Parte 16: Tensión

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Sia abrió los ojos, pero la espesa negrura que la envolvía le impidió distinguir algo a su alrededor. Se sentía sumamente adolorida, pero fue capaz de levantarse tras descansar un par de minutos. Forzó la vista, pero realmente estaba sumida en la más absoluta oscuridad, lo que comenzó a generarle un creciente temor que rápidamente dio paso a un intenso pavor.

―Joseph... ―musitó, casi al borde del llanto―. Joseph...

Sentía que el piso era de piedra, por lo que supuso que aún estaba en las alcantarillas de la ciudad. Lo último que recordaba era haber caído tras una explosión que había hecho colapsar el suelo de la sala de máquinas. Dada su situación, sólo tenía dos opciones viables: quedarse a esperar que alguien la encontrara, o intentar moverse hasta hallar alguna fuente de luz que le permitiera ubicarse.

A pesar de que caminar despreocupadamente por un lugar tan oscuro era más que peligroso, se decantó por la segunda opción tras llamar a Joseph unas cuantas veces más sin recibir respuesta. Tomó una gran bocanada de aire y, utilizando sus brazos como medida de seguridad ante posibles obstáculos, empezó a andar lentamente sin un rumbo específico. Salvo el eco de sus pasos y su respiración agitada, ningún otro sonido captaba su atención.

Luego de unos pocos segundos, le pareció distinguir algunos detalles mínimos del techo, lo que la hizo detenerse. No sabía exactamente lo que estaba viendo, pero esa parte de la estancia era distinta a las demás. En el mejor de los casos, pensó, su desorientada caminata la había llevado hasta el agujero que se había abierto en la sala de máquinas. No podía haber caído demasiado lejos, por lo que llegar allí tan fácilmente era lógico, y con un poco de suerte incluso podía utilizar el mismo boquete para salir. Pero, sin luz y sin saber dónde estaba Joseph, sus esperanzas no podían concretarse.

Al acercarse al punto extraño del techo confirmó que era una abertura irregular que conectaba con la planta superior, levemente mejor iluminada. Además, unos escombros esparcidos por el suelo formaban una inestable montaña que podía servir para regresar a la sala de máquinas. Suspiró, aliviada de que al menos había encontrado un punto de referencia.

En eso, Sia fue capaz de ver todo con claridad, ya que una misteriosa luz verdosa se había encendido cerca de su posición. Dejó de prestar atención al agujero del techo y miró a su alrededor hasta descubrir que no estaba sola.

―¡Viper! ―exclamó, sin poder creer lo que veía.

Efectivamente, la extraña chica que supuestamente no había podido ser parte del reto se hallaba allí, en aquel lugar inhóspito y oscuro. Tal como acostumbraba, estaba vestida con peculiares ropas negras adornadas con patrones triangulares de rayas verdosas, que se ceñían a su cuerpo y cubrían casi toda su piel.

―Que agradable coincidencia, Siara ―respondió Viper, enrollando su mechón verde mientras una gran sonrisa se dibujaba en su rostro―. Me alegra mucho encontrarte. Realmente me alegra mucho.

Sia tragó saliva, sintiendo que el pavor volvía a invadirla por alguna razón desconocida. A pesar de que contar con aquella inesperada compañía le podría resultar beneficioso, era más que obvio que algo no andaba bien. No podía ver de dónde provenía la luz que acompañaba a Viper, como si fuera ella misma la que la emitiera. Y, a diferencia de Sia, la gótica chica no parecía estar especialmente preocupada por encontrarse en un sitio tan lúgubre.

―¿Por qué...?¿Dónde estabas, Viper?

―Tuve ciertas cuestiones que atender, los brujos son gente difícil de tratar, ¿sabes? ―Suspiró―. Pero por fortuna pude llegar aquí a tiempo.

―¿El Embaucador te trajo?

Viper lanzó una risa cantarina pero burlona.

―Al contrario, fue difícil desviar su atención. Afortunadamente es incapaz de ejercer su influencia acá abajo.

El Club del TerrorWhere stories live. Discover now