Capítulo 6: De un día para otro.

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Estocolmo, Suecia

Pasado

Gamla Stan tenía un toque medieval que no estaba dentro de mis preferencias, pero no podía negar que el estilo renacentista tenía su atractivo. La gran mayoría del millón de folletos turísticos que entregaban por las calles de Stadsholmen estaban en inglés. Los leí con atención durante el trayecto desde nuestra residencia hasta una cafetería a un par de cuadras. El negocio contaba con dos pisos. Tenía una decoración vintage que me hacía sentir en casa y no como un afeminado. Subí las escaleras directamente y tomé asiento junto a un balcón que me permitía ver el islote de los caballeros, albergue de muchos palacios suecos del siglo XVll.

Para pedir tampoco necesité usar diccionario. La mesera, una joven de cabello castaño hasta la cintura, me entendió cuando señalé dos veces la opción de café en el menú; no solía desayunar. Sus mejillas se volvieron rosadas al anotar en su libreta. Benditas fueran las señas. Eran jodidamente indispensable para los monolingües.

Perdí la mirada en la vista frente a mí cuando la muchacha volvió con mi pedido. Sus rodillas temblaban a la espera de otra nueva solicitud. Con un movimiento de cabeza le hice entender que no me apetecía nada más. No parecía querer coquetear, era del tipo nerviosa y punto. La dejé ir.

A través de la vista frente a mí podía idear varios escenarios. Viajando unos años atrás podía imaginarme a una joven asomada desde uno de los ventanales, entrar en detalles e idear la imagen de una Blancanieves británica agitando su pañuelo en el aire para llamar la atención de los caballeros. También podía decorar la ilustración con un plebeyo enamoradizo.

―Maldición...―susurré.

No paraba de recordar a Marie. Y recordarla me hacía recordar a Marie durmiendo con un camisón, no en un pijama como mencionó, despidiéndose de mí con un par de labios rojos entreabiertos y dos pequeños pezones erizados bajo la delicada prenda femenina. Mi estrategia para no distraerme con ella y no llegar más tarde con los chicos había sido una mierda. Funcionó. Me retrasé un par de horas por haberme quedado la noche hablando y por caer rendido como peso muerto, y sin embargo logré llegar a tiempo para irnos ya que los demás también pasaron de largo la alarma debido a la celebración de nuestra primera noche en Suecia.

Pero ahora no dejaba de imaginarme lo que hubiera sucedido sí. En lo que hubiera sido de no dejarla inconsciente en su cama y en vez de ello hacerla consciente de mí. Y la gravedad del problema no era el pensar en los hubiera, era la cantidad de hubieras que existían. Una completa basura; lo más triste del caso era que el hubiera más probable contenía insultos y golpes. Y ninguno de ellos era de los sucios.

Imbécil.

Amonestándome mentalmente terminé mis dos tazas de café en tiempo récord, pagué con un par de billetes y volví a las calles. Mi destino era una academia de baile en el centro de Estocolmo. El director era íntimo amigo de Broken y nos cedería uno de sus estudios para practicar. Llegar no me resultó difícil. Con ayuda de Google Maps los hermanos me habían hecho un mapa que incluía la cafetería, nuestro sitio para dormir y el edificio de la escuela, y que además sería la envidia de cualquier menor de tres años.

Ocho manzanas después finalmente me encontré frente a la construcción de dos plantas. Quedaba junto a un local que vendía especias y no al lado de una tienda de hierba. Taché la hoja de puntas dentro del cuadrado que simulaba el techo. Estaban los niños que dibujan garabatos y Broken y Sad.

El vigilante me dejó entrar si exigir ningún tipo de identificación, por lo que me hice la idea de que debían estarme esperando sólo a mí y que alguno de los dos rubios se tomó la molestia de describirme. Ansiaba que no fuera Broken; estaba jodido con él. Era el encargado de nuestra expedición y esta era la segunda vez que los dejaba sin avisar y me aparecía de la nada.

Deseos ocultos © (DESEOS #2)Where stories live. Discover now