26.Fuego

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Fuego

Caín habría preferido quedar en el Bosque Maldito que cubría las afueras de Enoc, pero la savia venenosa y las raíces malditas que lo poblaban tan sólo despertarían más a Lucifer y precisamente no quería que ocurriese eso, así que las calcinadas ruinas de aquella ciudad abandonada constituían un lugar mucho más adecuado.

Gabriel no llegó puntual, pero tampoco le hizo esperar demasiado, no quería impacientarle ya que no veía claras sus intenciones. En realidad el profesor comprendía muy bien a Nathan y sentía lástima por el chico. Que un diablo como él abrazara tan deliberadamente a Amara no podía ser bueno para nadie. Él mismo había confiado en un demonio cuando era más pequeño que ellos. Sus padres se lo habían advertido, pero no comprendía por qué no iba a poder jugar con seres como él. Como consecuencia, el demonio resultó ser un caza recompensas con la orden de asesinar a Belial y su esposa, y él le había proporcionado la información que necesitaba.

Aterrizó junto a una fuente derruida y seca. En otros tiempos habría sido bonita de contemplar, ahora no resultaba más que un montón de piedra que no levantaba el más mínimo interés en un ser sagrado como él. De entre más escombros surgió el propio Caín con una expresión de indescifrable lectura. Parecía sereno y al mismo tiempo a punto de explotar. No quería más explosiones, ya había tenido bastante con dos a lo largo de su existencia.

—Veo que ya estás bien, la última vez que te vi no tenías buen aspecto —saludó Gabriel.

—Por fin apareces. Ya pensé que no vendrías —la voz de Caín sonaba inusualmente ronca.

Ambos se estaban evaluando. Gabriel podía percibir que algo no iba bien y no le gustaba la forma en que le estaba mirando, por eso no apartaba su mirada de él. Un momento de descuido podía costar demasiado caro.

—¿Qué quieres de mí?

—Hablar —respondió enigmáticamente.

El ángel hizo una mueca con los labios y se acercó más al diablo. Se sentó informalmente sobre un gran cascote de piedra negruzca.

—Ahora me siento más aliviado —bromeó—. Bien, ya estamos hablando.

—Es extraño todo esto —dijo Caín mirando al cielo.

—He visto cosas más extrañas, como un diablo sacrificándose por proteger a un ángel.

—No os confundáis, estaba actuando egoístamente.

—¿Tan importante es ella?

—Para mis planes sí.

—¿Y para ti?

—No te he citado para hablar de mis sentimientos.

—No, pero siempre es bueno tener a alguien que esté dispuesto a escucharte.

—¿Tú lo estás?

—Aquí estoy.

—¿Y no te preguntas qué estoy haciendo yo aquí?

—Pues sí, deberías estar con Selene. ¿Y si le pasa algo?

Caín se echó a reír siniestramente.

—¿Qué es lo que te hace tanta gracia? —preguntó Gabriel con el ceño fruncido.

—El Cielo la persigue, los demonios la rechazan y Lucifer la quiere matar.

—¡Yo nunca…!

Caín movió la cabeza negativamente.

—Ya va siendo hora de que aceptes lo que eres, Gabriel. Dentro de ti hay una gran bestia que no puedes controlar. Basta ya de huir.

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