Capítulo 29

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Rodeo su cuello con mis brazos para abrazarlo lo más fuerte que pueda, él me acaricia la espalda mientras me susurra que me tranquilice. Necesito sentirme protegida, olvidar cada recuerdo que está viniendo a mi mente por culpa del sueño. Aflojo el agarre a medida que me calmo, mi respiración vuelve a la normalidad y mis ojos ya no están aguados. Se separa un poco y se acomoda de forma que nos quedamos los dos sentados con las piernas cruzadas sobre la cama, uno frente a otro. Enreda los dedos de su mano izquierda con los míos y busco sus ojos, pero su mirada está fija en la otra mano, donde pasa su dedo pulgar sobre mis nudillos repetidamente, sonríe.

"Recuerdo cuando tiraste el anillo" me dice mientras su sonrisa crece.

Los recuerdos de ese día aparecen, siento la sangre subir a mis mejillas, agacho mi cabeza, no sé a qué tengo vergüenza en realidad.

"¿Estás mejor?"

Asiento, no tengo ganas de hablar, tan solo necesito tenerlo cerca. Dirijo la vista hacia donde debería estar mi anillo. Cuatro meses y tres semanas, el tiempo que me queda antes de que sea completamente libre.

El último mes ha sido intenso. Papá ha dejado de pagar la universidad, me ha llegado tanto un e-mail como una carta certificada. El trabajo me ayuda pero... tengo que pagarme la carrera, me falta un año, ¿cómo voy a enfrentar los gastos yo sola? Si mis padres pretendían arruinarme la vida lo han hecho, pero bien. Solo me queda conseguir una de las pocas becas que dan.

Calum se acuesta de nuevo y tira de mí, que quedo encima de él, aprieta sus labios contra mi mejilla y suspiro, ¿qué me está haciendo? Una de sus manos se enreda en el pelo de mi nuca y luego la desliza hacia abajo, repite la acción varias veces. Tiene esa costumbre cuando está aburrido. 

"Podría quedarme todo el día así" sus ojos están clavados en los míos y no puedo apartar la mirada, me echiza de una forma que nadie había conseguido nunca.

"Tengo que trabajar, Cal."

"¿Entonces voy a pasarme el día aburrido?"

"Probablemente" se ríe. Las arrugas que se le forman alrededor de los ojos le hacen demasiado tierno.

Pienso en cómo sería la situación ahora si no le hubiese conocido ese día, si no nos hubiésemos pasado con el alcohol. Miro su sonrisa mientras divago entre recuerdos que mi mentre trae de nuevo. Todo sucede a cámara lenta, él alarga una mano para colocarme un mechón de pelo tras la oreja, luego une sus brazos tras mi espalda, dejo caer mi cabeza sobre su pecho, escucho sus latidos. Yo también podría quedarme todo el día así.

"Esta noche tengo cena con unos compañeros de trabajo" susurra. "Quieren celebrar que las ventas del semestre han aumentado un veinte por ciento. Deberías venir."

"Pero si es de trabajo, Calum."

"Puedo llevar acompañante."

"¡Pero si es reservado no puedes avisar ahora de que pongan un sitio más!"

"Es que en realidad no te estoy preguntando, Sky" la sonrisa crece. "Tú te vienes sí o sí porque ya está reservado."

"Idiota" y no puedo evitar reírme con él.

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Salgo agotada de trabajar, solo quiero tirarme en la cama y no hacer nada, cojo el bus hasta la parada más cercana a mi piso, hoy tengo que ir a recoger mi coche nuevo, por fin lo tengo.

Me relajo del sofá un rato después de comer hasta que la alarma suena y me cambio para salir. El frío se me mete en los huesos cuando salgo para volver a coger el bus, esta vez tengo que coger dos líneas diferentes. Primero hasta las afueras y luego otro que me deja casi al lado del lugar al que tengo que ir. Me agobia un poco lo lleno que va, así que cuando tengo que bajar es como si me devolviesen la libertad. Doy gracias a que al volver ya no tengo que coger el público. Camino por la acera con cuidado de no resbalarme en la nieve que empieza a deshacerse, necesito que se acabe ya este tiempo. En invierno es bonito porque la nieve está blanca y todo tiene algo mágico, pero ahora no es más que agua embarrada que da la sensación de que todo está sucio.

Me paro frente a las puertas de cristal y espero un segundo a que se abran. Luego entro y el calor es tan agradable que podría quedarme allí toda mi vida, pero no puedo. Me encamino hacia el mostrador y le explico todo, el hombre que tendrá unos 35 llama a otro y este me pide que le siga, se limpia las manos en un trapo que lleva en el bolsillo y luego se dirige hacia un coche, mi coche. Abre la puerta de copiloto y la guantera, saca las llaves y me explica todo el papeleo, cuando volvemos a dentro me dice que él lo saca hasta fuera mientras yo firmo y no puedo evitar pensar en que me lo va a llenar de grasa. Vuelvo al frío del exterior y me tira las dos llaves, da unas palmaditas en el techo del coche y me dice un "todo suyo" antes de desaparecer de nuevo. Compruebo que no haya manchas antes de sentarme y luego lo enciendo. Escucho detenidamente el ruido del motor, celebrando internamente que por fin tengo un transporte propio y emprendo el camino a casa de Calum.

64th Street [c.h.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora