Capítulo XI

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El Uchiha detuvo su relato un momento, quizás con esa información sería suficiente para que Naruto partiera hacia su mundo.

Dirigió su mirada hacia el hanyou frente a él, notó que estaba algo asombrado pero su rostro dejo notar que esperaba saber más.

-¿Qué más pasó?- preguntó el joven Uzumaki ansioso por seguir escuchando

El peli negro suspiró, quería terminar ahí pero la curiosidad de Naruto no lo dejaría.

-Después de eso, pasamos varios meses más de aldea en aldea, ayudando a la gente y eliminando demonios. Hasta que terminamos aquí, una guerra se había desatado entre los demonios de tierras opuestas y esta aldea quedó como tierra de nadie. Nos encargamos de los demonios que atacaban la aldea, y el señor feudal pidió mis servicios para ir a luchar en la guerra contra los demonios con la esperanza de ahuyentarlos, nos tomó un par de meses lograr alejarlos. Y Kikyô se quedó mientras en la aldea, curando a los heridos y protegiéndolos de cualquier demonio, cuando volvimos noté que el señor feudal sentía atracción hacia ella, sin embargo no me inquietó tanto como pasó con otro sujeto- expresó el pelinegro frunciendo levemente el ceño.

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Kikyô se encontraba atendiendo a los soldados heridos que habían regresado un par de semanas atrás, parecía que la mayoría se recuperaría en poco tiempo y se alegraba de ver a familias reunidas. En medio de sus descansos, miraba hacia la entrada de la aldea esperando por el regreso del señor feudal junto con el resto de soldados, aunque sabía que esperaba el regreso de un joven pelinegro en específico.

Extrañaba su compañía y aunque no eran de mostrar su afecto constantemente, su larga ausencia le hizo darse cuenta que había logrado tener una conexión más fuerte de la que ella creía con el Uchiha. Posó una mano en su mejilla al recordar el dulce beso que posó en ella antes de partir, prometiéndole su regreso a salvo.

Recuperándose de la sensación continuó con su labor hasta que durante el atardecer se escuchó como algunos aldeanos pronunciaban a gritos el retorno del señor feudal y los soldados que lo acompañaron.

Junto a una gran cantidad de aldeanos, la sacerdotisa se dirigió al palacio para esperar por la presencia de aquellos que lucharon.

-Señorita Kikyô, usted debe ser la primera en hablar con el señor feudal, ya que la puso acargo de la aldea y esperará su información- habló una joven trabajadora del palacio

La sacerdotisa no dijo nada sólo se quedó a lado de la joven frente a la multitud, sintiendo un poco de ansiedad en su pecho por un leve temor de pensar en no ver vivo al azabache, el cual comenzó a disminuir cuando escuchó los cascos de los caballos acercándose, logró divisar al señor feudal frente a su ejercito y junto a él un azabache algo desaliñado pero sin heridas.

-Bienvenido, mi señor feudal- dio una leve reverencia hacia el hombre que había detenido su caravana frente a ella

-Es un gusto estar de vuelta- dijo mientras miraba su palacio y a toda la gente que estaba esperando su regreso -Les informo que hemos logrado alejar a los demonios de nuestras tierras y todo gracias a la ayuda del joven Sasuke-

El azabache sonrió levemente ante los gritos de felicidad de la aldea, pero él inmediatamente buscó los ojos avellana de la sacerdotisa, finalmente podía perderse en esa mirada y aunque quería bajar del caballo y tomarla en sus brazos, no lo hizo, ya que necesitaba limpiar los restos de la guerra que aún se encontraban pegados a su cuerpo.

-Nuestros soldados merecen un festín por su valerosa lucha, después claro de que disfrutemos de un momento de relajación, vayan a refrescarse-

Todos comenzaron a dispersarse, Sasuke, aún montando el caballo, se acercó a la sacerdotisa. -Enseguida regreso- expresó antes de alejarse, ella sólo sonrió suavemente, estaba feliz de ver al Uchiha.

El Destino de Dos Pecadores (Sasuke x Kikyo)Where stories live. Discover now