16. Dol Guldur

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—¿Dónde estamos? ¿Qué lugar es este? —preguntó Bilbo mientras todos admiraban la fortaleza derruida que se erguía ante ellos, atraídos por aquella niebla siniestra.

—Eso me gustaría saber a mí —recriminó Thorin enfadado volviéndose hacia el mago—. Gandalf, ¿dónde nos has traído?

Balin respondió antes de que Gandalf pudiera pronunciar palabra.

—Recuerdo la existencia de un antiguo castillo en ruinas en el interior del Bosque Negro, pero es imposible que sea éste, aquella fortaleza se encuentra en el extremo más meridional del bosque, no es posible que hayamos dado tanto rodeo hacia el sur.

Pero Thorin sí que lo veía posible, el mago siempre les manipulaba a su antojo, pero esta vez había ido demasiado lejos.

—¡Gandalf! —bramó con rabia—. ¿Qué hacemos en Dol Guldur tan lejos de nuestro destino?

Una bandada de murciélagos apareció en respuesta a aquella pregunta. Se abalanzaron sobre ellos pero cayeron rápidamente bajo las flechas de Kíli y los cuchillos arrojados por Fíli. En la espesura de la niebla relucían los ojos de más arañas escondidas y sus patas crujían preparándose para un nuevo ataque.

‹‹Una fuerza oscura y poderosa inunda este lugar. Mis compañeros no pueden permanecer aquí más tiempo››.

Lëviah anunció su mensaje a la chica, el resto de los talbuks se movían inquietos, intentando esconderse unos detrás de otros, los animales podían sentir una presencia malvada en aquel lugar, más oscura que cualquier criatura que morara en el Bosque Negro o en ningún otro rincón inhóspito de la Tierra Media. Una presencia que temían desde lo más profundo de sus entrañas.

—Si nos quedamos aquí los talbuks nos abandonarán. Tenemos que dar media vuelta —anunció Iriel.

—¡No! Todavía no podemos irnos —replicó Gandalf bajando de la montura. Thorin aprovechó para imitarle y dirigirse hacia el mago de forma amenazadora.

—No te lo volveré a repetir. Dime ahora mismo por qué estamos aquí. —Su voz resonó con dureza, remarcando con suma importancia cada palabra que pronunció, el resto se encogió ante aquella voz autoritaria. Ninguno quería estar en el pellejo del mago en aquel momento. Thorin era como un volcán tenebroso a punto de entrar en erupción. Sin embargo la edad y la sabiduría habían cubierto de valor al mago.

—Tu dragón no es la única calamidad de nuestra era. Existen otros demonios que deben ser derrotados para salvaguardar la paz de este mundo.

—¡Nosotros ya tenemos bastante con nuestro propio demonio! No nos involucres en tus asuntos de magos.

—Si la oscura fuerza que mora en este lugar consiguiera el favor de Smaug, ¿cuáles crees que serían las devastadoras consecuencias de tal alianza? Debemos averiguar primero qué fuerza siniestra se esconde aquí para detenerla a tiempo y evitar una calamidad posterior.

—Esto no tiene nada que ver con nosotros.

—Este lugar posee secretos más ligados a ti de lo que piensas.

En ese momento entre las telarañas que cubrían las piedras desgastadas y la niebla que envolvía los pórticos del interior de la fortaleza emergió una pequeña sombra pálida. La sombra tenía forma humana, con aspecto espectral, pero sus rasgos estaban difuminados por la niebla y la distancia.

Todos los enanos bajaron rápidamente de sus monturas y prepararon sus armas. Bilbo desenvainó su espada sin dejar de temblar, colocándose entre los sobrinos del rey. Iriel permaneció sobre Lëviah, intentando convencerle en vano de que los talbuks no salieran corriendo hacia el bosque abandonándoles a su suerte. Incluso el inusualmente tembloroso cuerpo de Lëviah intentaba advertirle de que debían abandonar aquel lugar embrujado lo antes posible.

Una identidad inesperada - HobbitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora