Tarde de playa

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Recogí mi mochila y mis libros en el momento cuando Aaron se sentó en su pupitre y la emoción de Lucía no se podía ocultar.

El chico volteó hacia mí, frunciendo el entrecejo, de nuevo evité el contacto visual y me distraje con mi teléfono hasta que comenzó la clase.

En el recreo la emoción por el nuevo estudiante ya no era tan intensa como los dos días anteriores. Cada grupo volvió a reunirse de manera separada, claro que lo que yo no contaba era que Aaron se hiciera tan amigo de mi hermano y terminara en mi grupo de amigos.

Él, Tiago, Erick, Lucía y Sabrina, se sentaron conmigo en una de las mesas del jardín.

—Ya es oficial que Aaron entrará al equipo de básquet —dijo mi hermano. Yo agarré mi teléfono y simulé que no lo escuchaba.

—No es oficial, debo hacer las pruebas —le respondió Aaron.

—Sí, pero seguro entras, en serio necesitamos a alguien. Como te habrás dado cuenta el pueblo es pequeño y la mayor parte de jugadores que teníamos el año pasado ya están en la universidad.

—Seguro eres un jugador increíble —lo alagó Lucía.

No lo había visto jugar ni una vez, tal vez era uno de esos torpes que recibían el balón más veces con la cara que con la mano, pero solo por ser atractivo y alto asumían que era lo máximo.

La conversación seguía y yo no era participe de ella. Quería una excusa para irme de ahí.

Mi teléfono vibró y desde la ventana de notificaciones vi que me llegó un mensaje de Aaron.

Aaron: Te vas a tomar en serio eso de ignorarme?

Apenas levanté la vista de mi celular. Él tenía su aparato en las manos, esperando mi respuesta, mientras mis amigos hablaban y no se daban cuenta de lo que pasaba entre nosotros.

Entré a la aplicación y bloqueé al contacto. Por un segundo vi la cara de Aaron al recibir el mensaje de que no podía escribirme más y fue épica.

—¡Grecia! —Me levanté del asiento en cuanto la vi con Liam y Alexa vendiendo comida a un grupo de chicos sentados sobre el césped. Corrí hacia ellos y me ofrecí a ayudarlos a vender.

—Si ayudas es voluntario, no esperes comisión —me avisó Liam.

—No quiero nada, solo pasar el recreo con ellas. —Para ese punto, Liam no me agradaba, pero prefería aguantarlo a él que a su hermano.

****

Al acabar las clases, me dio la impresión de que Aaron quiso detenerme. Seguí mi camino, a paso apresurado, mi madre me recogería ese día para alistar los detalles de mi vestido de cumpleaños. Esa vez no tomó mucho tiempo, me lo probé, me quedaba bien, mi madre estuvo satisfecha y me dejó libre para ir a la playa.

Mis compañeros de colegio ya estaban ahí, al igual que Tiago y varios universitarios. Como las vacaciones de verano ya habían terminado las playas estaban libres de turistas y los del pueblo las teníamos para nosotros.

Tras quitarme la ropa y quedarme en un bikini a rayas blancas y azules, estiré mi toalla sobre la arena cerca de mis amigos. No había rastro de Aaron, eso era bueno.

Me reuní con mi grupo de amigos de siempre; Liam y Grecia llegaron a nuestro lado, cargando un contenedor.

—Vendemos helados, ¿quieren?

Me sorprendía que sacaran productos con tanta rapidez, solo esa mañana les había ayudado a vender hamburguesas en el colegio y unas cuantas horas más tarde ya tenían paletas heladas.

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