Capitulo 4

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Al día siguiente, Tauriel bajo a la puerta Oeste ligeramente nerviosa.
Había un grupo pequeño de elfos reunidos ahi, con ligeras armaduras silvanas y armas elficas livianas. Alcanzo a ver a Anrod, que conversaba con otra elfa de cabellos güeros que claramente no era Abrid.
-¡Anrod!- lo llamo. El elfo se volteo siguiendo su nombre y la saludo.
-¡Aiyä Tauriel!- la saludo con la mano.
La elfa de cabellos pelirrojos camino hacia el y se coloco una mano sobre el corazón a modo de saludo.
-Tauriel, ella es Iarël- le dijo señalando a la elfa -,una compañera.
Tauriel la saludo del mismo modo e Iarël le respondió.
Al poco rato, el príncipe Legolas llego y comenzó a dar ordenes como si nada fuera anormal. Luego reparo en Tauriel.
Se la quedo viendo un tiempo que a ella le pareció eterno. sus ojos azul hielo hicieron contacto con los verde bosque de ella, mientras el intentaba decidir que decir.
-Tauriel irá con el grupo de vigilancia- dijo por fin.
Luego todos comenzaron a unirse a sus respectivos grupos.
Anrod siguió a Legolas, enviándole a la joven hija del bosque una ultima mirada de apoyo.

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El bosque era denso y obscuro, lleno de criaturas horripilantes y malignas. Sin embargo, los elfos silvanos habían aprendido a moverse y guiarse atravez de las penumbras que lo invadían. Aun así, los capitanes elfos de el grupo de vigilancia se tomaron el tiempo para darle algunos consejos antes de que partieran.
-Nunca olvides cual es el Norte- le dijo uno.
-Manténte atenta todo el tiempo- le dijo otro.
-No olvides regresar antes del alba. El grupo nocturno se encargara de seguir.
-Si encuentras algo sospechoso, vuelve directo a la Puerta.
-Y no te acerques a las arañas.
Tauriel asintió y agradeció por todos los consejos antes de salir ella sola.
Se sentía libre por fin, al andar a sus anchas por los bosques, sin ninguna preocupación de que la siguieran o sin el miedo de ser descubierta. Sabia que debía vigilar, pero era su primera vez y nada iba a impedir que lo disfrutara. Ni siquiera los ojos que la miraban desde las penumbras.
¿Los ojos que la miraban desde las penumbras?
Tauriel se detuvo en seco y volteo para mirar mejor.
Si, había unos ojos mirándola. Brillaban ligeramente con una pálida luz grisácea y no parpadeaban. La hija del bosque saco una flecha y tenso el arco. Pero la criatura simplemente se fue.
No asustada, ni aterrorizada, sino tranquilamente, como alguien que ya había pasado por eso antes.
Y sin preocuparse por todos los consejos, la elfa silvana la siguió por la espesura.

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Anrod escucho el gruñido y preparo su arco. Lo mismo hizo Legolas.
Ambos conocían el sonido gutural que hacia los wargos de Gundabad al preparase para atacar.
El sonido se fue haciendo mas ronco y aterrador, pero los dos elfos permanecieron impasibles.
De improviso, la criatura brinco sobre ellos.
Una flecha voló desde las manos del príncipe, aniquilando a la criatura.
Anrod no tuvo tiempo para esquivar el enorme bulto, que le cayo encima. Cuando el wargo se quedo quieto, Legolas lo ayudo a salir de debajo de la criatura y se acerco a examinarlo.
-¡Un rastreador!- exclamo sorprendido- Habrá mas allá afuera. Debemos dar la alarma- miro a Anrod significativamente.
-Que todos vuelvan ahora mismo.
Se dio la vuelta y comenzó a caminar de vuelta pero Anrod lo llamo.
-Señor...- le dijo aterrado- ... el cuerno...- lo miro con miedo en los ojos- ... ¡esta roto!
Legolas abrió los ojos. No le quedaría otra opción.
Deberían quedarse en el bosque y afrontar a las horripilantes criaturas rastreadoras, solos.

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Hola!
Me gustaría dedicar este capitulo a isabelleuniquecornus , por devolverme la inspiración, a parte de darme dos capítulos mas para escribir.
Gracias Is!

Hija del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora