—Tengo dos cachorros en Nueva York. —Le hablaba a Creso —. Hannah y Bernard, un par de alborotadores. Les encantaría conocerte algún día.

Niall no entendía por qué una información tan trivial y corriente como que tuviera perros le causaba un dolor tan agudo.

—Ya veo que no te acuerdas de mí. —Rascó, nostálgico, el pelaje detrás de la oreja de Creso—. Te he echado de menos.

—Me gustaría que me lo devolvieras —dijo Niall, fríamente.

La complació, pero no antes de abrazar a Creso y besarle la oreja al viejo perro.

—Tu piano necesita que lo afinen.

—Nadie lo toca.

—Es una lástima. —Volvió la cabeza y miró, apreciativo, el instrumento—. Un piano Erard se merece que lo toquen.

—Puedes llevártelo cuando vuelvas a Nueva York. Un regalo de divorcio. —Lo había comprado como regalo de bodas para él. Pero no llegó hasta meses después de que él se hubiera marchado.

Su mirada volvió a él.

—Gracias, puede que lo haga. En especial dado que ya tiene mis iniciales grabadas.

Estaba tan cerca que se figuró que podía olerlo, el olor de un hombre después de medianoche; piel desnuda bajo el batín de seda.

—¿Por qué no lo haces ya? —murmuró—. Todos estos jueguecitos sexuales no resultan muy atractivos en un hombre.

—Sí, sí, soy muy consciente de ello. Pero la verdad sigue siendo que me resisto a tocarte.

—Apaga todas las luces. Finge que soy otra persona.

—Eso sería difícil. Tiendes a hacerte oír.

Niall se sonrojó. No pudo evitarlo.

—Me coseré los labios.

Él negó con la cabeza, lentamente.

—No sirve de nada. Respiras, y sabré que eres tú.

Diez años atrás lo habría tomado como una declaración de amor. Notó un dolor punzante en el corazón, un eco solitario.

El se inclinó.

—Una pieza más y me iré a la cama.

Mientras Niall se marchaba, empezó a tocar algo tan suave y evocador como las últimas rosas del verano. Lo reconoció al segundo compás: Liebesträume. La señora Horan y él lo habían tocado juntos aquella primera noche, cuando se conocieron. Incluso Niall, pese a su falta de talento musical, podía tocar aquella melodía al piano con una sola mano.

Sueño de amor. Lo único que nunca tuvo con él.

...

La campaña de la señora Horan para cortejar al duque había tropezado con un escollo.

Durante un par de días, todo fue fantásticamente. Envió sin tardanza la caja de Chatêau Lafite a Ludlow Court. Casi al momento, llegó una cortés nota de agradecimiento, acompañada de una cesta con confituras de albaricoque y melocotón, de los propios frutales de Ludlow Court.

Acuerdos Privados [narry] adaptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora