Capítulo 19

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Tal como lo pedí, Genaro me dejó en la casa que estaba justo atrás de la mía, no sin antes lanzarme una mirada extrañada. Pero no podía arriesgarme a que EstúpidoAcosador me viera de alguna forma.

—Bueno...— Comencé una vez que detuvo el auto. Él me miró expectante. — Gracias por ayudarme, de verdad. — Si bien ir hasta el bar a ver las cámaras había sido un completo fracaso, que se hubiera arriesgado por mí, significaba mucho.

—Ha sido un placer hacerlo. — Sonrió. Su rostro se iluminaba cuando sonreía, le hacía parecer más joven. Me desabroché el cinturón de seguridad. Luego frunció el ceño— Aunque hay algo que aún no me dices.

—¿Qué cosa? —Pregunté aunque ya me imaginaba hacia donde quería llegar.

—¿Para qué necesitabas las grabaciones de ese día?

Para descubrir al idiota que ha estado acosándome.

—Es solo que... Quería saber quien se lo había llevado. — Genaro seguía frunciendo el ceño.

—Eso lo entiendo, pero, ¿Por qué?

Necesitaba decirle algo que lo dejara convencido de que no mentía, pero que a la vez no delatara a EstúpidoAcosador.

—Lo que sucede es que ese día, alguien agendó mi número, y ha estado molestándome. — Su expresión se torno preocupada. Quizá había sido una excusa demasiado cercana a la realidad, pero, estaba segura de que no volvería a verlo, y EstúpidoAcosador no iba a escucharme.

Había algo en Genaro que me inspiraba confianza, que hacía que quisiera contarle todo, aunque sabía que no podía. Esto era lo máximo que podía decirle sin ponerlo en peligro.

—¿Hablas en serio?. —Parecía sorprendido. Asentí.

—Pero, no puedes decírselo a nadie. Promete que no abrirás la boca

Se llevó la mano a los labios y fingió sellarlos.

—No diré nada, pero déjame ayudarte a descubrir quién es.

Negué con la cabeza. Eso solo era una manera de ponerlo en peligro.

—No. Yo puedo sola. — Mentira. —Aun así, gracias. Ya debo irme. —Abrí la puerta del auto, pero tomó mi brazo. Me gire hacia él, y me sorprendí cuando vi su rostro muy cerca del mío. Olía a menta.

—Prométeme que tendrás cuidado. — Su cercanía me impedía pensar. Asentí. — Promételo.

Me aclaré la garganta, y miré a su mano que aun sujetaba mi brazo. Siguió la dirección de mi mirada y me soltó.

—Lo prometo.

—Si cambias de opinión y quieres mi ayuda, sabes dónde encontrarme. No, ya lo sé. Aguarda. — Se alejo de mí y revolvió en la guantera del auto. Sacó una lapicera y un papel, y comenzó a anotar algo. — Aquí tienes mi número. Llámame si me necesitas. ¿De acuerdo?

—Está bien, gracias por todo. —Guardé el papel en el bolsillo de mi chaqueta, y besé su mejilla. Salí del auto y lo saludé con la mano hasta que lo vi desaparecer.

Pude entrar por la ventana del baño sin inconvenientes. Suspiré de alivio una vez que mis pies tocaron el suelo del baño. Al fin en casa.

Había dejado mi pijama detrás de un pequeño armario que había allí, porque si por alguna razón al salir alguno de mis padres estaba aun despierto, iban a matarme.

Una vez que estuve lista para ir a dormir, con cuidado abrí la puerta. En la sala de estar estaba todo oscuro. De puntillas comencé a caminar hacia la escalera, pero tropecé con una escoba, que se cayó e hizo un ruido ensordecedor.

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