Capítulo 38

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~«Comprenderá, McNabbs, que declarar a McCartney como prisionero de guerra me hubiera impedido fusilar a uno de mis enemigos favoritos»

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«Comprenderá, McNabbs, que declarar a McCartney como prisionero de guerra me hubiera impedido fusilar a uno de mis enemigos favoritos». (Carta de Rhona Greer al General McNabbs, 22/9/2019).
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Tú eliges si esto es un hasta pronto o un hasta siempre.

Sirhan recordó una vez más las palabras de Kate. Recordó el beso tímido y el mar que brotaba de sus ojos al despedirse. Separarse había sido duro: suspiros al viento y lágrimas de un río empantanado y embravecido. Poco a poco, empezaba a entender que su muerte no sería el sábado, sino que había comenzado mucho antes.

A partir de ahora, seguiría solo. El reencuentro dependería de lo que Sirhan pudiera hacer en esos últimos dos días.

De camino al edificio de Boyd, Sirhan jamás se separó de su pistola y jugó con el seguro durante todo el viaje. Algunos jóvenes lo miraron de soslayo y murmuraron su nombre y algo más. Los menos pudorosos clavaron sus ojos en él y lo obligaron a cambiar el rumbo. Por suerte, el trayecto fue corto y minutos después Sirhan acababa en las puertas del recibidor.

—Diga —replicó alguien desde el interfono.

—Soy yo.

—En seguida voy.

Aunque había cierta interferencia, Sirhan supuso que era Boyd. En ese caso, no le quedaba más remedio que esperar. Al menos, no sería Fagler; Sirhan no estaba de humor para internas estúpidas.

El segurata entró al edificio y se ofreció para ayudar a Boyd a bajar. El rubio le agradeció el gesto e insistió en que podía solo. Batalló con su silla unos segundos y se deslizó sobre el piso hasta acabar junto a Sirhan.

—Hola, campeón.

Esta vez, el saludo no fue tan efusivo como siempre; Boyd sabía que Sirhan estaba en peligro y que no era momento para frivolidades.

—Sube —le indicó el rubio y se hizo a un lado para dejarlo pasar.

Boyd apretó el botón y las puertas del ascensor se cerraron. Rodeado de gruesas láminas de hierro, Sirhan suspiró y se animó a hablar.

—¿Encontraste algo? —preguntó en un susurro.

—Todo el que pide recibe y el que busca encuentra —repuso el rubio, misterioso.

En la boca de Sirhan apareció un tímido rictus. Después de tanto tiempo, comenzaba a tener algunas respuestas. No tenía dudas de que el misterio de Neil Bein era la clave para resolver el suyo.

Nada es casual; las casualidades son el pretexto de los ignorantes.

Boyd le abrió el paso y cerró la puerta detrás de él. El ambiente estaba calmo y taciturno, y no se oía el ajetreo de los súbditos en las habitaciones. Mejor así.

Sin retorno © [COMPLETA]Where stories live. Discover now