4- Sombras del Pasado (3ª parte)

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Nadie le devolvió la sonrisa y le siguió hacia la habitación.

***

Zero empezó a desatarse con impaciencia el nudo que mantenía sus pantalones sobre sus caderas. Pero no era tan sencillo como cabía esperar. Sus dedos, en los que las uñas apenas habían comenzado a asomar, eran unos muñones amorfos y demasiado sensibles, inútiles para casi todo lo que implicara un poco de destreza. Bufó y resopló mientras Nadie le observaba divertido y  tomaba asiento en el centro de la cama.

No reprimió una exclamación de júbilo cuando consiguió liberar la presa y la prenda se deslizó hasta sus tobillos. Con una sonrisa de satisfacción, se encaramó por el cuerpo de su amante con una agilidad felina. Y jugó a desabrochar los botones de su camisa. Pero de nuevo, las limitaciones de sus manos le pasaban una mala jugada. No solo era la torpeza de tener unos dedos demasiado grandes, además era doloroso. Pero no se rindió. Se mordió el labio inferior, tomó aire y comenzó de nuevo, solo eran botones.

Nadie sujetó su mano y contempló sus heridas con atención. No era una visión agradable. Zero intentó apartar la mano pero él no se lo permitió.

—Crecerán —dijo con una sonrisa nerviosa y un gesto de hombros que le quitaba importancia. Lo mismo que había respondido cuando se había fijado en su pelo. Mucho de él se había quedado en esa tumba.

La reacción de Nadie le pilló de improviso. Lo sujetó entre sus brazos y lo abrazó tan fuerte como nunca nadie había hecho antes. Zero se quedó inmóvil. Jamás habría esperado eso de Nadie. Incluso aunque hablara de sentirse vivo, siempre se había comportado de forma distante, no era de los que daban abrazos, o eso había supuesto. Y sin embargo, antes de que pudiera replanteárselo, las manos de Zero habían reaccionado de igual forma y se habían unido en la espalda de su amante.

—Lo siento —murmuró Nadie a su oído.

—No fue culpa tuya —le respondió sin entender por qué pedía disculpas.

—Quería protegerte y te fallé cuando más me necesitabas —dijo—. Pero les encontraré, te lo juro. —Zero asintió en silencio. No podía confesar que ni siquiera había pensado en ello. Conceptos como venganza o justicia le parecía que no estaban hechos para él. Solo quería saber cuál había sido su pecado para recibir semejante castigo. Era como un perro apaleado—. ¿Recuerdas algo? —preguntó Nadie—. Fueron dos meses, Zero. No pueden estar en blanco.

—Bueno, el… tipo aquel de Elíseo dijo que siempre que me veía estaba dormido. —Parecía mentira que recordara tan claramente esa conversación y todo se tornara tan confuso unos segundos más tardes. Quizá su memoria intentaba protegerle pero, ¿de qué? Les había matado. Fin de la historia.

—Puede que te pusieran en algún tipo de sueño estático —dijo Nadie con aire pensativo—. Eso reduciría la búsqueda, no hay muchas personas que tenga acceso a ese tipo de tecnología.

Sabía que lo hacía por él y eso le halagaba, pero esa conversación distaba mucho del plan que tenía apenas unos minutos antes y que se resistía a abandonar. Decidió a recuperar la atención de su amante, mordisqueó el lóbulo de su oreja y paseó su lengua por el cuello.

—Ahora no —dijo en un susurro, frotando su entrepierna contra la de Nadie.

Se perdió en su boca mientras la presencia que notaba bajo su cuerpo se hacía cada vez más evidente. Nadie perdió las manos bajo su camiseta acariciando su espalda, sujetando sus nalgas con firmeza acercándole aún más, acoplándose a unos movimientos que hacía que sus cuerpos se fregaran el uno al otro, avivándose mutuamente. Con una sonrisa traviesa, Nadie colocó un par de dedos sobre sus labios. Zero sonrió también.

Nadie es perfectoWhere stories live. Discover now