Capítulo 4: Machos

4.4K 428 180
                                    

Capítulo 4: Machos

Shan apretó los puños. Se sentía humillado. La "gatita" le había dejado en ridículo delante de todos. La había subestimado. Después de todo, los rumores eran ciertos. No debías meterte con la Maestra Tigresa si no querías tener problemas.

Sonrió. No importaba. Por mucho orgullo que tuviera la felina, los instintos eran los instintos, y él era el único tigre de la zona. Tarde o temprano caería en sus redes. O al menos, eso creía él.

Pero los días pasaban y Tigresa no daba muestras de debilidad. Al contrario, cada vez que lo veía, parecía que sintiera un odio profundo hacia él, mientras que con el panda era diferente, amable. ¿Qué tenía ese maldito oso que siempre conseguía la atención de Tigresa? Siempre entrenaban juntos, charlaban y se ayudaban mutuamente en las tareas del palacio. No le gustaba nada que pasaran tanto tiempo juntos.

Tigresa intentaba evitar a Shan siempre que podía, y hacía lo posible para no cruzarse con él. Po, por su parte, desde el incidente del gimnasio, no había vuelto a aguantar una sola broma de Shan. No le importaba que se metiera con él, pero no permitiría por nada del mundo que ese imbécil le faltara el respeto a Tigresa. Cada vez que se cruzaban, se echaban unas miradas que asustaban, pero nunca llegaban a pelear, pues el Maestro Shifu les había advertido que no toleraría ni una tontería más. A la mínima que hicieran, los echaría del palacio.

$$$$$$$$

Tigresa estaba de pie en medio del patio. Hacía frío. Tanto, que ni su pelaje podía protegerla. Se encontró a sí misma temblando en mitad de la noche, pero por alguna extraña razón no podía moverse. Miraba a la luna llena. Estaba triste, no sabía por qué.

Alguien apareció detrás de ella. Se dio la vuelta. Po...Una lágrima traviesa se escapó de uno de sus ojos, pero no hizo nada por sofocarla. Po la miraba con tristeza. Ella anduvo hasta él lentamente y le abrazó. No esperaba que él le correspondiese. Al fin y al cabo sólo le había dado un abrazo en toda su vida, y se había quedado tan asombrado que había dejado los brazos muertos. Pero contra todo pronóstico, él también la abrazó.

Se oyeron unos pasos que la hicieron temblar. Alguien la agarró del brazo y la obligó a soltar al panda. Tigresa miró con odio a ese maldito tigre e intentó que cesara en su agarre, pero Shan no sólo no la soltó, sino que la aprisionó con ambos brazos.

Suéltame! -gritó -. ¡Po, ayúdame!

Pero el oso no se movió ni un ápice, no hizo nada por detenerlo. Retrocedió un par de pasos y dejó que Shan la arrastrara hacia el interior del palacio.

-Lo siento -dijo -, pero él te conviene más que yo.

-¡Po! -gritó ella, histérica, al ver cómo se alejaba. No se resignaba a perderle por ese estúpido tigre -. ¡Po!

...

Tigresa se despertó sudando, con el corazón a mil por hora y la respiración agitada. Había sido una pesadilla. Una horrible pesadilla. Si las cosas seguían así se iba a volver loca.

Po entró precipitadamente en el cuarto de Tigresa. Había oído a su amiga gritar su nombre. Era fácil, pues sus habitaciones estaban separadas por una finísima pared, si es que ese trozo de tela se podía llamar pared.

-¿Tigresa? ¿Estás...bien?

Se había esperado encontrarse con cualquier cosa: con una Tigresa asustada, con un ladrón o incluso con el pesado de Shan acosando a la felina, pero lo que no esperó encontrar fue a Tigresa totalmente desnuda, cubierta apenas con una finísima sábana hasta la cintura. En cuestión de segundos, su cara se volvió roja como un tomate.

La Ley de la naturalezaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora