23~Cayendo

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— ¿Por que no comes Mitzred? —otra vez su hija parecía tener perdida de apetito.

Durante toda esa semana su hija ya no comía con las mismas ganas, moretones en sus brazos y piernas, ya no tenia las mismas energías que siempre.

— No tengo hambre y tengo sueño mami —Mitzred se recostó sobre la mesa .

— Tienes que ir a la escuela y no vas a faltar otra vez —dicho esto tomaron sus cosas y se fueron a sus clases.

La clase pasaban cada vez más lento. En un momento sintió una extraña sensación en el pecho miró hacia donde se encontraba Max en el otro extremo de la salón.

Él la miro de la misma forma. No quería pensar en nada más.

— ¿Los hermanos Hoffmann?... Es su hija —la mujer que entró a la habitación estaba seria.

Ambos se levantaron rápidamente y salieron del salón.

Sus corazones latían rápidamente.

— Llamaron desde el colegio de su hija tuvieron que llevarla al hospital —hablo la mujer.

Ambos sin decir una palabra salieron a toda velocidad rumbo al hospital.

Max tomó una de sus manos pero era evidente que nada podía calmarlos.

Al llegar preguntaron por su hija.

Como si su mundo fuera cayendo lentamente a pedazos.

—¿Los padres de Mitzred Hoffmann? —ambos estaban tomados de la mano— su hija se encuentra en un estado muy delicado tomen con calma y la doctora hablará con ustedes...

<<Nuestra pequeña Mitzred tenia una enfermedad que afectaba sus glóbulos blancos>>

(...)

— Me duele mucho mami —decía la pequeña entre llantos.

Ella abrazaba a su niña a pesar de que tenía muchas cosas conectadas a su cuerpo.

Leucemia fue su diagnóstico. Aquel diagnóstico que marcó sus vidas, Mitzred empezó con el tratamiento, aquel que le causaba mucho dolor. 

— Mami les hice otro dibujo —los párpados de su hija parecían pesados.

Las noches eran interminables los dos se quedaban a cuidar a su princesa.

La impotencia que sentían al no poder hacer nada aunque sea para calmarle el dolor a su bebé.

Max estaba devastado, al igual que ella los médicos y todos insistían que ambos debían mantenerse fuertes por ella.

Su hermoso cabello dorado empezó a caer.

— ¡Mami no quiero cortarlo! —los llantos retumbaba en la habitación— mi pelo es bonito mami...

— Volverá a crecer te lo prometo —ella no podía contener el llanto.

Y antes que empezara a cortar Max tomo la máquina.

— No tengas miedo mi pequeña aquí estaremos contigo —y el empezó a raparse.

Nunca había visto a Max pelón. Solo cuando se infectaron de piojos cuando eran niños.

Ella tampoco iba a dejar a su niña sola, eran los tres en eso.

Tomo la máquina entre sus manos.

— ¿Estas segura? —preguntó Max. 

Solo asintió y su pelo empezó a desprenderse.

De esa forma pudieron animar a su pequeña.

— Mis pelones —su madre les había llevado comida.

Varias personas iban a visitarla.

Hasta Max había infiltrado al conejo Fugui al hospital .

— Permiso —la mujer de tez morena entró a la habitación de la mano de su pequeña Avanka.

— Alika —se levantó y la abrazó.

Ambas niñas se pusieron a jugar aún con la debilidad de Mitzred.

Todos le llevaban regalos a su niña.

Cada día que pasaba esperaban las noticias del avance de su pequeña y la enfermedad, pero nada era positivo. Todo era peor al pasar los días, semanas y los meses.

Su corazón estaba afectado y sus pulmones.

Un día se despertó con ánimos y quería volver a casa.

En ese momento pensaron que el tratamiento estaba dando algún tipo de resultado...

NarbenWhere stories live. Discover now