Hemos escuchado mucho hablar de la relación Mago-Muggle, pero jamás hemos escuchado de la historia detrás del romance.
Evangeline Moore, una chica Muggle que no podía llevar una vida más del común, se ve envuelta en un enredo mágico al conocer a Fre...
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—TE INVITÓ Asalir, te invitó a salir, ¡te invitó a salir! —alardeó Shonda con una enorme sonrisa en el rostro y un tono demasiado emocionado.
—Lo hizo —sonrió Evangeline.
—¿Quién te invitó a salir? —la no tan placentera presencia de Adrien interrumpió la conversación de las chicas.
—El nuevo novio de Ev —respondió Shonda como si estuviera alardeando de su propio novio.
—Así que, ¿nuevo novio? —el pelinegro la miró con una ceja arriba y el ceño ligeramente fruncido.
—No es mi novio. Es simplemente...un amigo que me invitó a salir —a pesar de que escuchar a la gente suponiendo que Fred era su novio no le molestara en lo absoluto, con la última persona que deseaba discutir su vida amorosa, era Adrien Moreau.
—Eso me suena a un novio —respondió él.
Evangeline suspiró y con disgusto, levantó la mirada del dinero que estaba contando y miró al joven hombre a los ojos.
—¿No tienes una mesera a la que acosar? —inquirió en tono aburrido.
—Me parece que eso es lo que venía a hacer —el ceño fruncido desapareció de inmediato, siendo remplazado por una sonrisa arrogante.
—Oh, lo siento mucho, Shon, si necesitas ayuda, grita —y aprovechando la gloriosa entrada de nuevos clientes, dejó a Adrien con las palabras en la boca y a Shonda con una sonrisa divertida.
Por suerte para la morena, sabía que aunque fuera una mujer hermosa, Adrien no sería capaz de meterse con una madre soltera. El hombre le tenía una fobia a los bebés que ni siquiera una buena revolcada podía nublar.
Aquel día, Evangeline disfrutaba de un muy buen ánimo. Pensar que aquel sería el último día de trabajo sin parar, y además, tendría su primera "cita oficial" con Fred, era razón suficiente para tenerla en las nubes.
...
—Ya sabes, quiero TODOS los detalles el lunes —advirtió Shonda, señalándola con el dedo índice mientras se colgaba el bolso al hombro.
—Sí, sí, todos los detalles el lunes —sonrió Evangeline, plantando un beso en la mejilla de la morena como despedida—. Dale un beso a Micky de mi parte.
—Seguro.
Poco a poco, el restaurante se iba vaciando. Los últimos clientes pagaban la cuenta, y los bartenders y meseros se estaban preparando para terminar su jornada laboral.
