Uno

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Era uno de los primeros días de otoño y yo iba jugando a pisar las hojas que el viento tiraba sobre el asfalto. Hace poco me había mudado a un lugar muy lejos de mi familia y amigos. Todavía no conocía mucho de ese entorno campestre, tan falto de transporte público para sus residentes. Tenía que caminar una hora y media de la carretera a la casa todos los días, al salir y al volver, pero podía acortar camino por los campos. Eso me reducía el tiempo en veinte minutos. Aunque era un poco peligroso, pues si algo o alguien me atacaba difícilmente me auxiliarian.

Aquella tarde, sin embargo, me di valor para usar esa ruta dejando atrás el oscuro camino entre los grandes álamos que deslindaban las propiedades de la zona. Los pastos crecían largos allí en el campo. Me cubrían hasta la rodilla. Tomé la precaución de no llevar puestos los audífonos, para oír si alguien se aproximaba. Fue está acción lo que me permitió oír lo que a primera impresión, me pareció un gato pequeño. Adoro los gatos y si había uno abandonado en entre la hierba lo llevaría a casa. Me detuve para prestar atención e identificar el lugar de donde provenía el sonido. Esperé por un par de minutos y entonces di con la ubicación, mas mientras me acercaba noté que el sonido no provenía de un gato. Era algo más humano y a cada paso que daba experimentaba un creciente sensación de ansiedad. Por fin cuando estuve ante lo que causaba aquel llanto, me quedé pasmada. Parecia un capullo hecho de escarcha que a la luz del ocaso se pintaba de tonos dorados y anaranjados. Podía ver a través de el por lo que, en su interior pude apreciar a un bebe. Pero no a uno convencional. Este me recordó demasiado a cierto personaje de cierto anime.

-Estoy soñando- me dije y sacudiendo la cabeza, de un lado a otro, como si intentara librarme de una alucinación me di la vuelta para retirarme.

El llanto de ese bebe se intensificó, pero apresure el paso para alejarme y dejar de oír a esa criatura.

-Estoy soñando- me repetía mientras caminaba mirando el suelo. Gracias a esto pude ver a una pequeña serpiente deslizarse entre los pastos. En serio odio esas alimañas y di un grito que tuvieron que oir en la carretera.

Del susto di un paso atrás y al costado, perdiendo el balance gracias a una depresión. Cai muy fuerte, logrando lastimarme y cayendo en cuanto de que no estaba soñando. Me quedé sentada ahí, unos instantes,
oyendo al bebe hasta que me levanté y volví a él. Corrí tropezando un par de veces. Cai de rodillas a su costado, tocando por accidente ese capullo que se desintegró a mi contacto. El pequeño quedó sobre la hierba y vacilé en sí tomarlo o no. Es que su aspecto era demasiado desconcertante. Tenía la piel azul, los ojos lilas y el cabello plateado. Por supuesto también ese halo entorno al cuello que desapareció al yo tomarlo entre mis brazos. Su piel adquirió el tono de la mía y su cabello también. Por poco lo dejé caer al observar esa metamorfosis.

Estaba envuelto en una manta blanca muy suave de la que cayó un pequeño objeto que levante sin ver, para alejarme de ese sitio lo más rápido posible. Aúnque me detuve a pensar ¿Qué haría con ese bebe? Lo más probable era que me estaba ganando varios problemas al llevármelo, pero no podía dejarlo ahí. Fue el único pensamiento elaborado que tuve. Los otros eran una madeja de ideas descabelladas, que no logré ordenar hasta mucho después.

Estaba sola en casa así que nadie me preguntaría de dónde fue que lo saqué, pero más me valía pensar en una excusa al respecto. No fue hasta llegar a mi hogar que pensé en que quizá debí dejarlo donde lo encontré. Podía ser que alguien hubiera regresado a buscarlo. No sé porque asumí que estaba abandonado ahi. Durante todo el trayecto pensé que el bebe se había dormido, pues estuvo muy callado desde que lo tomé en mis brazos, pero no. Estaba despierto y ensalivando sus dedos. No sé si eso fue tierno o asqueroso. Lo lleve hasta a mi habitación para dejarlo en medio de mi cama y ahí me le quede viendo,
intentando asimilar que estaba pensando realmente.

El niño me miraba y agitaba sus manos hacia mi rostro. Yo sólo solté un largo suspiro y me senté, a lo jefe indio, frente a él. Era ya muy tarde, pero el cansancio y el hambre desaparecieron gracias a los insólitos hechos.

-¿Cómo te llamas? ¿Puedes hablar?- le pregunté. Puede parecer una tontería, pero ese niño no era normal y había una posibilidad de que pudiera comunicarse conmigo.

No respondió más que con un balbuceó. Fue una idea idiota. De haber podido establecer comunicación conmigo, pues lo hubiera hecho desde el principio. Además por dónde lo mirasen parecía un bebé común y corriente. Hasta pensé en que lo de sus colores iniciales no habían sido otra cosa que mi fértil imaginación jugandome una travesura.

Iba a levantarme de la cama cuando una pequeña luz broto del objeto que Levanté y metí entre la manta que lo envolvía. Extraje un artefacto como un espejo de mano que al mirar de cerca proyecto una imágen que me hizo soltarlo. No pude gritar al ver a ese ser que de inmediato reconocí y en un hilo de voz pronuncie el único nombre por el que lo conocía.

-Daishinkan- dije y él me miró con curiosidad.

No me prestó mucha atención, en cambio al niño lo miró con gran interés. Yo no podía despejar los ojos de él, porque tenía un aspecto muy diferente al de detrás de la pantalla. Era como una persona, por decirlo de alguna forma.

-Así que usted fue quien lo encontró- dijo volviendo sus ojos a mi- Permitame presentarme yo soy...

-Daishinkan- repetí muy nerviosa y como si esas palabras se hubieran escapado de mi boca- Sé quién es usted.

No sé mostró sorprendido con mi declaración y eso fue un tanto curioso.

-Excelente. Eso ahorrará tiempo - exclamó y miró al bebe- Él es uno de mis hijos. Pero por razones que no puedo compartir, no puedo tener a este ángel en mi mundo. Por lo que me veo en la obligación de pedirle que por favor lo cuide.

-¿Yo?

-Si. No tiene de que preocuparse. Suprimi gran parte de sus poderes por lo que es,
prácticamente, inofensivo.

-¿Prácticamente?-repetí inquieta.

Lo ví tronar los dedos y unas cajas aparecieron al costado de mi cama.

-Eso le será útil. Yo estaré al pendiente de él y usted. Ahora debo retirarme -me dijo y parecía tener mucha prisa.

-¡Espere! ¡No se vaya!- exclamé, pero la imagen de Daishinkan se desvaneció rápidamente.

Fue todo. No me dió más explicaciones, ni siquiera me dijo como se llamaba el niño. Me quedé de rodillas en la cama, intentando asimilar que había pasado y preguntándome un montón de cosas, mas el llanto del bebé me aparto de mis ideas. Lo tomé en mis brazos, me puse de pie para mecerlo intentando hacerlo dormir o al menos calmarlo. Llevaba diez minutos en eso cuando recordé:

-Los angeles no duermen- exclamé y lo aparte un poco de mí, lo que empeoró las cosas- No llores ¿Si? ¡Por favor!

No sé si mi cara de angustia le resulto graciosa u otra cosa influyó para que dejara de llorar. Lo que haya sido lo puso de buen humor y comenzó a levitar agitando las manitas.

-¿En que lío me metí?- me pregunte con aflicción mientras el bebe, jugaba en los aires.

Ternura ReservaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora