Capítulo 3: Una lección que aprender

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Capítulo 3: Una lección que aprender

Po se acercó a Tigresa. Esa mañana se había levantado especialmente temprano y se había dirigido al gimnasio del palacio Jade para entrenar. Cuán había sido su sorpresa al encontrarla allí, practicando. Permaneció unos minutos apoyado en el resquicio de la puerta, observándola. Le encantaba verla entrenar. No sólo era fuerte, también tediosa y constante. Adoraba todos sus equilibrados movimientos. Desde primer puñetazo hasta la última patada. Ninguno de sus compañeros podía lograr una composición tan preciosa como la que formaba Tigresa cuando peleaba. Era como si hubiera nacido para el kung fu. Era simplemente perfecta.

Recordó la cara de tonto que se le había quedado en su primer entrenamiento, cuando el Maestro Shifu lanzó al aire un par de tablas de madera y Tigresa saltó para destrozarlas con ambas piernas al mismo tiempo. Incluso cuando cayó al suelo, agazapada, y le miró de reojo, la adoró. En ese momento, no admiró al kung fu, la admiró a ella.

-¡Tigresa! -la llamó. Ésta paró de entrenar al reparar en la presencia del panda -. ¡Buenos días!

-Has madrugado hoy...Con lo que te gusta dormir.

-Pues esta noche no he dormido demasiado -dijo, subiendo en la tarima en la que estaba tigresa, y poniéndose en posición -. ¿Me dejas entrenar contigo?

-¡Claro! -Ella también se puso en posición.

-No te preocupes, no seré muy duro contigo, Maestra -bromeó. Sabía perfectamente que la dura era ella. La "cañera", como él solía llamarla.

-Si no lo eres, esto será muy aburrido. -Sonrió con malicia.

-Tú lo has querido.

El combate empezó. El uno se lanzó contra el otro. Las patadas y los puñetazos volaban por doquier. Ninguno quería darle tregua a su contrincante. Po lanzó un puñetazo, pero Tigresa lo paró con una pata. Po dejó de luchar para concentrarse en el dolor que el golpe le había producido. Exactamente igual que en el barco, pensó. Tigresa aprovechó la ocasión para tirarlo al suelo con un sólo brazo. Po, sentado en el suelo, miró a su adversaria, que sonreía, victoriosa.

-Como ya te he dicho anteriormente, no creo que el estilo duro sea lo tuyo...

Sí, exactamente igual que en el barco, pensó de nuevo, pero esta vez no pensaba perder.

-¿Eso crees? -Con una patada en la pierna, la derribó. Tigresa cayó justo encima de la blandita panza del panda. -Ups...lo siento -se disculpó. Su intención no era que cayera encima de él, pero a veces la vida podía ser maravillosa.

Tigresa no dijo nada, sólo frunció el ceño, al contrario que Po, que le encantaba verla cabreada por haberla pillado desprevenida. Lo que el panda no sabía era que la felina estaba algo contrariada en su interior: enfadada por haberse despistado, y con algo parecido a mariposas en el estómago por algo tan simple como haber caído encima de él. Tan simple como estúpido.

-Estate más atenta la próxima vez. - Entonces se fijó en un detalle. - ¿Y la flor?

-Era de Víbora, tenía que devolvérsela -explicó, levantándose de encima de él.

-¡Qué lástima! Te sentaba realmente bien...Bueno, no importa. Yo te conseguiré otra.

-No digas tonterías.

-No son tonterías. Te favorecía mucho. ¿Crees que podré coger alguna del cerezo en flor?

Tigresa se encogió de hombros, intentando quitarle importancia, a pesar de que se sentía bastante alagada.

-Haz lo que veas, pero no creo que al Maestro Shifu le haga mucha gracia que toques su árbol sagrado.

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La Ley de la naturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora