Es la sesión de magreo más satisfactoria que he tenido desde el instituto, salvo que esta es mejor porque en el instituto no me enrollaba con hombres adultos que sabían lo que hacían y yo no tenía mi propio apartamento. Se abre paso hasta mi pecho con una de las manos y es increíble que solo con el roce del pulgar sobre mi pezón y sus labios recorriéndome el cuello me haga sentir tantas cosas. Estoy cachonda y me siento segura, impaciente, deseada y excitada.

Le recorro el cuello con los dedos antes de llevarlos hasta el segundo botón de su camisa. El primero se lo ha desabrochado al quitarse la corbata, pero necesito que más partes de su cuerpo queden expuestas. Libero otros dos botones de la tela y dejo suficiente espacio para recorrerle la clavícula y esa zona firme donde los músculos del cuello se unen a los hombros.

Me aparta las manos de los pechos para quitarme la camiseta. Es extraño cómo algo tan simple puede resultar tan erótico cuando es Harry quien lo hace. Siento como si me quitara la camiseta de tirantes a cámara lenta; el material se desliza por mi estómago y sus manos guían la tela en el recorrido. Mi piel se estremece al contacto con sus dedos cuando mis pechos quedan al descubierto y alzo los brazos para que me quite la camiseta por la cabeza. El cabello me cae como una ola sobre la espalda y me hace cosquillas en la piel.

Pero son sus ojos al mirarme lo que más me afecta. Como si me quedara sin aliento en los pulmones y el recuerdo se me quedara grabado para siempre en la memoria. Acabo de subir el listón para la forma en que un hombre debe mirarme cuando me toca.

—¿Tienes frío? —pregunta cuando me recorre un escalofrío. Me alisa el pelo sobre los hombros. Hoy también lo llevo ondulado. Porque es lunes... y porque dijo que le gustaba así.

—No. —Niego con la cabeza—. Estoy bien.

Luego, entierra la cabeza en mi pecho y ya no estoy bien. «Frenética» sería la palabra más adecuada.

—¿Frenética? —pregunta Harry con una sonrisa divertida y los labios a un centímetro de mi pezón. Me acuna un pecho con una mano mientras juega con el otro con los dientes. ¿He dicho

«frenética» en voz alta? Joder, ¿qué está pasando?

—«Frenética» significa «muy excitada». Jadeo cuando me lame.

—Soy consciente de ello.

Me envuelve el pezón con los labios y se me arquea la espalda al mismo tiempo que se me escapa un gemido. Sus labios. Ay, qué labios. La barba incipiente que le cubre la barbilla me raspa la piel sensible, pero luego me recorre con los labios, tan suaves, húmedos y perfectos. El


contraste me está volviendo loca, pero no quiero que pare nunca. Vuelve a pasarme la lengua por el pezón y yo ya estoy húmeda, cachonda y necesitada, como si me estimulase el clítoris directamente con la lengua. Quiero restregarme contra él. Necesito restregarme contra él, pero no puedo en esta posición, a horcajadas sobre él y con las rodillas sobre el sofá. Aunque lo intento. Muevo las caderas, pero no puedo hundirme lo bastante como para frotarme contra él con el pecho atrapado en su boca.

good time.Where stories live. Discover now