Apartó la silla a un lado y también salió, cerrando la puerta con cerrojo después.

Jean Paul suspiró y miró a su alrededor. Por primera vez, prestó atención a la sala en la que estaba. Podía ser un dormitorio cualquiera de un piso cualquiera. Podría incluso no estar en París. Habían sacado todos los muebles, excepto la silla que había usado Lancelot y en la que estaba sentado él mismo.

Al otro lado de la puerta, Lancelot se dirigió a la cocina, donde se encontró con Charlotte.

—¿Crees que dice la verdad?

Ella apretó los labios.

—Ya no sé a quién creer —dijo—. A veces me dan ganas de olvidarme de todo. Ese idiota no nos va a decir nada.

—No teníamos que haberlo secuestrado —dijo Lancelot—. Llevamos casi dos meses siguiéndolo y no ha hecho nada aún. Ahora, si lo soltamos, va a actuar con más cuidado todavía. Sin contar con que podría hablar con la policía.

—Por eso hay que machacarlo hasta que diga lo que sabe. No hay marcha atrás.

—No hay marcha atrás —repitió Lancelot para darle la razón.

Se acercó más a ella e intentó abrazarla. Ella se apartó con una mueca de dolor. Alzó la mano derecha y se la mostró a Lancelot.

—Menudo sopapo le has dado —rio él—. Cuando se ha dado contra el suelo, he creído que te lo habías cargado. ¿Cuánto tiempo ha estado inconsciente? Por lo menos cinco minutos.

—Le tenía ganas —confesó Charlotte torciendo el gesto.

Lancelot abrió entonces la nevera y sacó una bolsa de espinacas congeladas.

—A ver, trae —le dijo a Charlotte para que alzara de nuevo la mano dolorida.

Le puso la bolsa de espinacas sobre los nudillos y ella reaccionó al frío tomando aire rápido con la boca abierta y exhalándolo lentamente. Al poco rato, tenía la mano húmeda y apenas sentía dolor. Dejó caer la bolsa de espinacas, agarró a Lancelot de la camisa y lo obligó a acercarse a ella. Él no opuso resistencia y aprovechó el impulso para darle un beso en los labios. Ella le correspondió abriendo la boca y mordiéndole el grueso labio inferior con deseo.

Eso fue suficiente para encender a Lancelot. Cogió a Charlotte por la cintura y la alzó hasta sentarla en la encimera. La atrajo hacia sí y se echó sobre ella para besarla de nuevo, mientras le desabrochaba todos los botones de la blusa.

Hicieron el amor allí mismo de forma apasionada y salvaje, devorándose con cada beso. Terminaron tirados en el suelo, exhaustos y satisfechos. Se quedaron dormidos.

Al despertar, Lancelot recordó que Jean Paul le había pedido agua. Habrían pasado varias horas. Cuando se lo pidió estaba amaneciendo, que fue cuando llegó Charlotte a casa. Miró su reloj. Ya pasaba el mediodía. Respiró hondo, estaba muy cómodo allí, tumbado en el suelo con el cuerpo desnudo de Charlotte a su lado. Hizo un esfuerzo y se levantó. Se puso la ropa interior y los pantalones, cogió un vaso, lo llenó con agua del grifo y salió de la cocina con él, mientras Charlotte se desperezaba.

Quitó el cerrojo que le habían puesto a la puerta del dormitorio donde tenían encerrado a Jean Paul y entró la habitación. Acto seguido, ahogó un grito y dejó caer el vaso al suelo, que se rompió en mil pedazos.

Jean Paul no estaba. La silla estaba vacía; las ataduras, en el suelo, y la pequeña ventana de la habitación, abierta de par en par.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Charlotte desde la cocina.

Lancelot se asomó por la ventana. Estaban en un tercer piso, el salto habría sido mortal, a menos que en ese instante hubiera habido un gran camión aparcado justo debajo, y aun así, el salto habría sido de película. Miró a los lados y vio un tubo del desagüe del tejado a la izquierda, a menos de dos metros. ¿Habría podido saltar hasta allí y después descolgarse hasta el suelo? Parecía complicado, pero no imposible. Otra posibilidad era que hubiera escapado hacia arriba, solo había un metro y medio hasta la pequeña cornisa que daba paso al tejado. En cualquier caso, Jean Paul tenía que haber sido muy habilidoso.

—Se ha escapado —dijo en un incrédulo susurro cuando notó que Charlotte entraba en la habitación.

—Se ha escapado —dijo en un incrédulo susurro cuando notó que Charlotte entraba en la habitación

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Bajo el Arco del TriunfoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora