Capitulo 2: Presentación helada.

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Nyköping, Suecia

Pasado


Eran pasadas las diez de la noche cuando salimos del Aeropuerto de Estocolmo-Skavsta. Cómo mi primera vez fuera de Inglaterra no me quedó más remedio que seguir a los demás sin titubear. Nuestro destino era la capital del país, Estocolmo, pero esta se encontraba a más de cien kilómetros del punto de llegada. Nyköping, sin embargo, era la ciudad más cercana a nosotros y la que nos brindaría albergue por una noche.

No pude dormir de camino. Cada detalle de la carretera me llamaba la atención; desde el color del asfalto hasta el tamaño de los camiones que nos adelantaban. Solo vi montañas de nieve deshaciéndose a ambos costados de los canales y árboles, pero eso fue suficiente para que intuyera que Suecia me gustaría bastante. Agradecí estar pegado a la puerta cuando Sad se quejó por la presión a la que era sometido aún en sueños por estar en medio. Joder, pero es que éramos seis en el auto y todos bien adultos, gracias a Dios contando al conductor.

Me estremecí al bajar del taxi por el descomunal frío que hacía. Estábamos a mediados de abril y las temperaturas estaban muy bajas aunque no nevaba, al contrario del clima cálido que me aguardaba en casa. Exhalé humo blanco y me maldije por no haber buscado más información antes de empacar. Subí el cierre de mi chaqueta hasta arriba para evitar en lo posible alguna ridícula enfermedad de viajero primerizo, raspando mi cuello con la tela que no era lo suficientemente gruesa para hacerme entrar en calor.

Froté mis manos enguantadas y tomé el mango de mi maleta.

―Debes saber que nos iremos mañana a las diez ―susurró Ginger en mi oído al pasar junto a mí mientras recorríamos el camino de piedras que llevaba a la casita pentagonal―. Pero que aún así saldremos esta noche a un club cercano que nos recomendó el conductor. ¿Entras?

No me detuve a mirarla. Obviamente no quería pasar mi primera noche en Suecia durmiendo en una litera o en un sofá cama, pero tampoco me sentía a gusto aceptando la proposición de la rubia. Desde que la conocía la sentía demasiado pendiente de mis intereses. Tanto que no me sorprendería encontrármela en el cereal.

―No, estoy muy cansado. ―Fingí un bostezo―. Tendremos bastante tiempo para pasear en Estocolmo. Hoy prefiero dormir.

No tuve que adivinar para saber que su exagerada sonrisa se había convertido en un puchero. Ella siempre hacía pucheros, tantos que ya todos me irritaban y no me creía ninguno.

―Ay, no seas aburrido, Ry. ―Se colgó a mi brazo sin detenerse a pensar que con él llevaba mi equipaje―. Vamos, lo pasarás genial.

No le respondí hasta que estuve bajo el umbral de la puerta, dónde la empujé con suavidad para que se apartara. No quería que usara cualquier arma femenina, como la culpabilidad, para hacerme sentir algo por su persona.

―No, no voy a ir ―le hice saber de manera más firme―. Diviértete.

―Pero... ―Empezó un berrinche que no oí porque me metí en la primera habitación que encontré. Esta contenía dos literas y a Sad ya dormido en una de las cuatro camas.

Dejé mis cosas sobre una mesita de noche y me vi en el espejo más cercano. No lucía cansado, tampoco me sentía agotado. Pero no estaba especialmente interesado en salir a bailar, en beber o en charlar. Tomé una chaqueta más de mi maleta y usé un gorro que encontré sujeto por un gancho pegado a la pared. Me senté en el otro colchón disponible mientras esperaba que el ruido detrás de la puerta cesara. Cuando ya había pasado un rato desde el ultimo chillido de Ginger, me levanté y tomé la manilla.

Deseos ocultos © (DESEOS #2)Where stories live. Discover now