Sillas

779 55 9
                                    

Había querido luchar contra aquel sentimiento de impotencia, quería hacerlo. Quería poder siquiera avisarle a alguien que estaba a punto de encontrarse con un sujeto que había visto apenas dos veces y que estaba a punto de entrar a su casa. Nadie sabía que él estaba allí y sentía miedo y tristeza dentro suyo. Los amigos no habían durado mucho en su vida, nunca nadie quería estar con él y Jimin se había cansado ya de la falsedad de las personas al usarlo para su conveniencia. Como se había aclarado antes, cualquiera daría lo que fuera por un poco de su atención, de una foto con él. Las personas le veían como un producto, como un entretenimiento personal o algo como el estilo. Un premio, una recompensa. Como si Park Jimin fuera la jodida lámpara de Aladdin y todo el mundo quisiese frotarse contra él para obtener todo. Fama, riqueza, regalos, la tapa de alguna revista o algún escándalo en televisión. Aún así, Jimin nunca era demasiado difícil de obtener pues en su vida había negado fotos, autógrafos o videos a sus admiradores. Nunca negó nada, nunca fue molestado o amenazado por no dar algo.

Aún así, cualquiera mataría por ser su amigo pero Jimin estaba solo al final del día. Y tenía miedo, porque podría pasarle de todo en aquél lugar que se veía a lo lejos, y nadie se preocuparía realmente. Quizás su familia, pero el rubio había empezado a dudar de sus padres hacia años.

Estacionó dentro del garaje de Jeon, quien había dejado abierto la reja. Obviamente a propósito, pero no se asustó cuando esta comenzó a cerrarse luego de un pititdo. Bien, estaba hecho. Estaba en la casa de Jeon Jungkook.

Ella había sido fácil de apagar, siendo colocada al lado del auto negro que se encontraba allí. Jimin se quitó el casco y se apresuró a acomodarse el cabello, no sabiendo qué hacer o que esperar en aquél momento.

Revisó el lugar con la mirada, y notó que Jungkook al parecer era alguien que dedicaba tiempo a la mecánica o que al menos tenía demasiadas herramientas. Un par de fotos colgaban de una pared, donde el actor reconoció solamente a sus amigos, esos que habían estado en la noche en el bar. TaeHyung, Hoseok y Namjoon, los tres sosteniendo una copa en alto mientras Jeon se reía a su costado. Jimin se sorprendió al ver más de aquellas, Jungkook lleno de algo colorido en las afueras de la Universidad, mientras una tira de fotos mostraba la secuencia de haber sido cubierto por pintura y un cartel que decía "Freud puede lamerme el culo".

No sabía que Jeon tenía ese lado tan...alegre. O al menos, ese lado que Jimin no había descubierto en ningún momento, porque con él siempre había sido tosco y severo, petulante, bravo y maleducado. Había jugado con el y le había hecho ponerse de nervios. Quizás, Jimin había visto solo el lado que el castaño había querido mostrarle. Como si fuera una persona totalmente distinta a la que veía en esas fotos.

¿Y quién era él para juzgar algo así?

_Buenas noches, Jimin.

La voz hizo eco en el lugar y el rubio se giró, viendo como Jeon aparecía por la entrada del garaje, vestido simplemente con un jean desgastado y una camisa blanca colocada por dentro, ajustado por un cinturón negro.

Jimin reparó en que estaba descalzo, sus pies recubiertos por unas medias negras de red, al igual que las partes que el pantalón roto dejaba ver. Se dio cuenta que Jungkook tenía una forma extravagante de vestir, distinta, algo que le ponía los pelos de punta al rubio pues él nunca se animaría a tanto.

Un poco de envidia subió por su estomago.

_Buenas noches, Jeon.

_Llámame Jungkook. Ven, pasa. Puedes dejar el casco ahí.

Jimin lo dejó junto a las herramientas y siguió al castaño afuera, viendo como habría la puerta de su casa y le dejaba pasar al interior. La sala era acogedora, con sillones, televisión y de un color cálido. La cocina se veía conectada desde el lugar, siendo espaciosa y grande con una isla de mármol en medio junto a un par de taburetes y sillas.

S.S.C.Where stories live. Discover now