Día lluvioso

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Había pasado una semana desde que habían retornado de la misión, y aún entonces, su cuerpo se sentía fatigado. El viaje había sido largo, o en realidad no pero eso había sentido ella, y el cansancio mental era aún superior que el físico. La situación desde entonces, no había cambiado demasiado. La aldea parecía estar tranquila, a pesar del revuelo que había causado la noticia del regreso de Sasuke, ahora que ya habían pasado un par de días. Y todo parecía regresar a la normalidad, o lo que fuera que eso significara en su mundo. Sin embargo, Hinata estaba intranquila, por alguna razón u otra que desconocía. Tenía la sensación de que, a pesar de la sensación de familiaridad y de rutina, algo era distinto. Algo estaba cambiando o algo cambiaría ¿Qué? No tenía idea. Pero presentía que tenía que ver con Naruto y eso la hacía sentirse del todo un poquito más nerviosa. Sentía que, poco a poco, Naruto se estaba alejando. Más y más. Incluso lo sentía más lejos de ella de lo que siempre había estado. Y eso la entristecía. Desde la pelea con Sasuke, Naruto había permanecido en el hospital; anestesiado y adormilado para evitar que escapara, pues Tsunade temía que eso hiciera y todos estaban seguros que si pudiera lo haría. Era seguro. No sería la primera vez que Naruto huyera del hospital por una razón u otra. Eso era un hecho.

Ante el pensamiento, inconscientemente sonrió y una pequeña y casi evanescente carcajada suave escapó de sus labios. Sin embargo, tan sumida estaba en sus propios pensamientos que no había percibido la intromisión de alguien más en la habitación. No había oído los pasos ni había sentido su chakra, que tan familiar se había hecho a lo largo de los años. Solo notó la presencia, en efecto, cuando esa persona habló desde detrás suyo.

—¿Qué es tan gracioso?

Siendo tomada desprevenida, Hinata se sobresaltó y, en su torpeza, volcó una taza de té, que acababa de preparar, sobre el fregadero; derramando el contenido humeante y quemándose la yema de uno de sus dedos en el proceso. Avergonzada, por el ridículo espectáculo que acababa de dar, y ocultando su dedo enrojecido detrás de su espalda e ignorando la sensación de quemazón sobre su piel, musitó —¡Neji-nii-san! —haciendo una leve y rápida reverencia—. L-Lo L-Lo siento... Me he d-demorado demasiado, ¿v-verdad?

El Jounin, que acababa de ingresar a la habitación con una toalla en mano y su largo cabello chocolate empapado, al igual que su habitual atuendo de entrenamiento, observó hacia la entrada de la cocina por la que había aparecido —Hiashi-sama me ordenó que viniera a averiguar qué te estaba retrasando tanto.

Las mejillas de la joven Hyuuga enrojecieron sutilmente —L-Lo siento Neji-nii-san, supongo q-que me distraje. P-Puedes decirle a padre q-que el té estará l-listo en unos segundos —susurró, volteándose y comenzando a limpiar el té que acababa de volcar.

Pero el Hyuuga no se movió, sino que caminó hasta donde se encontraba ella y contempló el pequeño horno que se encontraba junto a Hinata. Percibiendo el cálido aroma emanar de este.

La joven lo observó de reojo, allí, inmóvil y envarado, mojado y probablemente con un poco de frío y sonrió amablemente; tomando una pequeña caja a su lado y extendiéndosela a él. El joven la observó serio y levemente desconcertado, aunque solo la primera de las emociones alcanzó su rostro.

Hinata bajó la cabeza y extendió la pequeña caja un poco más —Umm... l-las horneé r-recién, Neji-nii-san... p-puedes tomar las q-que quieras.

El tono formal y grave de él alcanzó sus oídos —¿Por qué?

—¿Uh? —lo cuestionó desconcertada. En su opinión, Neji siempre era demasiado juicioso, prudente y extremadamente desconfiado. La mayoría de las veces, tendía a recelar cada acción, pensamiento o palabra dicha y la sometía a un riguroso examen racional. Y, en este caso, Hinata no sabía si preguntaba por las razones detrás del gesto de ella o las razones por las que había cocinado aquellas galletas. Aunque suponía que se trataba de la primera opción, pues a Neji no solía importarle que hacía ella o qué dejaba de hacer. Y, aún cuando vivían juntos y entrenaban juntos, y aún cuando Hinata se esforzaba por ser amable con él; su primo no cedía. No se habría con nadie ni demostraba emoción alguna mayor a la de respeto. Eran como extraños que vivían bajo un mismo techo, y eso entristecía a la muchacha. Al menos, Neji parecía cómodo con su compañera de equipo, y eso estaba bien. Era suficiente.

4X:AireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora