D U C I

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          Su hermano estaba dentro de ella. 

          Duci Lannister sentía como la virilidad erecta de Dorjan la embestía con tanta delicadeza y pasión que ni siquiera se había molestado en aplacar los gemidos de placer que cantaban sus labios. Era la cuarta vez que la penetraba y todas las veces le había dejado su semilla tibia en su interior. A ella no le importaba, de una bruja de los bosques había conseguido los ingredientes para preparar el té de la luna, de modo que no había riesgo de que su hermano pusiera realmente un hijo dentro de ella.

          No había llegado a saber cómo una cosa así había llegado a pasar. Dorjan tenía tres años menos que ella, pero su cuerpo, su carácter y su fuerza eran las del hombre más perfecto que pudiera existir en los Siete Reinos. Superior a todos ellos. Y no es que ella lo hubiera inducido. Él por sí solo se había enamorado de ella, la había buscado, le había susurrado palabras de amor al oído y Duci no pudo resistir.

          Y se hubo entregado.

          Cada noche, Dorjan Lannister cruzaba desde la ventana de su habitación a la suya, aferrado a los bordes de piedra, para meterse en su cama y hacerla su mujer. Lo habían estado haciendo por semanas, y Duci no podía detenerlo aunque hubiera querido.

— ¿Hasta cuándo crees que pueda durar esto? - le preguntó, mientras lo acunaba sobre su pecho desnudo y colocaba la nariz sobre su suave cabello dorado.

— Para siempre - dijo al instante -. ¿Cómo que hasta cuándo?

— Sabes que no podré ser siempre tu mujer, Dorjan.

— Serás siempre mi mujer - lo oyó sonreír antes de que subiera la mirada hacia ella -. Serás la Señora de Roca Casterly. Serás lady Lannister.

— Padre no te permitirá heredar la Roca conmigo como esposa. Es una ofensa a los dioses - susurró, nunca había dejado de sentir culpa por lo que habían hecho -. El mundo no lo entenderá. Madre todavía menos.

— Entonces no heredaré nada y nos iremos lejos.

— ¿Y dejarás la herencia en manos del tío Franco? - Duci sabía cuánto su padre y su tío se odiaban, siempre conspirando por ascender.

— Padre y madre todavía pueden tener otro bebé si los dioses se lo conceden. Aún no envejecen del todo.

— No lo permitirán - Duci no era tan ilusa como para creer en canciones de amor y huidas a medianoche -. Pronto me casarán con alguien. Estoy en la edad. No dejarán pasar mucho tiempo. Y luego seguirás tú.

— No lo harán. Eres el tesoro de nuestro padre. Si se lo decimos, lo entenderán.

Estamos en guerra, Dorjan - trató de devolverlo a la realidad, intentando alejar su cuerpo tibio de ella -. A padre se le exigirán alianzas. Él exigirá las suyas también. Y las alianzas se sellan con matrimonio. Hay herederos de mi edad por todo el reino. En el Norte el nieto mayor de lord Stark será señor de Invernalia algún día; en Altojardín conoces la fama de Thayer Tyrell; el príncipe de Dorne heredará Antigua cuando Quorra Martell muera y en el Nido de Águilas, lord Arryn es la joven promesa de todo el reino y sé que padre ha estado enviando cartas al Valle desde hace un año.

— Invernalia, el Dominio, Dorne, el Valle - sonrió brabucón -. Idiotas, afeminados, lujuriosos y estreñidos. ¿Eso quieres para tu vida?

— No soy yo quien escoge, Dorjan.

— Claro que sí - se sentó en la cama, dejando que la seda de las sabanas resbalaran por su cuerpo, dejando a la vista su virilidad dormida sobre su muslo -. Nuestra tía Alia lo ha hecho. Se ha negado a casarse con todos los pretendientes que nuestro abuelo le ha ofrecido.

Poniente III: Corona de CuervosWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu