—No seas un vejestorio. Me lo puse en el coche.

—Me alegra oírlo. No me haría gracia saber que te paseas por toda Las Vegas sin sujetador.

—Su mirada desciende hasta mi pecho. Claramente, ahora no llevo sujetador y es evidente que mis pechos aprecian demasiado su presencia en casa—. No tendrás un sacacorchos, ¿verdad? — pregunta Harry al tiempo que saca una botella de vino tinto de la bolsa—. ¿Ollas y sartenes?

Parece que esté cuestionando que tenga mi propia batería de cocina. Hace bien, pero vivo con Lexie, así que deberíamos estar servidos.

—¿Qué vas a preparar?

Me dirijo a la isla de la cocina para buscar el sacacorchos y lo dejo sobre la encimera junto a la botella antes de esquivarlo para alcanzar los vasos.

—Pollo y pasta. —Se quita la chaqueta y la cuelga en el respaldo de la silla antes de deshacerse el nudo de la corbata—. ¿Estás bien? —Sonríe divertido, probablemente porque me he quedado quieta mirando cómo se desata la corbata.

Hay algo muy muy seductor en la forma en que mueve los dedos; las venas le recorren el dorso de las manos mientras trabajan para aflojar el nudo y soltar la tela del cuello. Mierda, ¿por qué esto me resulta tan sexy? Necesito calmarme, de lo contrario esta noche va a terminar de la misma forma que las últimas dos noches.

Espera, eso es lo que quiero, ¿verdad? Una noche que termine con orgasmos.

Eso es lo que quiero, pero también quiero hablar. Está decidido. A lo mejor no de la separación que tenemos pendiente, sino de otras cosas. Por ejemplo, me gustaría saber qué opina de los gatos. Y si ha leído un buen libro últimamente. Si prefiere los Juegos Olímpicos de verano o los de invierno. Sobre cuál es su película favorita. O si la noche del sábado fue la mejor o la peor de su vida.

Sé que le gustan los tacos. Y la pizza. Y cocinar. Y bajar al pilón. Sé que no le van los tatuajes porque se casó conmigo para evitar que me hiciera uno y tampoco le he visto ninguno. Sé que

piensa las cosas antes de hablar y que le gusto, al menos un poco.

Piensa que soy divertida. Y exasperante. Y mandona. Y guapa, dijo que le parecía guapa. No es el peor comienzo en la historia de los comienzos, pero me gustaría saber más.

Retiro una silla y me siento en la encimera de la isla para observar al atareado Harry en la cocina. Una vez más, pienso en la mierda de esposa que soy. No cocino. No hago mamadas. No le he preguntado si necesita que le lleve algo a la tintorería. No tengo lencería sexy. ¿Debería cambiar? Para ser sincera, lo de la mamada no es culpa mía. Me ofrecí la primera noche. Anoche tenía la intención de hacerle una, pero me distrajo con la lengua y eso fue todo. Buf, soy lo peor.

—¿En qué piensas?

—En hacerte una mamada.

—Ah, ¿sí? —responde Harry con tranquilidad, como si hablásemos de dónde está la tabla para cortar—. ¿Tienes una lista de requisitos específicos para la ocasión?

Conque está abierto a la idea..., eso es lo que oigo. A lo mejor querrá que salgamos juntos después de la anulación y se enamorará de mí. Será una historia estupenda para contar a nuestros nietos.

—Dices que soy exigente.

—Lo eres.

—¡Soy de trato extremadamente fácil! ¡Todo el mundo lo dice!

En realidad, no lo dice nadie. Pero quizá sea porque nunca ha salido el tema. No es que vaya preguntando a la gente si cree que soy de trato fácil, pero si lo hiciera, dirían que sí. Puede. Al menos, todos menos Harry.

good time.Where stories live. Discover now