Capítulo 36: Si hubieras actuado más rápido.

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Estocolmo, Suecia.

Pasado.

El clima claramente se puso de acuerdo con las circunstancias. Una ligera y triste nevada empezó a cubrir el espejo delantero del jeep de regreso a Gamla Stan. Estaba entrando al estacionamiento cuando las ganas de destrozar algo, lo que sea, me superaron. Retrocedí de regreso al canal. Ya tenía pensado dónde ir. No me aparecería en el estudio dónde consumamos nuestro amor, en el parque o a Nigiri Zushi, aunque mi destino tenía que ver con el restaurante japonés: al galpón del Samurái. Esta vez no pelearía por dinero.

El primero que hallé entre la multitud fue a Kai. Él se encargó de convencer a la yakuza de dejarme entrar. La última vez soporté, pero las ganancias no fueron demasiado buenas para ella y mi ingreso en la jaula terminó siendo un riesgo demasiado grande. Para comprarlos les dijo que la última vez no estuve tan furioso con la vida como ahora, lo que al parecer se notaba a kilómetros de distancia y fue el detalle que me hizo ganar el cupón.

─La única razón por la que te dejo entrar... ─murmuró cerca de mi oído mientras me guiaba al gimnasio para prepararme─. Es que no me sentiría bien si me entero que has saltado de la terraza de un edificio o le has hecho daño a alguien por esa rabia que llevas dentro, chico. Sácala esta noche o te consumirá.

─Eso suena ridículo si tomas en cuenta que tú me trajiste la primera vez.

Se encogió de hombros con las manos dentro de los bolsillos del pantalón de su traje de narcotraficante─. La primera vez nos debías dinero. Esta noche no. ─Chasqueó─. Hoy sí podemos ser amigos, Parker.

Agrié el rostro. No estaba para mariconadas.

Era consciente de mis acciones.

─Déjame en paz. ─Me quité la camisa─. Si somos amigos, vete.

─A eso iba ─dijo saliendo de la habitación para dejarme solo con mi aura de mierda y las máquinas─. Te esperamos en quince. Uno de los muchachos te pedirá el número de un familiar por si algo malo sucede.

─Espera, ¿ustedes hacen eso? ─lo detuve.

─Por supuesto. ─Una sonrisa siniestra cruzó su rostro─. Si no nos debes, sí.

«Malditos».

Empecé a preparar mi cuerpo para el desahogo cuando se fue, deshaciéndome de mi camisa y envolviendo mis manos en un par de vendas que encontré en el piso. No la odiaba, pero me odiaba a mí mismo por ser tan estúpido y llegar a creer que duraríamos más allá de unos encuentros clandestinos. ¿Pero realmente podía culparme? Rondé esa pregunta incluso estando ya entre las cuatro rejas tras reunirme con uno de los amigos del Samurái a firmar mi testamento. Alcancé a golpear a mi oponente, un sujeto rápido lleno de tatuajes, con toda la ira que desencadenó recordar cómo ella me hizo creer que sí. La multitud gritó al ver un chorro de sangre descender por su nariz. Él me tacleó y me arrinconó contra una de las esquinas gracias a la ceguera de mis emociones, causando que toda la yakuza se levantara de sus asientos.

Como pude escapé. No inmune, por supuesto, el sujeto me había dado de tal forma que escupí sangre en el piso acolchado bajo nosotros. Mi vista se nubló tras recibir un derechazo en la parte posterior del cráneo que no intuí. Me tambaleé. Un milagro me mantuvo de pie y logró que mi puño alcanzara su pómulo. Esto no era oficial. No había paramédicos acudiendo a ti. ¿Cómo podía haberlos si la razón de ser del galpón era satisfacer la sed de sangre de sus espectadores? Por esa misma razón nadie se horrorizó al darse cuenta de que le había hundido el rostro, así como tampoco lo hicieron cuando rompió mi nariz con un rodillazo que me dejó inconsciente y le dio la victoria.

Deseos ocultos © (DESEOS #2)Where stories live. Discover now