OyT - El comienzo. CAP 26

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Orgullo y tradición – El comienzo. CAP 26


El strumich asado no estaba nada mal, pero no se comparaba con la comida terrícola. Sin duda, la mejor que había probado en toda su vida, y eso que conocía la gastronomía de varios planetas con civilización avanzada.

Un bocado más y estaría satisfecho.

—¿Y bien, saiyajin? Ya vez que aquí se vive bien. —El hombre de color marrón se acomodó lo que parecían ser unos lentes, sobre sus enormes ojos saltones—. Podrías establecerte en la propiedad que te mostré, y comer bien por el resto de tu vida.

—Ya te dije que no está a la venta.

—En ningún otro lugar te ofrecerán todas esas comodidades a cambio de una nave con tecnología obsoleta. Además, aquí puedes encontrar hembras del tipo que les gusta a ustedes, los saiyajines. —Lo vio fruncir más el ceño—. O machos complacientes, si así lo prefieres.

Ahora lo escuchó gruñir mientras terminaba de beber su tarro de bebida fermentada, producto de gran demanda en ese planeta.

—No creo que sea muy cómodo viajar de un planeta a otro, inclusive para un guerrero consumido. Supongo que ya...

—¡Hablas mucho! Me largo a mí nave. —Vegeta ladró fastidiado—. Ya pagué lo que acabo de consumir.

Dio un manotazo en la mesa, conteniendo lo suficiente la fuerza como para no quebrarla en varios pedazos.

—No quiero volverlo a repetir. ¡La nave no está en venta! No me interesa vivir en este planeta de quinta —sentenció mostrando molestia.

—Pero...

El alienígena de ojos saltones decidió no insistir, después de todo, los saiyajines tenían fama de ser iracundos si se les provocaba. Por lo que se limitó a verlo alejarse dando zancadas firmes, una prueba de que sin duda, lo había hecho cabrear.

—Esos mercaderes molestos, —siseo Vegeta, saliendo del establecimiento del fastidioso hombrecillo.

Voló hacia el hangar en donde se encontraba su nave. Lugar a donde llegaban los viajeros que requerían mantenimiento y resguardo de las mismas, ya que al ser un lugar de paso, tenía continuo flujo de visitantes, quienes sufrían de robos parcial o total de sus pertenencias, en caso de que tuvieran la osadía de dejar sus naves en cualquier otro lugar de la ciudad portuaria espacial.

Para evitarse corajes, Vegeta decidió pagar por el servicio y aprovechar de paso que le arreglaran algunas abolladuras, producto de haberse cruzado con basura espacial que le impactó algunas semanas atrás, cuando viajaba hacia ese ruidoso planeta.

Tenía una semana en esa bulliciosa ciudad; un lugar ideal para recabar información sobre los acontecimientos más relevantes de planetas que alguna vez dominó el emperador Freezer.

Muchas cosas habían cambiado, en especial, el ánimo de los viajeros. Se les veía más optimistas, con muchos planes para realizar, con sueños y aspiraciones que antes no tenían cabida en el estilo de vida que llevaban. En donde primero estaba el bienestar del gran imperio del que tenían la suerte de pertenecer; según les recordaban constantemente.

Inclusive, algunos veían como un gran protector al emperador Freezer. Tal vez despiadado para los enemigos, pero al fin y al cabo un protector, que mantenía orden en el caos que reinaba desde siglos atrás.

La compuerta se abrió, dejando entrar al príncipe, olfateando y revisando que no faltara nada.

No confiaba del todo en los empleados del puerto, tenía conocimiento de sus mañas, gracias a los rumores que corrían entre soldados de rango más bajo, cuando llegó a servir para el afeminado emperador. Sin embargo, a él y sus compañeros nunca les dieron mal servicio, posiblemente sabían con quién meterse, no provocarían a los saiyajines, o cualquier otro soldado de temperamento agresivo.

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