Capítulo 2: Días sin ella.

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—Hola, hijo. Hola, Paul —se escucha la voz de mi madre.

Nos sobresaltamos y giramos.

—Hola, mamá.

—Hola, Sra. Harrison.

—¿Qué hacen como bisagras en la ventana? —dice burlesca.

—George quería ver...

Le doy un puñetazo en el hombro a Paul y él se queja.

—Tú fuiste él que se puso primero en la ventana —alego.

Mi madre ríe.

—¿Sabes por qué se marcha la vecina? —le pregunto a mi madre.

—Sí —responde  como si fuera obvio que ella lo supiera, y lo era. Ella y la madre de Alice hablaban bastante. Al menos su madre sabe de mí, siempre me envía saludos y de vez en cuando galletas.

—¿Y? —insisto.

Paul y yo nos acercamos a ella.

—Sólo se marcha Alice —comenta—. Se va a Londres, donde su tía.

—¿Londres? —pregunta Paul con asombro y emoción.

—¿PARA SIEMPRE? —pregunto asustado.

—No. No. Sólo por las vacaciones.

Suspiro aliviado. Aunque el hecho de que ella no va a estar unos cuantos días, me pone un poco mal. Aunque peor sería que no la hubiera vuelto a ver. Al menos tengo la esperanza de que regresará.

—Tengo que hacer unas cosas —dice mi madre—. En la mesa les dejé unos sándwiches para que coman.

Se retira con una sonrisa. Con Paul nos dirigimos a la cocina. Yo muero de hambre.

—Vaya susto te llevaste —me dice.

—Sí...por un momento pensé que no la volvería a ver.

—¿Y qué harás?

—¿Cómo qué haré?

—¿Le dirás lo que sientes?

—¿Ahora? —digo algo asustado.

—No necesariamente...Puedes hacerlo cuando vuelva.

—Debería hacerlo —aseguro dando una mordida a mi sándwich.

Paul asiente.

—Tengo una idea. —Traga y yo lo miro esperando—. Te entrenaremos.

—¿Entrearme para que?

—Para que te armes de valor y le digas.

Yo río ligeramente. Aquello sonaba estúpido pero a la vez era una gran idea.

—¿Tú y quien más?

—Podemos pedirle ayuda a John...

—Él no sabe tratar a las chicas como Alice. —Niego rotundamente con la cabeza.

—Bien, pues sólo yo. —Se encoge de hombros.

La idea parece estupenda, si no fuera por un enorme y estúpido problema que tiene nombre y apellido.

—Hay un problema...

—¿Qué cosa?

—Fred Thornes. —Trago saliva—. Sabes que no se mete conmigo pero...si me ve intentando quitarle a su chica, me molerá a golpes.

—¿Quién dijo que para ese entonces ellos seguirían juntos?

—¿A qué te refieres?

—Fred siempre engaña a Alice con la primera que pase, una de ellas podría decírselo. Alguien que esté muy indignada con Fred, pero que a la vez él le tenga respeto. —Alza una ceja.

Sonreí ampliamente enseñando mis dientes.

—Janet Hills —digo con certeza. Paul asiente—. Qué mejor que la única chica que lo ridiculizó para decírselo a Alice.

—Así es.

Para nuestra suerte, Janet Hills siempre ha sido simpática con nosotros. Compartimos algunas clases y somos casi como amigos. Quizás ese sea otro factor que me libra de las palizas de Fred.

Escucho la voz de Fred y ambos vamos a la ventana. Apreto mis puños pues presenciaba las más asquerosa e irritante escena, Fred besando a Alice. Le promete escribirle, y que no la olvidaría, pero estoy seguro de que apenas ella se marche, cinco chicas aparecerán y correrán a sus brazos. No puedo comprender como alguien como Alice está con él.

El corazón casi se me rompe al verla despedirse de sus padres  con un movimiento de mano a unos metros de su casa. Quiero mover mi mano y despedirme, pero Paul se encuentra ahí. Estos días sin ella serán horribles. Extrañaré sentir su risa cuando habla por teléfono en su habitación o verla en la ventana. O en aquel sofá leyendo revistas y libros mientras mueve su pies al compás de las canciones de Elvis.

Pero me consuela saber que volverá y que entonces yo estaré preparado para decirle lo que siento.

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