capitulo 5

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Capitulo 5
Maratón 2|3

-¿Qué ha sido eso? -preguntó James.
-No estoy segura -contestó ___-. Vamos a ver.

Las criaturas se contorsionaban en el canasto, agitaban la manta que los cubría y hacían muecas.

-Van a llorar -dijo ___ y levantó a una criatura en brazos.

James observó con recelo a la criatura que seguía en el canasto.

-No me gusta oír llorar.
-Pues va a tener que soportarlo -insistió ___ con firmeza y le pasó a la criatura que tenía en brazos antes de que él pudiera alejarse-. Ahora tendrá que tolerarlo.

James se desplomó en la cama; sostenía a la criatura como si fuera una bomba a punto de explotar. ¿Cómo era posible que eso estuviera sucediéndole a él? Hacía una hora que seguía su rutina pensando en la emocionante cita que lo esperaba. Nunca había imaginado que terminaría cuidando bebés ajenos. Sus planes no incluían cuidar criaturas. No tenía antecedentes ni entrenamiento. Tendría que hacerlo otra persona. Esperanzado miró a su alrededor, pero ___ ya estaba ocupada con la segunda criatura.

Bebés. ¿Qué son, después de todo? Seres humanos en miniatura. Nunca le había prestado atención a las conversaciones sobre bebés y en ese momento lo lamentó.

La criatura se contorsionó y eructó. James miró a ___ alarmado.

-¿Qué está haciendo? -preguntó.

Ella los miró y suspiró exasperada. No le tenía la menor consideración. Ella no tenía más experiencia que él en ese tipo de asunto, pero no se dejaba vencer por el pánico.

-Tienen nombres -dijo levantando al otro bebé para tranquilizarlo-. Esta es una niña, se llama Danni. El nombre de la que tienes tú está en el cuello de su trajecito.

James bajó la vista y vio el nombre de Donna bordado en la tela.

-Ay, Dios. Son niñas -se estremeció-. Por nada en el mundo les cambiaré el pañal.
-Actúas como si fueras un bebé -estuvo a punto de echarse a reír-. Por Dios, somos adultos. Podemos organizarnos y somos capaces de hacerlo.
-¿Eso crees? -no estaba seguro.

Al ver su expresión de terror, ___ se echó a reír. No pudo evitarlo. Nunca había visto a un hombre tan desvalido. Era un hombre atractivo, mundano y dispuesto a disfrutar la vida, pero estaba ahí dominado por un diminuto bebé. Era ridículo.

-Me alegro de que esta situación te parezca tan divertida -dijo James con tono glacial-. Adelante, sigue divirtiéndote. Pero este bebé está haciendo algo y no me imagino qué puede ser.
-Mira -___ tocó la mejilla suave de la criatura y ésta movió la cabeza en tanto buscaba algo con la boca-. Tiene hambre.
-Hambre? -observó el canasto-. ¿Con qué la vamos a alimentar?

___ levantó al otro bebé y lo apoyó en su hombro para darle unas palmaditas consoladoras.

-Janine ha dejado cuatro biberones con leche, pero casi se acabaron. Tendré que ir a la tienda...
-Lo haré yo -se ofreció de inmediato esperanzado-. Iré a comprar lo que quieras.

Ella lo miró con recelo.

-Soy consciente de que mi primera reacción ha sido salir de aquí lo antes posible, pero sé que éste es más problema mío que tuyo. Te agradezco la ayuda que me das.
-¿De verdad? -estaba realmente sorprendida. 

Había pensado que James era demasiado egoísta e insensible como para darse cuenta de la realidad.

-Sí -se puso de pie y dejó a la criatura en el canasto-. Iré a la tienda y volveré, lo juro.

Antes que nada buscó un teléfono público para marcar el número del centro nocturno.

-Por favor, comuníqueme con Chenille.
-Cariño ¿dónde estás? -contestó ella a los pocos segundos-. Estoy a punto de salir.
-Se me ha presentado un imprevisto, Chenille -le explicó con tristeza-. Si me fuera posible, estaría a tu lado.
-Ah -suspiró ella-. ¿Podrás venir para la segunda presentación? Quiero que pasemos juntos el resto de la noche. Prométeme que llegarás.
-Lo intentaré, Chenille, te aseguro que lo intentaré.

Gimió cuando colgó el teléfono. ¿Por qué habían tenido que aparecer precisamente esa noche esos bebés? No tuvo tiempo para lamentarse de su mala suerte. Debía comprar algunas cosas. Se volvió y sacó la lista que ___ le había dado.

Uno, leche preparada. Dos, pañales desechables, del tamaño más pequeño. Tres, un libro, cualquiera, con instrucciones para cuidar a los bebés.

Tenía consigo un biberón de modo que no fue difícil comprar la misma preparación. Tuvo más dificultad con los pañales. ¿Eran Donna y Danni recién nacidas? ¿Cómo podía saberlo? Terminó comprando cuatro tamaños diferentes, por las dudas. En cuanto al libro, no encontró ninguno relacionado con el cuidado de bebés. Miró a su alrededor, antes de ponerse en la fila y añadió una bolsa de patatas fritas, un aderezo para las mismas y una caja grande de galletas. Presentía que la noche iba a ser larga.

-¡Vaya! -exclamó la mujer de la caja registradora al marcar los precios de los diferentes tamaños de pañales-. ¿Cuántos bebés tiene, señor?
-Demasiados -respondió sonriendo con tristeza-. Me están agotando.

Se oyeron murmullos de conmiseración en la tienda cuando él sacó el carrito. Se sintió como un tonto mientras subía la voluminosa compra en el ascensor. Cuando llegó a la puerta del apartamento de ___ se sentía como un mártir.

Pero cuando ___ le abrió la puerta para dejarlo pasar, su complacida autoconmiseración desapareció al instante. Ella estaba hecha un desastre

un regalo en mi puerta(james) CompletaWhere stories live. Discover now