―¿Por qué siempre me obligas a hacer cosas que no quiero?―cerró los ojos fuertemente por primera vez, dejó salir un intenso suspiro por su nariz―, pero debo hacerlo.―Elevó la navaja hacia su carótida, manteniendo un pulso firme me observó―¿Esto es lo que quieres? ¿Qué te deje sola en esta vida y me muera?―Mantenía los ojos cerrados fuertemente, su voz estaba ronca y las lagrimas estaban amenazando con salir de sus ojos.

Me helé, un movimiento en falso y toda esa sangre nos bañaría a los dos y lo perdería para siempre, sin vuelta atrás.

―No me dejes...―solté en un suspiro casi inaudible, decidiendo si debía tocarle la mano o no.

―Tú me estabas dejando hace unos minutos.―Soltó encarándome. Un hilo de sangre caía por su cuello, el detonante.

Él lo haría.

Puse mi mano en su mejilla, haciendo que nos viéramos a los ojos.―Déjalo, no puedes dejarme―las lagrimas de mis ojos comenzaron a salir a la par que él abría los ojos, viéndome―, No me puedes dejar ahora, te necesito...

Las luces de una patrulla nos iluminó la cara, como si fuera otra persona lanzó la navaja hasta el fondo del auto y se limpió las lágrimas, carraspeó su garganta y me guiñó el ojo.

Un golpe en la ventanilla me alertó de lo que se avecinaba. Bienvenida a la realidad.

―Señor, baje su ventanilla un momento.―Habló el oficial que tocaba el vidrio pausadamente.

Sentía que el corazón se me iba a salir del pecho en cualquier momento ¿Puede ser posible poder sacarse el corazón y guardarlo en una caja? Digo, así no será tan ruidoso y no alarmará a quienes buscan una pizca de miedo en mi alma. Sin corazón, sin sentimientos.

Su mirada buscó la mía y con un simple agarre en mis dedos con su enorme mano supe que si hablo estaría muerta de un movimiento, prefiere verme muerta antes que en los brazos de alguien más, si no soy suya ¿Por qué sería de alguien más?

―No quiero que digas nada, que no hagas nada y si puedes...―miró al vidrio por segundos y me observó de reojo―, no respires.

Mordí mi labio y asentí, el policía tocó por cuarta vez el vidrio, pero con poca paciencia.

Bajó rápidamente el vidrio y el policía se recargó del auto mirando hacia Anthony.―Muéstreme sus papeles, hemos tenido algunas desapariciones en las últimas semanas así que estamos haciendo una inspección de rutina para aquellos autos que sobrepasan de las diez de la noche en la calle.―Sonrió obligadamente el oficial, esperando los papeles que pidió. Sus ojos se fijaron en la oscuridad del auto, tratando de observarme.― Señor, ¿Esa es su hija?―preguntó curiosamente, arreglándose los pantalones.

Anthony asintió de inmediato, sacando sus papeles y los míos.

―Le voy a pedir que salga del auto, voy a revisarlo.

―Claro oficial...―ladeó la cabeza hacia un lado tratando de recordar un nombre que claramente jamás había sido nombrado.

―Detective James Cristoff. ―Mostró su placa.

―Claro, detective James...―saboreó las letras de su nombre como si en cualquier momento se le tiraría encima para apuñalarlo directamente en el cuello.

Salió del auto y la diferencia de estatura no era tan notoria una vez que estaban cara a cara, sonrió irónicamente dando unos pasos hacia atrás, permitiendo que el detective James pudiera revisar el auto con total libertad.

―Espero que solo se una inspección a la ligera porque si no usted debería tener una orden para poder revisar mi auto.―Colocó su mano en el techo del auto, apoyándose en él―, Yo lo estoy dejando revisarlo porque no me voy a oponer a la ley, pero usted no debería hacerlo.―Esbozó una sonrisa legitima, Anthony había ganado.

Lo más valiosoWhere stories live. Discover now