras él me veía a mi, como evaluandome. Pese a su juicio callado no pude evitar sonreírme divertida con verle haciendo caballito a Bíter, que travieso y animado balbuceaba agitando las manitas.

-¿Un problema?- cuestione sin  comprender- ¿A qué se refiere?

-Cuidar un niño es un trabajo muy demandante. Cuidar a un niño de mi especie, lo es aún más- me dijo mientras se ponía de pie- Le agradezco mucho,
su esfuerzo, por favor perdone las molestias ocasionadas. La recompensare.

No voy a mentir diciendo que no sentí cierto alivio cuando oí eso, pero también no pude evitar sentirme un poco ofendida. Según el Gran Sacerdote, yo no era apta para cuidar un niño por padecer una enfermedad como la diabetes. Sin embargo, el asunto era muy problemático y era mejor que se llevará al bebe por lo que no hice ninguna protesta. Mas cuando el pequeño, notó las intenciones de su padre se fue volando hacia mis brazos. Lo recibí con cuidado. Él se aferro a mi, con sus pequeñas y regordetas manos, casi con angustia.

-Vamos Biter, suéltame y ve con tu padre ¿Quieres?- le pedí tiernamente, mientras intentaba apartarlo de mi.

-¿Biter?- repitió el Gran Sacerdote y me quedo viendo fijamente logrando ponerme nerviosa.

-Si...bueno- murmure-
Necesitaba llamarlo de alguna forma- le explique, mientras tiraba del niño que más se aferraba a mi.

-Es un bonito nombre. Gracias por nombrarlo así- me dijo y eso llamó mi atención, pero Bíter comenzó a llorar y se robó mi interés.

Envolví al bebe en mis brazos, para acunarlo y que dejara de llorar. Después recordé que Daishinkan estaba ahí y lo miré pidiendo ayuda, mas él solo se quedo de pie viéndome con algo de curiosidad. Como no tenía intenciones de rescatarme de esa situación, por desespero comencé a contarle.

Chickadee, chickadee
Fly through my window
Chickadee, chickadee
Fly through my window
Chickadee, chickadee
Fly through my window
Find molasses candy
Through my window
My sugar lump
Fly through my window
My sugar lump
And find molasses candy

No sé que tenía esa canción. Era la única que parecía gustarle y lo hacía guardar silencio. Se quedó muy quieto ensalivando su mano, mientras me miraba con esos grandes ojos redondos y de color violeta, que parecían dos gotas de yogurt de moras. Era insoportablemente tierno. Me sacaba sonrisas, cuando no estaba rompiendo cosas. Al notar que el Gran Sacerdote me veía, no estoy segura de porque,
pero me sonroje.

-Al parecer Bíter,no quiere dejarla- comentó Daishinkan mirando el pasillo-¿Cuál es su habitación?

-La última puerta- le indique.

-Por favor- me dijo señalando que quería lo llevará hasta allá.

Con el niño descansando en mi pecho, caminé por el corredor y lo invité a entrar a mi cuarto.

No me pareció extraño. Ahí estaban las cosas que me dió y supuse que me enseñaría su uso. No me equivoqué. Lo primero que tomó fue uno de esos huevos de escarcha. Lo puso sobre la cama y extendió los brazos hacia mí, para que le diera al niño. Lo sostuvo un momento, luego lo puso sobre ese objeto que aumentó su tamaño para dejar a Biter, en su interior.

-Son sus cunas. No pueden salir de ellas por si mismos- me explicó y pasó su mano sobre el huevo, de izquierda a derecha- De está forma suprime el sonido para que entre en un periodo de descanso. Algo parecido a dormir.

-Vaya eso si es útil- comenté mientras lo vi ir hacia los recipientes con alimento.

-Solo puede darle una de esta cada dos días- me dijo- Lo llamamos ambrosía. Es su alimento primordial. Con el logran estabilizar sus cuerpos físicos. Una botella cada dos días. Por favor no lo olvide.

Asinti con la cabeza.

-Las mantas son útiles para calmarlos cuando empiezan a abusar de sus habilidades- continuó el Gran Sacerdote.

-¿Y los pañales?- pregunté ingenuamente.

-Aun no dominan sus cuerpos- me dijo con una sonrisa divertida- Con la ambrosía es suficiente para mantenerlos, pero no les hace daño comer otro tipo de alimentos. Le pido que siga cuidando de él por favor- me dijo y cerró los ojos con solemnidad.

-Bueno es que yo...no puedo. Ahora mismo debería estar en el trabajo y...

-Cualquier recurso que necesite se lo puedo facilitar- dijo al yo interrumpirme.

No supe que responder a eso. Me quedé parada bajo el umbral. Mis pies descalzos comenzaban a enfriarse y cuando los mire,
recorde que estaba en pijama. Un  camisón celeste hasta la rodilla, un poco sexy y nada apropiado para recibir a alguien como él. Pero bueno esperaba que Daishinkan no supiera de ropa humana. 

-¿Puedo preguntarle algo?

-Desde luego- me contestó,
mientras tomaba a Biter del huevo de escarcha.

-¿Por qué esconde a este niño aquí?

Me miró muy serio por tanto tiempo, que terminé por apartar mis ojos de él.

-Le ruego me disculpe, pero no puedo responder esa pregunta, por ahora- me dijo y se sentó en el borde de la cama, para poner a Bíter en su regazo.

Sus ojos se llenaban de una ternura tan sublime cada vez que veía a ese niño, que yo no podía evitar quedarme mirándolo. En esa oportunidad me abrace a mi misma, mientras veía sus brazos entorno al bebe. Pensé en mi padre y sentí un frio como el suspiro del invierno.

Súbitamente Biter escupió una gran cantidad de saliva y le escurrió por la barbilla. Tomé una toalla de mano y se la di a Daishinkan, quien la tomó, sin apartar los ojos del bebe.

-Avíseme cuando se vaya- le dije y tome algo de ropa antes de salir.

-¿Va a cambiarse?- me preguntó y voltee a verlo- Disculpe mi indiscreción es sólo que creo que luce bien así.

-Gracias-le respondí apenas.

-Perdone mi falta. No he preguntado su nombre.

-Bel. Llámeme Bel, Daishinkan- le respondí y los deje solos.

Tuve la impresión de que el Gran Sacerdote necesitaba un momento a solas con su hijo así que deje la habitación para concederselo.

Ternura ReservaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora