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Un favor

Veo que el grupo se dispersa un poco, algunos chicos toman fotografías del paisaje, otros se sientan en algún lugar, y a fin de cuentas nos quedamos solos donde estamos sin que nadie nos moleste.

—No estoy entendiendo del todo lo que dices — niego nerviosa por sus palabras.

—Yo sé a donde lleva el precipicio que hay dentro de la caverna — dice —, al infierno. Al lugar del que vengo.

Un escalofrío me recorre la espalda al tiempo que una ráfaga de aire golpea con fuerza el lugar.

El chico no luce como normalmente, se ve melancólico, parece distante y algo desconcertado.

Eso provoca que yo me sienta aún más fuera de lugar, pues ya me he acostumbrado a verlo ser un tipo divertido, fuerte y con temple.

—No sé... no sé qué decir — confieso con pesar —, puedo... ¿hacer algo por ti?

—Sí — responde afirmativamente y palidezco, pues esperaba un no por respuesta y posteriormente resignarme a ser inservible en este tema.

—P-pues bien, dime, ¿qué hago?

Belcebú alza la vista, mira hacia donde el resto de chicos están y parece pensar en algo.

—Aléjalos — pide.

—¿Qué?

—Lo que oyes, aleja al grupo de este lugar, convence a tu profesor de ir a otro lado, necesito que las miradas se alejen de aquí.

—¿Qué piensas hacer? — pregunto algo alterada pero en susurros para no llamar la atención.

—Piensa un momento si quieres escuchar realmente la respuesta.

Hago lo pide, y la respuesta es no, no quiero escucharla, pero más que querer, creo que debo hacerlo.

—Pues no, no quiero, pero de igual manera tienes que decírmelo.

—Voy a entrar.

Me siento mareada y asustada, aunque tenía sospechas de que la respuesta iba por ahí, escucharlo de su propia voz me pone temblorosas las rodillas.

—No — niego rotundamente.

—¿No?

—No.

—¿Por qué no?

—¿Estas loco? ¿Entrar? ¿A esa cueva que tienes claros cordones con un prohibido escrito?

—Las prohibiciones no van conmigo — aclara —, y sí, también estoy loco.

—Sí, eso ya lo había notado.

—¿Puedes hacer eso por mí?

—Bael... es que... esto no... ay, dios, por qué me cayó este loco del cielo — me lamento.

—Porque Rafael me tiró de allí arriba, ahora, ¿puedes hacerlo?

Me quedo pensándolo, pues es una decisión difícil. Muy difícil. Quiero ayudarlo, pero no quiero que cometa una estupidez y se meta en problemas.

Aunque sí, confío en él, confío en que por muy riesgoso que sea el plan que tenga en mente, sabrá llevarlo a cabo exitosamente.

O al menos eso quiero hacerme creer.

—Bien, te ayudaré — acepto con todo el valor que me cargo.

—Hola, pequeños, ¿todo bien? — para mala fortuna de Belcebú y extrañamente maravillosa fortuna mía, Zarah aparece a nuestro lado.

Tentación Where stories live. Discover now