Capítulo 12

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Respira, me digo a mí misma, deslizo mi mirada al suelo, me está intimidando, o al menos su mirada fija en mí me está poniendo nerviosa. Su mano sigue acunando mi nuca, intento hablar pero las palabras no me salen, a mis veintidós años sigo poniéndome tensa y sintiéndome un poco intimidada por estos temas.

Desliza el pulgar hacia el borde de mi labio inferior y traza su contorno mientras me levanta la cabeza. Si creía que mi corazón no podía ir más rápido parece acelerarse y cuando poso mis ojos sobre los suyos ya no lo siento latir. Me sonríe ampliamente y se separa. Mierda. 

Libero poco a poco el aire que estaba conteniendo cuando él sale de la habitación. Me dejo caer en el suelo, alejándome de la pintura y pienso alguna forma de limpiar semejante desastre. Me paso las manos por la cara, intentando borrar una ilusión como si acabase de ver un fantasma, pero ha sido real. Apenas le conozco de unos días pero... ¿realmente existe el cliché del amor a primera vista? ¿O simplemente será un encaprichamiento pasajero?

Mis reflexiones se ven interrumpidas por Calum, que vuelve a entrar en la habitación, ya con su sudadera perfectamente seca y la cara libre de pintura. Agarro la camiseta que ha pasado de ser blanca a morada y salgo de la habitación para ponerla a remojo y que la pintura no se adhiera del todo. Me cambio de ropa e intento hacer algo con mi pelo, pero a vistas de que no consigo nada me hago un moño rápido y vuelvo a la habitación, donde al parecer él ha conseguido limpiar un poco del estropicio y le ha vuelto ha dar otra capa a la parte de la pared donde me aprisonó.

Cierro los botes de pintura que no están acabados y los llevo fuera, con cuidado de no manchar nada, abro las ventanas para que ventile y se aleje este olor, no me disgusta pero acabará por levantarme dolor de cabeza. 

Cojo la lata de pintura negra y me voy a la habitación, entonces recuerdo que me he dejado las plantillas y los pinceles en el salón, así que vuelvo a por ellos.

Me acerco a la pared que pintamos primero, que ahora será la que más seca esté y me las apaño para colocar el patrón de la silueta del pájaro que quiero dibujar, cuando lo consigo, sumerjo el pincel en el bote y luego lo llevo hacia el lugar que quiero empapar de negro, pero se me hace complicado. Siento los brazos de Calum pasar por mis ambos lados y sujetar la plantilla, puedo apreciar que da unos toquecitos sobre el papel con el dedo índice para que pinte así que hago caso. Una vez terminado el primer pájaro empiezo con el segundo pero siento su respiración en mi nuca y todo mi cuerpo empieza a temblar. A duras penas acabo el tercero y el cuarto, pero al empezar el quinto él suspira y su aliento impacta de lleno en la piel de la parte donde mi cuello y mi hombro derecho se juntan, todo mi ser parece dejar de responder y el pincel cae sobre el suelo en un ruido sordo.

Escucho como se le escapa una pequeña risa y enrosca sus brazos alrededor de mi cintura, tira de mí para pegar mi espalda a su pecho y nos quedamos así un rato. Mis pensamientos y emociones colapsan. No sé cómo, consigue que mis pies se muevan y nos dirigimos así hasta la cocina, coloca mi mano debajo del grifo y abre el agua templada. Frota suavemente en círculos y me quedo mirando la pintura irse como si fuese una niña de siete años maravillada por un truco de magia. cierra el agua y desliza sus dedos entre los míos, llevándome de nuevo hacia atrás y guiándome hasta el sofá.

Parezco un muñeco de trapo entre sus manos y espero el momento en que se siente para hacerlo yo también, pero ese instante no llega, en su lugar siento como se pasa el dedo corazón sobre su labio para limpiarse algo de pintura que no sé cómo ha llegado ahí y luego siento un dulce beso sobre mi hombro. Parece que mi interior se derritiera a medida que sus labios se dirigen por mi cuello hacia arriba.

Se sienta sobre el reposa-brazos del sofá y me gira. Quedo hipnotizada mirándo sus ojos y me acerca a él para llegar por fin a mis labios. Entonces es como si me anestesiaran del mundo exterior, solo somos Calum y yo, se deja caer y acabamos los dos tumbados. Mis dedos se aferran a su pelo oscuro en un intento de hacer algo, una mano suya se instala tras mi nuca y me acerca más a él, si es posible. 

Con un movimiento rápido, y que yo no me esperaba, intercambiamos posiciones y nos quedamos un rato recuperando la respiración mientras intento decir con mi mirada lo que no soy capaz de decir con palabras.

64th Street [c.h.]Where stories live. Discover now