Capítulo 30: Gamla Uppsala.

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Gamla Uppsala, Suecia

Pasado


Las colinas y cumbres de Gamla Uppsala quedaban a cuarenta minutos en tren partiendo de Estocolmo. Resultó ser justo lo que esperamos; una villa sin fin en la que era seguro andar descalzo debido a la falta de contaminación. Elegimos venir porque allí escucharíamos con más claridad la melodía para nuestro siguiente acto. Marie y yo, como éramos especiales, también decidimos que lo mejor era ir en coche para así pasar tiempo de calidad juntos. En realidad no fue malo. Me dañé la espalda más de lo necesario, pero admiramos el paisaje de forma más completa, disfrutamos de unas cuantas paradas para comprar víveres y en ocasiones observamos a los trenes pasando junto a nosotros con personas cómodamente sentadas en él. Le saqué el dedo a uno que otro niño que sacó la lengua.

Bastardos.

─Todavía no lo creo.

Apreté el volante─. Yo menos.

─¡Estamos dentro! ─Hizo un baile raro sobre su asiento. Quise apartar mi mirada de la carretera para no perder detalle, pero nuestras vidas y la de la vaca que pudiera atravesarse en el camino eran más importantes─. Henry, por Dios, no puedo creerlo. Todo es cuestión de química. ¡Ni siquiera ensayamos! No es por hacerle perder seriedad al festival, ¡pero no lo supero!

Yo no superaba la eufórica aura de entusiasmo que la rodeaba─. No hay que tentar a la suerte ─dije─. Una segunda vez es demasiado. Es por eso que debemos esforzarnos más, ¿de acuerdo? ─recalqué lo obvio─. Quedaron los mejores, Marie, es un milagro que estemos entre ellos. A los jueces debió gustarle algo de nosotros, pero no hay que abusar.

─Lo sé, Henry, lo sé, ¿pero no es por eso que estamos aquí? ─Se abrazó a mi brazo. Hice rechinar mis dientes por el extraño placer que su acción me produjo. Adoraba su parte cariñosa─. Pasaremos los siguientes días concentrados en nuestro baile. El silencio de aquí ayudará.

─¿Solo en el baile?

Joder que no.

Entre el festival y Marie la elección era clara como el agua para cualquiera que fuera capaz de comprender mi devoción por ella. Pasar un día acurrucado a su lado o tomando su mano, por más cursi, era infinitamente más satisfactorio que darle coreografía a una canción. Lo único, además del recóndito deseo de conseguir un puesto, que me impulsaba a pasar mi tiempo en un salón teniéndola era el pasarlo con ella en él. Estos días estaríamos juntos haciendo lo que más nos gustaba; bailar, descansar y aprovecharnos del otro.

─Pues... ─Mordió su labio inferior─. Creo que sí.

Tras horas de viaje empecé a frenar frente a la casa que alquilamos─. ¿Crees?

─¿No es así? ─Se desabrochó el cinturón para bajarse o poder besarme. No lo sabía. Sus labios eran tan exquisitos como siempre. Una bocanada de aire fresco y primaveral tras el invierno─. No me importa lo que hagamos. Me importa que estemos juntos ─me habló a través de la ventanilla─. ¿Estás de acuerdo o bajaré las maletas yo sola?

Retiré la llave, apagando el motor del jeep que tomé prestado de una agencia por esta semana─. Estoy de acuerdo.

Pese a mis palabras no la dejé cargar con las maletas. Tres de cuatro eran suyas y estaban llenas de ropa que probablemente no usaría. En Estocolmo le advertí de ello. Por supuesto que no me hizo caso. Aún así la ayudé como señal de mi caballerosidad selectiva, dejándole como única tarea encender la calefacción de la casita y conectar el gas para la estufa. La decoración hogareña me resultó más tibia que el aire caliente. Llevaba tiempo sin rodearme de algo parecido: dos de cuatro eran paredes tapizadas y las otras estaban hechas de troncos, había muebles de piel, retratos de antepasados que probablemente vivieron durante la primera guerra mundial, pinturas medievales y entre otros artefactos antiguos hechos de hierro. Lo que más me llamó la atención fueron los manteles elaborados con agujas de tejer. Había demasiados. Un gato estaría en su paraíso aquí arañándolos.

Deseos ocultos © (DESEOS #2)Where stories live. Discover now