01 | La alberca de natación

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Demien

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Demien

Tarareo una canción inexistente en mi cabeza que me inventé por aburrimiento. A la vez anoto en mi libreta lo que la profesora acaba de poner en la pizarra.

A cada rato miro el reloj que se encuentra arriba del pizarrón con la esperanza de que esta aburrida clase de Matemáticas termine.

08:45 a.m.

Solo faltan quince minutos para que esta hora termine. Sin embargo, estoy seguro de que se harán aún más eternos.

Estoy que me mato del aburrimiento —me susurra mi mejor amiga Sally, mientras se acerca a mi butaca.

—Ya somos dos —respondo y los dos reímos en tono muy bajo.

La conozco desde nuestro primer año en secundaria. Teníamos tan solo trece años. Yo estaba completamente perdido por los pasillos, y para mi suerte, ella también. Nos encontramos a mitad del pasillo y juntos empezamos a buscar el aula de literatura. Desde ahí somos inseparables.

Quince minutos más tarde, que en realidad se sienten como una hora más, el timbre que anuncia el fin de la clase hace eco por los pasillos del instituto.

—Este es el momento en el que coros de ángeles celestiales cantan de fondo —bromea Sally a la par que caminamos rumbo a la salida del aula.

Yo me carcajeo.

—Y una luz directa del cielo nos alumbra en la cara —completo al chiste y los dos reímos.

—¿Cuál es la siguiente clase?

—Historia —respondo. Sally sonríe extensamente—. ¿Qué significa esa sonrisa y por qué me asusta?

—Escuché que la profesora Robbie se enfermó y no vino —responde.

Al instante sé lo que significa y comienzo a negar con la cabeza.

—No. Me niego a ir a ver a Cameron.

—Ay, vamos Demien, no te quitará nada —empieza a intentar convencerme.

Siempre que tenemos hora libre o no hay nada que hacer, Sally va a ver a su novio. Por supuesto que a mi no me gusta ir con ella, ya que siempre soy el mal tercio y tengo que estar todo el rato en modo árbol.

Y aún peor si está en sus clases de natación. Ver tantos chicos sin playera me hace sentir incómodo.

—Sí, me quita minutos muy valioso de mi preciada vida —respondo y ella hace un puchero con los labios—. No lograrás convencerme —hace el puchero aún más grande— ¡Agh! Te odio.

Ella suelta un chillido de emoción.

—Mentira, sé que me amas.

Me toma de la muñeca y me jala para empezar a correr en dirección al aula de natación. En ella hay una gran alberca en la que los estudiantes que practican aquel deporte entrenan.

Hablar a la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora