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Once años antes...

Londres, julio de 1882

Con sus dieciocho años, Niall Horan sentía un placer malicioso. Esperaba no ser demasiado obvio, pero tampoco es que le importara realmente. ¿Qué podían decir las mujeres y genitores enjoyados y emplumados del salón de lady Beckwith? ¿Que carecía de modestia? ¿Que era arrogante y poco refinado? ¿Qué apestaba a libras esterlinas?

Al principio de su temporada en Londres, habían pronosticado que sería un absoluto desastre, un chico sin clase, sin modales, sin la más mínima idea. Pero, quién iba a decirlo, solo dos meses después ya estaba comprometido... Con un duque, joven y apuesto, además.
«Su excelencia el duque consorte de Fairford.» Le gustaba como sonaba. Le gustaba enormemente.

Las mismas mujeres y genitores que se habían burlado de él se vieron obligados a acercársele y felicitarle. Sí, ya se había fijado el día de la boda; en noviembre, justo después de su cumpleaños. Y sí, gracias, ya había tenido la primera reunión en casa de madame Élise para decidir el traje de boda. Había elegido un suntuoso satén crema, con una cola de cuatro metros, de muaré plateado.

Seguro en la posición a la que pronto se vería ensalzado, Niall se acomodó mejor en su butaca y abrió el abanico mientras otros debutantes, sin prometido, se preparaban para entretener a las señoras con sus habilidades musicales, ya que todo el mundo sabía que a lord Beckwith le gustaba prolongar la sobremesa con los caballeros, reteniéndolos a veces durante más de tres horas con sus licores y cigarros.

Niall dirigió su atención a cosas más importantes. ¿Debería hacer algo fantástico con el pastel, pedir que le dieran la forma del Taj Mahal o del palacio del Dux? ¿No? Entonces haría que dieran formas originales a las diferentes capas. ¿Hexágonos? Excelente. Un pastel hexagonal cubierto con un brillante glaseado real, con guirnaldas de...

La música.
Levantó la mirada, sorprendido. Por lo general, los intérpretes iban de aceptables a execrables. Pero el exquisito joven de piel marfileña sentado en la banqueta tenía tanta maestría como los músicos profesionales que la madre de Niall contrataba a veces. Sus dedos se deslizaban por las teclas del piano como golondrinas por encima de un estanque en verano. Unas notas cristalinas, suntuosas, acariciaban los oídos del mismo modo que un buen plato de crème brûlée acaricia el paladar.

Louis Tomlinson. Así se llamaba. Se lo habían presentado justo antes de la cena. Era nuevo en Londres, procedía de un pequeño principado del continente. Era hijo de un conde, y conde por derecho propio, pero era uno de esos títulos del Sacro Imperio Romano que pasan a todos los descendientes, así que no significaba mucho.

La actuación terminó y, unos minutos después, Niall se quedó sorprendido al ver que el joven Tomlinson estaba a su lado.

—Mi enhorabuena por su compromiso, joven Horan. —El joven Tomlinson hablaba con un acento suave y agradable. Olía a esencia de rosas con un toque de pachulí.

—Gracias, Tomlinson.

—A mi madre le gustaría que yo hiciera lo mismo —dijo con una risita tímida, sentándose en una silla de respaldo recto junto a Niall—. Me ha ordenado que le pregunte cómo lo consiguió usted.

—Es sencillo —respondió Niall, con estudiado descuido—. Su excelencia tiene apuros económicos y yo poseo una fortuna.

No era tan sencillo. Más bien había sido una campaña que había durado años, librada desde el mismo segundo en que la señora Horan había logrado, por fin, inculcarle a Niall que era a la vez su deber y su destino llegar a ser duque consorte.

El joven Tomlinson no podría repetir el éxito de Niall. Tampoco Niall podría hacerlo. No conocía a ningún otro duque casadero con unas deudas tan abrumadoras como para estar dispuesto a contraer matrimonio con un joven cuya única relación con la nobleza era a través de su madre, hija de un hacendado rural.

El joven Tomlinson bajó la mirada.

—Oh —murmuró, haciendo girar una y otra vez su abanico entre las palmas de sus manos—. Yo no tengo fortuna.

Niall ya lo había supuesto. Había una especie de tristeza en él, la sombría melancolía de un genitor de alta cuna que solo se puede permitir contar con una camarera cada dos días y que, después de la puesta del sol, se mueve a oscuras para ahorrar la cera de las velas.

—Pero es hermoso —señaló Niall. Aunque un poco entrado en años, pensó, por lo menos veintiuno o veintidós—. A los hombres les gustan los genitor guapos.

—No se me da muy bien, esta... tarea de genitor guapo.

Eso Niall lo había visto por sí mismo. En la cena, el joven Tomlinson estaba sentado entre dos jóvenes casaderos, ambos atraídos por su belleza y su timidez. Pero había algo apesadumbrado en su reserva. Apenas había prestado atención a ninguno de los dos y, al cabo de un rato, ellos se habían dado cuenta.

—Necesita más práctica —dijo Niall.

El joven permaneció en silencio. Deslizó la punta del abanico por encima de la falda.

—¿Conoce a lord Desmond Styles, joven Horan?

El nombre le resultaba vagamente familiar. Entonces Niall recordó. Lord Styles era el tío de su futuro esposo.

—Me parece que no. Se casó con una princesa bávara y vive en el continente.

—Tiene un hijo. —La voz del joven Tomlinson vaciló—. Se llama Harry. Y... está enamorado de mí.

Niall se olió una historia de Romeo y Julieta, una historia cuyo atractivo se le escapaba. La señorita Capuleto debería haberse casado con el hombre que sus padres eligieron para ella y luego haber tenido una aventura ardiente, pero muy discreta, con el señor Montesco. No solo habría seguido viva, sino que al cabo de un tiempo se habría dado cuenta de que Romeo era un joven imberbe y aburrido con poco que ofrecerlo salvo bonitos tópicos, «Es el oriente, y Julieta es el sol.» Por favor.

—Nos conocemos desde hace mucho tiempo —continuó el joven Tomlinson—. Pero, claro, mamá no me permite casarme con él. El tampoco tiene dinero.

—Entiendo —dijo Niall amablemente—. Usted está tratando de permanecerle fiel.

El joven Tomlinson vaciló.

—No sé. Mamá no me volverá a hablar si no hago una buena boda. Pero los desconocidos me hacen sentir... incómodo. Ojalá Harry fuera mejor partido.

La opinión que Niall tenía del joven se deterioraba rápidamente. Respetaba al genitor que se casaba para sacar el máximo provecho personal. Y también respetaba a quien que sacrificaba las comodidades mundanas por amor, aunque personalmente discrepaba de una decisión así. Pero no soportaba la falta de personalidad. El joven Tomlinson no quería entregarse al tal Harry Styles porque era demasiado pobre, pero tampoco dedicarse a la caza de marido porque le gustaba dejarse querer.

—Es muy apuesto, muy cariñoso y amable —decía, con la voz reducida a un susurro, casi como si hablara consigo mismo—. Me escribe cartas y me envía regalos encantadores, cosas que hace él mismo.

Niall deseaba poner los ojos en blanco, pero por algún motivo no podía. Alguien amaba a este joven, un joven absolutamente inútil, lo amaba lo suficiente para seguir cortejándole, aunque la estaban exhibiendo por toda Europa para ver quién se quedaba con él.

Por un momento, lo abrumó una desesperación absoluta al pensar que nunca conocería un amor así, que pasaría por la vida sostenida únicamente por su fachada inexpugnable. Luego recuperó el sentido. El amor era para los tontos. Niall Horan era muchas cosas, pero nunca había sido estúpido.

—Qué afortunado es, Tomlinson.

—Sí, supongo que lo soy. Ojalá... —E hizo un gesto negativo con la cabeza—. Puede que lo conozca el día de su boda.

Niall asintió y sonrió, distraído, volviendo a ocuparse de la elegancia estructural del pastel que servirían en su inminente boda.

Pero no llegó a celebrarse ninguna boda entre Niall Horan y Carrington Vincent Styles. Dos semanas antes del día del enlace, su excelencia el duque de Fairford, marqués de Styles, vizconde Hanslow y barón Wolvinton, después de seis horas bebiendo sin parar en honor de sus próximos esponsales, se subió al tejado de la casa de su amigo y trató de enseñarle el trasero a todo Londres. Lo único que logró fue romperse el cuello y fallecer al caer al suelo desde una altura de cuatro pisos.

Acuerdos Privados [narry] adaptadaWhere stories live. Discover now