25.Autodestrucción

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Me conecto un momento rápidamente para no dejaros sin capi hoy que muchas lo deseábais :3

¡Ojalá os guste!

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33

El hombre encubierto desveló su rostro: dos ojazos grises chispeaban magnéticamente bajo una mata de fino cabello azabache.

—No sé quién eres, pero me has salvado. O eso creo…

—¡Soy Caín! ¿Quién si no iba a ser tan guapo y genial?

—¡Eres un demonio!

La chica se zafó rápidamente de él y le amenazó con la daga que acababa de recoger rápidamente del suelo.

—¿Qué te ocurre, Amara? Al final Claudia tenía razón.

Un rayo blanco le hirió en el hombro. Contra él sí que funcionaban sus ataques.

—Con que ésas tenemos.

Caín desenfundó su sable y símbolos rojos brillaron en la hoja de acero negro. Sus estocadas no iban en serio. Tan sólo se limitaba a provocarla y a defenderse de las fuertes arremetidas de ella. La situación le divertía, le resultaba similar a hacer el amor, probando qué partes del cuerpo de ella eran más vulnerables a sus peligrosas caricias. La joven cada vez golpeaba más desesperadamente y sus ataques se precipitaban. Finalmente el diablo la desarmó. Amara cayó derrotada sobre sus rodillas, arrastrando sus abatidas alas sobre el suelo. Caín alzó el brazo armado y el ángel cerró los ojos esperando la estocada final. Si embargo, lo único que cortó el mandoble de Caín fue la cinta que sujetaba su pelo, derramándose éste como una cascada dorada sobre sus retraídos hombros.

"Aquella cinta me la había puesto Nathan…"

Caín sostuvo entre sus manos el confuso rostro del ángel.

—No temas. Enseguida todo habrá acabado, pequeña.

"¿Acabado?"

La muchacha forcejeó tras escuchar aquellas palabras, pero él bajó sin mucho esfuerzo y con delicadeza sus párpados y palpó su frente. Los recuerdos pertenecen al alma, no se pueden borrar. Lo único que podía haber hecho Raphael era encerrarlos en lo más profundo de su subconsciente; tan sólo tenía que liberarlos. Tras concentrarse logró romper las cadenas de Leteo que retenían a los recuerdos de Amarael. Sus memorias volvieron a ella en un torbellino revivificante.

—¿Caín? —susurró con voz trémula cuando reconoció a la figura que se alzaba ante ella.

Él dibujó una sonrisa sardónica al escuchar su nombre pronunciado en sus añorados labios

—¡Caín!

Antes de que a él le diese tiempo a secar una lágrima de los acuosos ojos de la joven ella ya le había rodeado en un abrazo y hundido la mejilla en su regazo. Sentía que le había echado muchísimo de menos y aunque no comprendía lo que estaba pasando anhelaba su tacto. Sus cuerpos se entrelazaron.

* * *

En el campo de batalla algo no iba bien y Nathan lo sabía. No podía evitar sentirse preocupado por Amara a pesar de que sabía que ella podía cuidar de sí misma. Se trataba de algo que flotaba en el ambiente logrando erizarle la piel. Sabía muy bien de dónde venía aquella sensación.

"Ese bastardo…"

—Yael, Ancel. Necesito que os los llevéis en esa dirección —les pidió a sus amigos señalando al frente de ellos.

—¿Qué pretendes hacer? —Yael frunció el ceño.

—Por favor, distraedlos.

Yael no parecía estar de acuerdo hasta que Ancel le dio una palmada en el hombro y se lanzó contra los diablos para después gritar y salir corriendo por donde Nathan les había indicado. Yael suspiró.

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