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Que tan hijo de puta tiene que ser el universo para juntar dos personas que no serán nada pero que las destinan a encontrarse una y otra vez.

Hacerlas conocerse, verse, sentirse, gustarse, pelearse, amarse y luego dejarse como un ciclo interminable sin fin. Sin punto de quiebre ni final.

La brisa fuerte y las hojas de los árboles en otoño hacían su danza de época,  las tenues luces de los faros de la calle, las personas apresuradas centradas en sus vidas, el rechinar de las sillas de los restaurantes callejeros. Todos fueron testigos de cómo el tiempo se detuvo. Mi tiempo se detuvo; Cuando mis ojos te encontraron como un punto rojo en fondo gris.

Dejé de respirar, de pensar, de todo. Fue como si de repente, olvidé lo que es existir,  solo te podía ver a ti... feliz, al otro lado de la calle. Con los cabellos revoloteando, con la risa fresca, con las manos ocupadas y con la vida como nueva.

Lucias más castaña y más adulta desde la última vez que te ví. Más madura y más libre. En efecto, encontraste esa libertad que tanto añorabas y vaya que te sienta bien la felicidad.

Pero, Te dejé pasar.

Luché conmigo misma para no llamarte porque sabía que en algún momento  esa conversación terminaría en mi casa, ambas sin ropa, y llorando porque otra vez volvimos a caer.

Así que te deje ir.  Al parecer las dos crecimos, te volviste libre como querías, y yo deje de ser la egoísta,  me contuve y  no te busqué. Con el dolor en el pecho, saqué las manos de los bolsillos y me abracé a mí misma mientras me daba la vuelta pensando "Tal vez en otra vida. "




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Soltando mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora